Cap 3. Oh, Carmen

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- ¿No es más rápido si vamos por acá?- señaló Ramón en el mapa sobre la mesa con rayones y apuntes para ayudarse

- No, hay una construcción- contestó José; había estado las últimas semanas conduciendo por ahí para comprobar que camino debían tomar después del robo planeado, pero los detalles son los que pueden costar la vida, por lo tanto los había forzado a estar ahí y poner toda la atención necesaria para evitar errores.

Planeaban el robo a un banco, no era lo habitual pero Miguel convenció a José y de ese modo realizaron el plan y una reunion donde Carlitos era silencioso pero hacía preguntas clavez, Miguel insistía sobre el dinero pues sabía las mañas de los Peralta y Ramón no tenía preguntar y opinar lo que se le ocurría. 

- Bueno, ustedes se encargan de la gente y Carlitos de la plata. Si algo pasa y no lo podemos hacer en la mañana tenemos que esperar al próximo viernes, no queda de otra. - dijo José con cierre después que no quedaran huecos en el plan. Sabían que era así cuando no se le ocurría que podría salir mal o cuando Carlitos no tenía nada más por decir. Más bien José aprovechaba ahí para aclarar que nadie saldría herido, a menos que fuese necesario. El motivo con nombre y apellido no le parecía prestar atención cuando repetían tanto ese tema y tampoco se molestaba como haría alguien más al oír indirectas tan poco discretas.

Era un peligro andante, tenía dos pistolas consigo a toda hora, mientras dormía, y cuando se duchaba las tenía a la mano. Era lo primero que ubicaba con la mirada al despertar.
Desde su regreso a los robos no le dejaron tener ambas. José sin pelos en la lengua le pidió entregárselas. Fue uno de los momentos más incómodos de ver, por suerte estaban solos. Había sido franco y directo porque si no sabía que el rubio podría mover las reglas del juego a su gusto si de todas formas logró lo mínimo a su merced, y con argumentos válidos le convenció de quedarse con una. Ramón tenía la otra sabiendo de todo por su padre en un desahogo que su amigo siempre llevaba las armas y lo mucho que le molestaba. Sin saberlo lo había delatado, debido que desde ese momento provocó que su padre le prestara el doble de atención a las cosas que hacía el menor.

Sabía de la plática con detalle, pero tenía que fingir que no lo hacía para que Carlitos no le rebuscara las cosas como hizo con las de sus padres. También lo hizo en el cuarto de Ramón, pero no esperaba encontrarlas ahí, simplemente se le acabaron los lugares, llegando a la conclusión que Miguel se había desecho de ella en algún río. Pensó que la pudieron enterrar, pero no era tan importante para tomar esas medidas, aunque siempre le quedó la duda.

Estaba dentro de un zapato. Así de mezquino para que el joven inteligente no la encontrase, sin embargo no era lo que le pidió su padre que hiciera, que era simplemente " deshazte de ella" para que no estuviese en esa casa nunca más. Le dijo que la había vendido junto otras armas que tenían por el momento, pero no pudo, a pesar de las vidas que fueron quitadas con ella. Sólo pensaba que era de su amigo, y no le iba a quitar algo tan preciado para él. Tampoco pensaba devolverlas, la tenía para el mismo sin plan a futuro.

- Miguel, quédate un rato - Ramón no tenía que ver ahí, pero sin pensarlo dos veces se interpuso

- ¿No habíamos terminado? 

- Es sobre otra cosa, váyanse - respondió su padre honestamente, pero no le creyó. Pensaba que estaban acordando repartirse la plata de Carlos entre ellos, poniéndose a la defensiva contra algo en lo que él mismo participaba, sin embargo no se acordó de eso.

- ¿Qué cosa? -

- ¿Qué te importa? Andate - ordenó irritado, mientras el rubio veía todo igual de extrañado que el otro par. Recién en aquel rato se le pasó por la mente que estaba equivocado sintiéndose avergonzado de haber reaccionado así, por lo que se fue haciendo caso, a lo que su padre chistaba con mal gusto y a sus espaldas se cruzaban miradas confusas del comportamiento del moreno.

Lolita con "C" de CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora