La Madriguera

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⚠️WARNING⚠️
Contenido explícito +18
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Después de atravesar el primer mes de junio, la señora Weasley preparaba el desayuno sin poner demasiada atención en lo que hacía, y en el rato que tardó en freír las salchichas, echó unas cuantas miradas de desaprobación a sus hijos. De vez en cuando murmuraba: «cómo se les pudo ocurrir» o «nunca lo hubiera creído».

Eso solo se debía a una razón, más bien dos: Fred y George.

Los gemelos habían organizado una guerra de agua en la madrugada. Todos estaban allí, sin embargo, solo habían agarrado a Mattheo, totalmente empapado. Ella pensó que los demás lo habían obligado.

- Tú no tienes la culpa, cielo - le aseguró Molly, la mañana siguiente, echándole en el plato ocho o nueve salchichas.
- El calor pone revoltoso a mis hijos.

Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.

- La verdad es... - comentó el chico, intentando que no castigaran a nadie - ...que por mí seguimos hasta la madrugada. Nunca tuve algo así de compartir y jugar con hermanos. Así que si tienen que culpar a alguien, cúlpenme a mi.

- ¡Oh, cariño eso muy dulce de tu parte, pero no tienes que echarte la culpa, todos sabemos que fueron los gemelos!

- ¡Hey, estamos en vacaciones, mamá! - dijo George.

- ¡No hables mientras comes! - le interrumpió la señora Weasley.

- ¡Sí, y aparte, ya somos hombres de negocios, no puedes rezongarnos! - dijo Fred.

- ¡Cállate tú también! - atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Mattheo y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció.

En aquel momento apareció en la cocina una persona baja y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, soltando un bostezo, se dejó caer en la silla más cercana.

- ¡La bella durmiente ha despertado, al fin! - dijo George con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más.

No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.

- Estoy que reviento - dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor.
- Creo que volveré a la cama y...

- De eso nada - interrumpió la señora Weasley.
- Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.

- Pero, mamá...

- Y ustedes tres, vayan con él - dijo ella, mirando a Ron, George y Alexa.
- Tú sí puedes irte a hacer lo que quieras, cielo - dijo a Mattheo.

En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa. El señor Weasley se sentó en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados. Era un hombre delgado, bastante calvo, pero el escaso pelo que le quedaba era tan rojo como el de sus hijos. Llevaba una larga túnica verde polvorienta y estropeada de viajar.

- ¡Qué noche! - farfulló, cogiendo la tetera.
- ¡Dos veces se me quedó el auto! ¡Lo digo en serio, el primero de ustedes que se case, heredará esa cachila!

- ¿Cómo te fue en el trabajo, papá? - preguntó Ginny, bajando la escalera.

- Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.

Mattheo Riddle y Alexa Weasley (parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora