Hogwart

107 5 0
                                    

Narra Draco

  Mañana regresamos Hogwarts, y no hay nada emocionante en eso. Volver al lugar en donde vivimos y peleamos por nuestras vidas. Suspiro.

  Los chicos y yo decidimos pasar la mañana en el mundo muggle cómo era ya costumbre; fuimos a comer, hicimos varias compras y seguimos explorando. Nos había gustado mucho ese lugar, era algo nuevo para nosotros, allí nadie nos conocía, nadie nos juzgaba, no había malas miradas, nadie hablaba mal a nuestras espaldas, era muy gratificante.

   Nos habíamos hecho amigos de varios dueños de nuestros restaurantes y tiendas favoritas, ya que íbamos seguido. Estábamos totalmente encantados con el Londres muggle, sin embargo no he podido disfrutar lo suficiente, tenía aún en mente el que al día siguiente volveríamos a Hogwarts lo que me ponía un poco ansioso.

   Después de un día tan largo al llegar a Malfoy Manor todos nos fuimos a descansar, refrescarnos e ir a cenar con mis padres y los demás adultos, casi no los habíamos visto estos días ya que pasábamos gran parte del día fuera de casa, más específicamente, en Londres muggle.

  Después de la cena y una animada charla entre familia, los chicos y yo nos fuimos a descansar ya que estabamos agotados, y mañana tendriamos que despertar temprano, así que dejando a los adultos en la sala de estar de la planta baja, nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones.

   Mientras Adhara se cambiaba en el vestidor, yo tomaba una refrescante ducha, estaba cansado por el largo día, Adhara ya había salido del vestidor y estaba en su tocador peinándose, fuí a cambiarme y me coloque mi pijama de satén negro y salí, al mirar a mi alrededor Adhara no estaba por ningún lado, fruncí el ceño, hace un momento ella estaba por aquí, miré hacia el balcón ya que la puerta corrediza estaba abierta, y ahí estaba mi adorable esposa, viendo hacia el amplio bosque que da lugar en los límites de los terrenos. Me dirigí allí, al tenerla de espalda me di cuenta de su vestimenta, llevaba un bonito camisón blanco de encaje, a mi me encantaban sus camisones aunque casi nunca dormía con ellos puesto ya que lo odiaba, sonrío y me acerco tratando de no hacer ruido, al estar cerca de ella la abrazó por detrás y colocó mi cabeza en su hombro, ella da un respingo y luego se relaja bajo mi toque, sonrie mientras empieza a acariciar mi cabello platinado.

- ¿En qué piensas?.- pregunto, hoy había estado muy callada, lo cuál era raro.

- En todo y en nada.- se limitó a responder, suspiró.

- Se que estás nerviosa por lo de mañana.- insistí. Ella se voltea entre mis brazos para quedar de frente a mí y mirarme a los ojos; siempre me han fascinados sus ojos color lila. En su familia sus rasgos más notables eran sus ojos, violetas, índigo o lilas, sin embargo, los ojos lilas eran más raros de heredar. Yo deseaba con toda mi alma que si llegábamos a tener una hija heredará los ojos de su madre, sabría que sería mi completa debilidad.

- Si, tienes razón estoy un poco nerviosa.- admitió .- No-no sé qué pasará mañana y no puede ser que te vaya a decir esto pero... Tengo miedo.- me respondió rápidamente, luego apoyó su frente en mi pecho, yo era mucho más alto que ella le sacaba casi una cabeza.
  
    En ese momento entendí todo, ella jamás le había tenido miedo a nada, desde que la conozco, ella siempre había sido fuerte y temeraria, a la vez dulce y bondadosa; era por eso que me había enamorado de ella desde que la conocí. Cogí su mento y levanté su cabeza con suavidad para que me mirara.

- Ey, no tienes porqué sentir miedo, ¿Entendido? Yo estaré allí contigo, como siempre hemos estado, siempre juntos; tú y yo contra el mundo.- le dije con seguridad, con todo el amor que sentía, quería transmitir le tranquilidad en ese momento. Ella me regaló una de esas sonrisas que eran exclusivamente para mí.

Viviendo con Serpientes (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora