Capítulo 14

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Lillity seguía huyendo del lago, que ya no brillaba con tanta intensidad. Y, a la vez, se adentraba en el bosque. Estaba muy cansada y tenía hambre. Necesitaba descansar de todo lo que pasaba a su alrededor. Poco a poco, asimilaba que posiblemente no volvería nunca a casa. Y por referirse a casa, se refería con sus padres. Pero nunca llegaba a asimilarlo del todo, y seguramente nunca lo haría.

Algo se movió encima de la cabeza de Lillity, entre las copas de los árboles. Pero, al girarse, no vio nada, y siguió su camino hacia ningún sitio. Estaba perdida, no podía ir a ningún sitio. Si iba al sur la matarían, si iba al norte, también.

Trataba de caminar y de no pensar demasiado. Esperaba que con el tiempo las heridas se curaran y que las soluciones empezaran a brotar, posiblemente, de entre los árboles.

Otra vez, algo se agitó encima de Lillity. Y esta vez si que lo vio: una criatura diminuta, con alas que parecían de cristal, bordadas con hilo de oro. Tenía las orejas puntiagudas y los pequeños ojos lilas y estirados. De su boca salió un chirrido, que casi dejó sorda a Lillity. Al ver la reacción de la chica, la criatura rió, y Lillity también. Por primera vez desde que había llegado a aquel lugar.

La criatura se movió a la derecha y le hizo a Lillity señales para que la siguiera. Y así lo hizo Lillity.

Corría detrás de la criatura, y con la mirada hacia arriba para no perder de vista a la criatura. Seguía corriendo, pero el diminuto ser alado aceleraba el paso cada vez y a Lillity se le hacía difícil de mantener.

- ¡Cuidado! ¡Más lento! -gritó Lillity.

Pero la criatura parecía no entenderla, y Lillity, mirando hacia arriba todo el rato, tropezó con una raíz de un árbol y cayó al suelo. Cuando intentó levantarse, la criatura ya no estaba.

Pero delante de ella, había una casita muy peculiar. Era pequeña y redonda, con las paredes llenas de hiedra y de setas. Y, lo mejor de todo era que, por la chimenea, salía humo. La chica se levantó rápidamente y caminó hacia la entrada.

Lillity tocó la puerta. Nadie abría, asía que entró.

- ¿Hola?

Los muebles eran de madera, y algo más pequeños de lo normal. A menos de diez centímetros se situaba el techo por encima de la cabeza de Lillity.

La chica dio vueltas por la casa, que solo tenía una habitación. Y encontró, encima de la chimenea, un enorme cuadro de cristal, con unas alas hermosas y grandes dentro de él. Lillity se acercó, y extendió la mano para tocarlo, pero un ruido la sobresaltó.

- Malditos minidemns, siempre metiéndose con todo... Eh, ¿Y tú quién eres? -dijo, una mujer mayor y menuda, con el pelo gris recogido en un moño y decorado con flores. Llevaba una cesta con flores y setas en la mano, y miraba a Lillity con cara de asombro.

- Soy Lillity. -dijo, con dudas.

- ¿Estás segura? Porque no lo parece. -dijo, dejando la cesta encima de la redonda mesa de madera.

- Sí. Me... Me he perdido. Bueno, la verdad es que no es exactamente eso, sino que...

- No te preocupes cariño, estás en el lugar adecuado. Yo te voy a ayudar a encontrarte. -dijo la mujer, cogiéndole de la mano y sentándola en la silla. Le tendió comida, que Lillity no había visto nunca. Era algo con setas y un pan raro, pero le dio igual y se lo comió.

- ¿De verdad? Es que no tengo donde ir. No soy de aquí, yo...

- Shht, si no callas no me podré concentrar. -dijo la mujer, subiendo a la estantería de libros y cogiendo uno, que colocó sobre la mesa.

Al ver de qué libro se trataba, Lillity se sorprendió. Era el libro de Finmnis, el de la tapa dura y morada de su casa, el libro que la había traído donde estaba ahora mismo.

- Este libro me...

- ¿Este libro? Era de el anterior oráculo. Finmnis, la creadora. Se pasaba el día entero observando todo lo que nos rodea, intentando entenderlo todo, hasta que.. Bueno. -dijo la mujer, y su expresión cambió. Por fin calló y se sentó en la mesa, delante de Lillity. Le cogió la mano y se la observó.

Primero, su expresión era de concentración, mientras examinaba la mano de la chica. Pero después, en un momento, la soltó, como si le hubiese quemado. Miró a Lillity a los ojos. La mujer estaba asustada, y estaba asustando a Lillity también.

- ¿Quién eres, Lillity? -preguntó la mujer. Pero Lillity no contestó. - Y este libro. ¿De qué te suena este libro?

- Mis... mis padres, mi madre me lo leía siempre antes de ir a dormir. Había canciones, cuentos...

- No eran cuentos, Lillity. -dijo la mujer, que había tomado aire y se había vuelto a sentar, tomando otra vez la mano de Lillity. - ¿Cómo has llegado hasta aquí?

- No lo sé. Esperaba que usted me lo dijera...

- Los de los Cinco Pétalos ya han empezado a actuar... -dijo, y rió para sí misma, una risa de satisfacción. En ese momento, Lillity se asustó.

- ¿Quiénes son ellos? ¿Y quién es usted? -dijo Lillity, guardando su mano.

- Soy Fiona, el oráculo. Substituí a Finmnis cuando murió. Y ellos son los que te han traído aquí.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Tienes que ayudarnos, Lillity. Eres especial. Nuestros poderes hace tiempo que se han ido, pero los tuyos todavía están contigo. Ellos te han traído aquí para eso.

- ¿Quiénes son ellos?

- Sarah, Dimond. Ellos estuvieron contigo. ¿No te diste cuenta, Lillity? Lo de la fiesta no fue más que una trampa. Debían asegurarse de que eras tú. Por eso te pidieron que abrieras las puertas. Tú eras la única que podías hacerlo. Y lo hiciste. Y viniste aquí, para salvarnos. Llevaban mucho tiempo buscándote.

- ¿Cómo...? -Lilllity empezaba a agobiarse y se levantó de la mesa, pero Fiona le cogió la mano. - ¡Suéltame!

Entonces, un gran estruendo recorrió la pequeña casa. Se oyeron gritos desgarradores, y el sonido de muchas alas agitándose al viento.

- Está aquí. Nos ha encontrado. -se volvieron a oír gritos desgarradores.- Vienen a por ti. ¡Shielma! -llamó la mujer, a la pequeña criatura alada que la había llevado hasta aquella casa. - Ve con ella. Cuídala. No dejes que le pase nada, es nuestra salvación.

Fiona condujo a Lillity hasta la cocina, y abrió el horno. Pero, para su sorpresa, no era un horno, sino que una pequeña puerta se abría y mostraba un túnel.

- Os llevará hasta el embarcadero. Tened cuidado.

Y soltó la mano de Lillity y la empujó por la pequeña puerta. La chica cayó al túnel, junto con el animal alado.

Al otro lado, Fiona cerró la puerta, pero no bastó para ocultar que, segundos más tarde, la casa ardía en llamas.

Ahora Lillity tenía que volver a huir. Y solo tenía a Shielma y una pequeña insignia, de una flor de cinco pétalos, que Fiona había dejado en su mano.

La música de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora