Prólogo

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Los primeros meses del sexto curso pasaron tan rápido que se sorprendieron cuando la Navidad se aproximaba. Las últimas semanas habían sido intensas, y sólo anhelaban tener un tiempo a solas, lejos de las discusiones, los celos, partidos de Quidditch y maldiciones.

Un día como hoy, hace un año atrás, Mattheo le pedía a Alexa ser su novia.

- Nunca más montamos a Buckbeak - observó el chico mientras subían la interminable escalera que dirigía a la Torre de Astronomía.

Era una noche algo fría pero muy iluminada, uno de esos pocos días en donde era visible el cuarto planeta más cercano al Sol.

- Debo confesar que cuando te dije que podíamos repetirlo, era mentira... Buckbeak era de Sirius y vivía con él así que también era un prisionero; además, nunca pudimos demostrar que no atacó a Draco.

El Slytherin enarcó una ceja.
- ¿Draco? ¿Desde cuando lo llamas Draco?

- Ya hemos hablado de esto, Theo.

El chico mostró sus palmas, en señal de rendición.
- Está bien, está bien.

Avanzaron un par de escalones en silencio, hasta que el castaño volvió a hablar:

- Ahora que Buckbeak está aquí con Hagrid podríamos pedírselo prestado.

- ¡Es una muy buena idea!

Ambos jóvenes sonrieron y pisaron el último escalón.

- ¿Tú preparaste esto? - preguntó atónita.

La Torre de Astronomía estaba decorada con jarrones repletos de rosas, su flor favorita. Había también una gran alfombra roja y blanca debajo de una canasta. Frascos con luciérnagas (Mattheo había prometido liberarlas luego de esa noche) iluminaban el lugar. El chico caminó un par de pasos, y se arrimó a uno de esos jarrones alargados, agarrando uno de los tallos, y se lo extendió a la pelirroja.

- ¿Llega el cura y nos casamos?

Ella le sonrió, y sujetó sus mejillas para plantarle un beso.
- Eres asombroso.

Mattheo le devolvió la sonrisa.
- Es nuestro aniversario, era mi turno de ser romántico.

- ¿Sí sabes que no es realmente nuestro aniversario? - levantó una ceja.

- Ya lo sé, pero, ¿no crees que la historia del hipogrifo es mucho mejor para contarles a nuestros hijos?

- Ahí estás en lo cierto - sonrió y se paró de puntitas para depositarle nuevamente un dulce beso en los labios.

Después de eso, se sentaron a cenar budín de Yorkshire y juego de calabaza. En poco menos de una hora, luego de limpiarse la boca con una servilleta, Mattheo se paró de un salto.

- Casi me olvidaba, te he traído algo.

Ella imitó su acción.
- Yo también. Aunque debo de reconocer que la idea me la dio alguien más.

El Slytherin rio.
- Tranquila, a mi igual.

- ¿Quién primero? - preguntó su novia muy ansiosa.

- A la cuenta de tres - sugirió él.

- Uno.

- Dos.

- Tres.

Mattheo y Alexa sacaron a la vez dos llaves color plata colgadas de un hilo rojo. Las observaron, luego volvieron la vista a sus ojos y estallaron de risa nuevamente.

- ¿Hermione? - dedujo ella.

- Sí - sonrió - Era la única decente que me podía ayudar.

- Fue muy astuta - rio admirando el collar.

- Adivino, la plata por Slytherin y el rojo del hilo por Gryffindor.

- Eso mismo me dijo. Es una mente maestra.

- Pero fuera de eso... yo le agregué otro significado. Ven, date la vuelta.

Alexa obedeció, y levantó su cabello color fuego dejando al desnudo su nuca. Mattheo pasó la llave alrededor de su cuello e hizo un pequeño nudo. La pelirroja sintió el aire caliente en su piel, poniéndosela de gallina. El chico acercó sus labios a su lóbulo izquierdo, haciéndola estremecer.

- Ahora tienes la llave de mi corazón... Cuídala, porque es la única, y es toda tuya.

Ella se giró rápidamente, haciendo contacto con sus ojos. Por un momento, el Slytherin olvidó como respirar.

- Nunca la voy a perder, te lo prometo - rodeó su cuello con su brazos y se acercó a su rostro mientras él posicionaba sus manos en su cintura. Luego, le ató el collar que le había regalado.

Él le sonrió.
- Te amo, Alexa. No te imaginas cuanto.

Continuaron besándose hasta el amanecer, con deseo. Para los ojos de cualquiera, los collares que colgaban en sus cuellos ahora, eran simples accesorios comprados en una patética tienda, pero para ellos, era mucho más que eso.

Los convertía en uno solo.

Ambos sabían que mientras tuviesen la llave del otro, nada ni nadie los separaría. Nunca antes se había visto un amor tan fuerte, o quizás si, pero todos culminaron a la vez que se propagaban sus últimas respiraciones.

Ninguno iba a soltar esa llave porque era parte de sus nuevas vidas. Estaban unidos por un pacto más fuerte que la distancia y el tiempo, un lazo más leal que el propio juramento inquebrantable; e incluso un pacto que lograría vencer a cualquier profecía.

Sin dudas, esa noche, donde se habían prometido amor eterno, era un recuerdo imborrable...







• Bienvenidos a la parte dos de esta historiaaaaa, cuentenme que suposiciones tienen después de leer este prólogoooooo

Mattheo Riddle y Alexa Weasley (parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora