Las aguas negras del lago succionaron el aire del coche mientras rodó desde la orilla hasta sus profundidades. Dos hombres estaban en el asentamiento rocoso, observando. Podrían haber hecho un gesto con las manos en señal de satisfacción. Pero no lo hicieron. Ninguna sonrisa se dibujó en sus rostros; ninguna palabra de felicitación salió de sus labios. Una mujer había muerto.
— Al final, todo para nada. — dijo uno de ellos.
El otro encendió un cigarrillo y echó el humo en dirección al coche que se hundía. La humareda blanca se desvaneció justo cuando el capó del descapotable se hundió.
— Siempre hay víctimas inocentes... — respondió el otro.
— Este camino no tiene ganadores. — no había nada que ver más que el arrepentimiento a través de las tranquilas aguas del lago Michigan. — Que Dios se apiade de su alma.
Al darse la vuelta, el otro se preguntó si la frase era para la muerta o para él...
"Click, click, click..."
Cada vez que pulsaba la tecla enter, saltaba a otra página en los archivos de noticias. Los sucesos parpadeaban en el monitor del ordenador como luces de Navidad, y Eric Cartman se sentó en su escritorio a observar la pantalla. El instinto de reportero surgía por sus venas, pero, de momento, sus dedos y su cerebro no encontraban nada inspirador.
Estaba aburrido.
No hubo incendios, corrupción policial ni secuestros. Ni siquiera los cotilleos de las redes sociales despertaron su interés. Eso dejaba a Eric con los archivos de noticias. Necesitaba una idea, una historia que poner sobre la mesa del editor antes de las cinco de la tarde para poder irse a casa, comerse un chuletón y dormir. El hambre le hizo seguir trabajando.
Sus dedos se detuvieron: una persona desaparecida hace un mes, la hija de un rico propietario de un restaurante de Chicago. Eric se inclinó hacia delante, acercando su nariz al monitor. Se negó a ponerse las gafas, prefiriendo la vanidad de entrecerrar los ojos.
Mientras leía el artículo, notó una fragancia molesta. Una combinación de lavanda y cítricos. Podía ser su champú o cualquier otra cosa; la mayoría de los días intentaba no acercarse lo suficiente para saberlo.
Inclinándose hacia su izquierda, Eric miró a través de su cubículo para ver a Kyle Broflovski en su escritorio no parando de teclear en su ordenador.
Eric se puso de pie y se acercó. El despacho de Kyle no era nada hogareño: no había plantas, ni pequeños y bonitos objetos personales, nada que diera las ganas de entrar, y mucho menos de quedarse. El escritor senior no miró en dirección a Eric cuando éste entró, encontrando el punto focal, el ordenador, de mayor interés.
— Eh. — dijo Eric, mostrando su mejor sonrisa.
La semana pasada, consiguió arrebatarle dos titulares a Kyle. Su competición se estaba convirtiendo en un jugoso cotilleo en la oficina del periódico, pero a él no le importaba. No es que lo considerase realmente un rival; simplemente era divertido jugar con él.
Su voz bajó a un pequeño susurro:
— ¿En qué estás trabajando?
— En lo de siempre. — dijo, apartando uno de sus rizos cobres de la cara.
El tono frío de su voz hizo que Eric levantara una ceja.
— No seguirás enfadado, ¿verdad?
Con más fuerza de la necesaria, el pelirrojo escribió una nota en su bloc de papel que tenía al lado. La punta del lápiz se rompió; Eric se tomó eso como un sí. Levantó las manos en señal de rendición y se encogió cuando los ojos verdes del otro se dirigieron a los suyos.

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El Crimen Perfecto (Kyman)
FanficLo que parece un seguimiento rutinario para una noticia del periódico, lleva a dos periodistas de investigación a una trama de secuestro, asesinato y venganza...