Cap 9. El puente a la libertad.

65 6 17
                                    

Ana se había dado cuenta de la mentira y la complicidad de ese par. No le contó nada a su marido para evitarse discusiones, pero tenía asegurado que usaría eso para amenazar a Ramón a hacer lo correcto. Cuando lo encaró de todo,primero optó a hacerse el extrañado, pero estaba equivocado y sólo consiguió una bofetada.

- Ramón, esa familia está a muy poco de meternos en problemas.- le dijo con gran regaño. -¡Dile a Carlitos que se comunique, o no te vas a ningún lado!- lo señaló con el dedo y luego se fue enojada a la cocina sin dejarlo decir nada.

A la mañana siguiente Ramón volvió a la casa de Carlos para arreglar el asunto, o simplemente hacer que le hiciera caso. No le permitió llegar a algo sexual para evitar el tema y le habló con autoridad al respecto. Necesitaban estar seguros que su familia no sería una molestia.

- ¿Y qué querés que haga? - dijo Carlos restándole importancia.

- ¡Asegurate que tu vieja no nos cague!

Carlitos estaba irritado del tema porque no le importaba. No le afectaba, y el remordimiento no aparecía en su ser.

Ramón le reclamó de una tal carta que debió haber recibido de parte de su familia, pero él aseguró que tal carta no había llegado nunca y que no tenían de qué preocuparse, sin embargo sus padres ya estarían en ese momento planeando regresar a Vicente López a buscarlo y dialogar. No estaban dispuestos a abandonarlo. En el fondo creían que lo mejor para él sería de cierto modo "reiniciarlo".

Carlitos no creía que los padres de Ramón deberían involucrarse en lo absoluto en sus problemas familiares.
No entendía por qué no podían mentir al respecto, eran delincuentes, no curas.
Y eso se lo dijo a Ramón. No se enojó por suerte, pero si se indignó un poco, a pesar que después lo analizó más profundamente. Por lo tanto, le dijo a Ana que Carlos ya había hablado con su madre por teléfono y acordarían algo, tal vez tardarían un día más en partir.

- ¿Me estás mintiendo? - le preguntó su madre con seriedad.

- No, te lo prometo. - respondió con vulnerabilidad falsa junto un abrazo familiar.

No le causaba daño mentir o engañar, esa era la cuna en la que se crió.

Carlos se guardó dentro de un jean una carta de su padre que explicaba lo mucho que lo querían y como no querían dejarlo ir por un mal camino. Que siempre lo apoyarían, pero no podía abusar de ese mérito. Por eso sería bueno llevarlo a terapia, buscar un trabajo y buscar una novia, buenos amigos, pero para eso tendría que dejar de escapar.

No la leyó, ni la abrió. Apenas la vio supuso todo su contenido y la guardó para cuando tuviese ánimos de leerla, pero sabía que si los padres de Ramón sabían de esa carta, pues tendría que concentrarse un poco más en sus mentiras.

Fue a la casa de los Peralta e intentó brindar la paz que les había quitado a todos en varias ocasiones. Principalmente habló con la mamá de Ramón mientras la ayudaba a cocinar. Le dijo que su madre no volvería a molestarlos porque solamente había sido un susto de no recordar que él regresaría antes que ellos. Culpó al licor y dijo que tenía unos problemas de histeria y que pedía decirles a través de él que se disculpaban un montón por las angustias y que sabían que eran una buena familia.

Sabía que sus palabras no tenían pruebas, por lo que agregó que cuando regresaran intentarían mostrarse en persona para decírselos directamente.
Por unos momentos Ana no cayó en esas mentiras hasta que vio esa inocencia innombrable en los ojos de Carlitos mezclados con la radio y el vino.
Pronto se soltó y le preguntó detalles de sus llamadas, qué opinaban ellos, qué opinaba él, cómo se sentía, detalles de su árbol genealógico y otras cosas. Carlos con facilidad se hizo convincente en su historia mezclada de engaños y verdades.
Todo lo que ella consideró importante se lo contó a su marido con cuidado, pero para evitarse complicaciones, agregó más mentiras.
Al final cada quien tuvo su versión de la historia y del alboroto Puch.

Lolita con "C" de CarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora