Comadreja, pingüino y hurón

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Llegó octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Como Ginny Weasley tenía mal aspecto, Ron le insistió hasta que la probó. El vapor que le salía de debajo del pelo producía la impresión de que toda su cabeza estaba ardiendo. Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos.

El entusiasmo de Alexa por la noche de brujas, sin embargo, no se enfrío.

- ¡Es la festividad muggle en la que nos celebran!

- Cariño, - su novio le agarró la mano, con dulzura.
- no me vestiré como pingüino - replicó por séptima vez.

- Entonces de Romeo y Julieta - sugirió. Mattheo lo pensó por unos segundos, sin mostrar ninguna oposición.

- ¿Y cómo sería eso?

- Pues, yo debería que ir con un vestido largo, como de Edad Media - informó - Y tú, con una armadura de caballero, también de época.

- Bueno, eso no suena tan mal - esbozó una media sonrisa al ver la emoción de su novia por al fin encontrar un conjunto adecuado para ellos.

El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

Ya era tarde en la sala común de Gryffindor y el frío abundaba. Alexa se acercó más a su novio, refugiándose en el calor de sus brazos. Mattheo le dio un beso en la frente, y continuó haciendo unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.

La puerta del retrato se abrió, dejando ver a una niña rubia con dos trenzas y una sonrisa, que fue apagada por un grito de temor. La pareja giró a verla de inmediato; la niña mantenía su boca entreabierta tapada con sus pequeñas manos, siendo imposible ver la comisura de sus labios.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien? - preguntó la pelirroja, alarmante.

- ¿Qué hace un Slytherin aquí? - señaló a Mattheo con una de las manos que liberó.
- Los Gryffindors y Slytherins no pueden estar juntos.

La pareja volvió a mirarse y la pelirroja se levantó del sillón, agachándose a la altura de la niña.

- ¿Por qué crees eso?

- Mis padres dicen que eso está prohibido, que los Slytherins son malos y son rivales a muerte con los Gryffindors.

La voz tierna y dulce de Alexa habló:

- Hogwarts se divide en cuatro casas, ¿verdad? - la niña asintió en silencio - Fue fundada por cuatro amigos que tenían un sueño en común. Un día, Salazar Slytherin y Godric Gryffindor tuvieron algunas diferencias y se pelearon. La rivalidad siempre ha sido de ellos, pero no de nosotros. Los Gryffindors podemos ser amigos de cualquier casa, porque todas en un principio tuvieron el mismo sueño: la unión. ¿No crees que sería muy valiente aceptar a todos por igual? Los Gryffindors somos valientes... ¿o tú no lo eres? - preguntó divertida.

- Sí lo soy - afirmó ella, indignada.

Alexa miró a su novio, que se había recostado en el respaldo, descansando su cabeza ladeada en su brazo y admirando las palabras de la pelirroja. El chico inmediatamente le guiñó un ojo.

Mattheo Riddle y Alexa Weasley (parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora