Ya habían pasado venticuatro horas desde que Shielma y Lillity habían salido de ese túnel.
Habían caminado hacia adelante, sin parar a descansar, sin pararse a pensar si debían girar allí o en otro lado, porque todo eso no importaba.
Estaban completamente desorientadas, o al menos Lillity lo estaba. Pero eso tampoco importaba. En realidad, nada importaba, pensaba Lillity. No van a ningún sitio. No pueden. La matarían fuese donde fuese, y la única salida, la de volver a casa estaba fuera de su alcance.
Caminaban por el bosque sin ningún rumbo en concreto.
Se puso a llover en una ocasión, algo que no había pasado antes, y Shielma y Lillity se retiraron bajo la copa de un árbol durante unos minutos.- Lo siento, Shielma. No tengo nada para comer, ni para beber. Nada que buscar, no sé dónde ni cómo. No sé nada. No tengo nada.
Al cruzar unas raíces que sobresalían del suelo y apartar algunas ramas del camino, Lillity abrió los ojos y miró lo que tenía delante. Un árbol enorme, mucho más grande, alto y grueso que los demás se alzaba ante ella. Su copa era densa, y sus hojas eran extrañamente hermosas, todas diferentes y rugosas.
La chica se acercó y acarició su corteza suavemente con las manos. Algo empezó a tomar forma en la corteza del árbol, así que Lillity quitó las manos, sobresaltada. Unos grandes ojos, una nariz y una boca surgieron de la corteza del árbol. Lillity echó dos pasos atrás.- No te preocupes, niña, no muerdo. Me llamo Arbor Magmam. Pero todos me llaman el Gran Árbol. -sonó su profunda voz. - Veo que estás perdida. Puedo ayudarte en lo que quieras. Tú sólo pídeme un deseo.
- ¿Un deseo? -preguntó Lillity, dubitativa.
- Claro, niña. Pero no es gratis, después tú deberás hacer algo por mí. -contestó Arbor Magmam.
Entoces Lillity pensó en volver a casa. Si ella se iba ya no tendría que hacer nada más.
- Quiero vol...
- No, niña, no. No lo digas en voz alta. Piénsalo.
Entonces Lillity pensó en sus padres. En su casa de Paris. Y en que todo iba bien.
- Interesante... Así que Robert y Marlene Pioniss. ¿Verdad? -Lillity asinitió con la cabeza- Veo que no sabes casi nada. Pero me enorgullece tu llegada. Pues eres una de Los Salvados, aunque no tengas los sentimientos claros.
- ¿Qué? -preguntó Lillity, un tanto desorientada.
- Lillity, niña. Ya te lo dijo Fiona y te lo diré yo otra vez: debes ayudarnos. Esta es mi petición. Eres la única que puede hacerlo.
- ¿Ayudar? ¿Cómo?
- Estás aquí por algo, niña. Cuando mis últimas hojas caigan, dentro de poco... -el Gran Árbol, al ver que Lillity miraba su copa, se sacudió. Todas sus hojas cayeron de sus ramas y prendieron el vuelo. No eran hojas, sino criaturas aladas, diminutas y con las orejas puntiagudas. Entonces Lillity cayó en la cuenta: sólo había ocho hojas en las ramas del árbol. -Dentro de poco caerán y no me quedará ninguna. Entonces moriré. Es una maldición ombría.
»Cuado todas las hojas caigan, todas las estrellas que iluminan el cielo se apagarán, y nunca más volverán a emitir luz.- No lo entiendo...
- Los Cinco Pétalos, Lillity. Haz que renazcan, y ya no habrá más oscuridad.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres?
- Cinco Pétalos. -dijo el Gran Árbol, y acto seguido, cerró los ojos y su rostro desapareció.
- Eh, no, vuelva. ¡Vuelva! No le he entendido. Por favor. No sé qué debo hacer...
Un chirrido sobresaltó a Lillity. Provenía del cielo, donde Lillity alzó la mirada. Los enormes pájaros de Oro la habían encontrado. Iban cabalgados por hombres, a los que no podía ver la cara. Era todo negro.
Lillity corrió a esconderse detrás de los árboles, para que no la vieran. Se adentró en la espesura, adentro...
Y sintió como alguien la cogía del brazo y la tiraba.
Hacía tiempo que no veía su rostro, y habría querido no volverlo a ver. Era Álex.- ¡Suéltame, ombrío! -exclamó Lillity, intentando irse. Shielma soltó un chirrido, amenazando a Álex.
- Lillity, quiero ayudarte. Nada más. Te equivocas. No queremos hacerte daño.
- ¡No mientas! Me mentiste antes, siempre me has mentido. Y ahora también lo haces. -dijo Lillity, llorando.
- Shht. Lo siento, Lillity, fue por tu bien. Nadie podía saber quién eras, te matarían...
- ¡Y tú también! ¡Déjame!
Álex volvió a tirar del brazo de Lillity, pero esta se resistió. Con la otra mano dio un puñetazo en la mandíbula al chico, que le sorprendió. Lillity aprovechó el despiste para lanzarle una patada a las partes bajas y salir corriendo.
Eso pilló a Álex desprevenido y pudo escapar.
Lillity corría para que el chico no la alcanzara. Seguía corriendo y corriendo. Llevaba bastante ventaja a Álex, que también corría.
Llegó hasta un acantilado sin salida, donde no había árboles. Pensó en saltar, pero la altura era demasiado grande, así que al ver al chico delante de ella se paralizó.- Escúchame, Lillity. Estoy contigo, no contra ti. No te equivoques, yo sólo...
Pero no pudo acabar de oír lo que decía. Lillity gritaba, un pájaro gigante negro la había cogido con sus enormes garras.
- ¡Lillity! -oyó cómo gritaba Álex.
Shielma chirriaba y daba golpes al pájaro gigante, pero su sacrificio resultaba en vano.
Lillity era como un gusano, cuando la madre va a dar de comer a sus hijos polluelos muertos de hambre. Ella era una presa.
Ella ya se encontraba por encima del suelo, cuando el pájaro emprendía el vuelo. Las fuertes alas amenazaban con chocar contra Lillity en una de sus embestidas.
Lillity seguía gritando, pero paró al ver lo que se erguía delante de ella. Un castillo encima de rocas grises desnudas. El cielo ya no era azul, sino gris y lleno de nubes. Las fuertes olas que chocaban de la parte contraria, llegaban a la altura de la torre más alta.
Reconoció el lugar que acechaba en sus sueños: Tenuris.
Iban volando en su dirección, pero esta vez, no era un sueño.
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La música de la noche
FantasiaSabe lo que puede hacer. Sabe que la persiguen. Sabe que tiene que huir. Pero no sabe quien es, ni de donde viene. Aunque, pronto, va a descubrirlo. La persiguen. Es diferente. Puede hacer cosas que ni siquiera llega a imaginar ni controlar. Por e...