Leo siguió a la sombra hasta un sitio muy amplio. Aquel lugar se parecía mucho a una cancha deportiva con techo. Las líneas en el suelo, como si estuvieran guiándole hacia algún lugar imaginario. Salvo que, en vez de porterías o canastas, habían grandes cajas semi-indestructibles, llenas de cosas que quien-sabe almacenaría Kraang ahí.
Se vio en el centro, con una luz muy fuerte encima de él. Se sintió indefenso. No tenía a dónde huir si algo pasara mal.
Observó a su alrededor, esperando que hiciera algún ruido para poder localizarlo y controlar el entorno. Le gritó.
- ¡Sal de dónde te escondas!
La sombra le obedeció. Quizá demasiado bien.
Antes de que pudiera parpadear, estaba enfrente de él, esperando a que reaccionara. Le miró a la cara y se quedó estupefacto.
Era verde, como él, pero más suave, un poco más amarillento que su hermano más pequeño. Sus ojos eran de color naranja, ardiente como el fuego, sin pupilas ni iris. Su boca, llena de dientes puntiagudos como agujas. La baba que le salía de ella le llegaba casi hasta la garganta. Su cuerpo esquelético le dio un escalofrío. Su piel se sujetaba a duras penas de los huesos y músculos que poseía. Era más pequeño que él pero no debía subestimarlo.
Saltó encima suyo. No tuvo apenas tiempo de reaccionar.
El alienígena se abalanzó encima de él, pero le esquivó por los pelos. Tras este gesto hostil, empezaron a pelear. Bueno, si pelear se dice esquivarse el uno al otro, sí. Los dos atacaban al otro pero, al parecer, el extraterrestre era tan rápido como Leo. Al cabo de unos minutos haciendo lo mismo, Leonardo se empezó a cansar.
Cada vez, detrás de otro, sus movimientos eran más pesados y dormidos, y se movía más lento. Al parecer, el alienígena no se cansaba tanto como él. En un determinado momento, éste le atacó y Leo lo esquivó. El mutante de verde amarillento lo previó y le mordió el hombro izquierdo.
Gritó desgarradoramente. Le llega a incar los dientes más profundo y le arranca el brazo. Se lo miró, sudando y respirando agitadamente. Los agujeros de la mordida penetraban rozando el hueso. Podía sentir su corazón en ese lugar. Oía sus latidos como si estuvieran sonando detrás de su oreja; podía ver cómo se movía al son de su corazón.
Tum tututututum tutututututm tututututum tutututututmm...
Si se concentraba, quizá pudiera ver su hueso pero era imposible gracias a la sangre que brotaba de allí. En pocos minutos, su brazo completo estaba coloreado de rojo y goteando de ese espeso líquido.
Su vista se empezó a nublar. Esto sumado a sus manos sudorosas, a su rabia, su miedo y el hecho de que estaba tiritando con fuerza, casi no podía mantenerse en pie.
Se miraron a los ojos. Su oponente tenía una mueca de diversión que atemorizaría hasta a su maestro. Su sangre se formó una con la saliva. Una risa escalofriante de timbre grave y a la vez agudo retumbó como un trueno en la estancia al mismo tiempo que se arqueaba hacia atrás de manera casi imposible, haciendo rebotar la baba teñida de rojo y dejando pequeños charcos, y desapareció.
A pesar de lo que había suceido, se sintió aliviado. Por fin podía descansar. Sólo quería cerrar los ojos y dormir. Dormir. Aunque fuera en el suelo.
Se acercó a una de las tantas cajas que decoraban el escenario y se apoyó en ella. Al estar parado, el cansancio llegó de golpe junto al dolor. Su cuerpo ardía, como si lava ardiente lo hubiera cubierto; en especial, el hombro herido.
Le dolía tanto que gritó pidiendo ayuda, pero no estaba seguro de si sus hermanos le oían. Apenas se podía escuchar a sí mismo porque su corazón le interrumpía cada dos por tres. A todo el sufrimiento, se le añadió una sensación extraña en su caparazón. Como si su cuerpo estuviera siendo modificado lentamente. Recorrió la vista nublada por el lugar del que no podía salir. Allí, en un lugar apartado, encontró un espejo. Se preguntó que para qué tenían los Kraangs tantas cosas. Pero eso no importaba.
Se dirigió dando tumbos, con una mano sujetándose la cabeza y la otra por debajo de su cintura. Avanzó casi a ciegas. Cuando llegó, apartó con las manos desesperadamente la capa de polvo que tenía.
Se vio, confuso, reflejado en el espejo. Su tez era ligeramente más oscura. Dio una vuelta sobre sí mismo, lentamente y mareado. Vio una cosa que le llamó la atención. Una pequeña colita asomaba por la parte inferior de su caparazón. Extrañado, jugó con ella. O, al menos, intentó, ya que veía cuatro. Río levemente. Eso no estaba allí antes. Al igual que su piel no era tan oscura. Sabía de sobra lo que estaba mal en su cuerpo y lo que no correspondía a él.
Antes de tener oportunidad de reaccionar ante estos cambios, su lengua se petrificó, imitándolo su cuerpo. No podía moverse. Algo se lo impedía. Tal vez su horror, tal vez su miedo, tal vez su curiosidad. Simplemente, no podía moverse. Se alarmó ante esta desobediencia de sí mismo a su cerebro.
Cuando pudo reaccionar, el dolor se cobró de él pero no sentía nada. Se había quedado insensible al dolor después de lo que había sufrido. Finalmente gritó. Desató su miedo, su ira, su aturdimiento en este último sonido que hicieron sus cuerdas vocales antes de que sus rodillas se convirtieran en mantequilla y perdiera el conocimiento, rebotando un par de centímetros y golpeándose fuertemente en la cabeza, haciendo que empezara a sangrar, empezándose a formar un pequeño lago de este espeso líquido alrededor de este importante miembro.
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Bad Blood [CANCELADA]
Fiksi PenggemarKraang y una fábrica abandonada... ¿Quién iría? Yo por supuesto no. Pero estos cuatro nunca aprenden. Y menos el mayor, Leonardo. "La curiosidad mordió al gato", dicen. Nunca había cobrado tanto sentido. TMNT fanfic gore, totalmente en español.