El nacimiento de nuestro amor

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Los besos y las caricias duraron hasta que el día los sorprendió radiante y altivo.
Habían dormido poco o casi nada, pero a ninguno le importaba demasiado.
Al fin era domingo y Jimin sería de Yoongi todo el día, y se quedarían en esa cabaña sin pensar en nada más.
Se pusieron en pie y se bañaron juntos, por supuesto la pasión no se hizo esperar, y en menos tiempo del imaginado Yoongi mantenía contra los azulejos de la pared el cuerpo arqueado del hermoso rubio que tanto le gustaba.
Al cabo de un buen rato, se vistieron y bajaron a la cocina.
Comenzaron a preparar un desayuno cargado ya que ambos morían de hambre. Yoongi suspiró al darse cuenta de la escena que montaban. Se movían por la cocina, cada uno ocupdo en su quehacer, coordinando los movimientos casi sin pensarlo, encajando tan perfectamente que era imposible no imaginar cada mañana del resto de sus vidas viviendolas de esa forma. Entonces sin pensarlo Yoongi se acercó al otro, lo abrazó tiernamente rodeando su cintura, lo acercó a su boca y sin dudarlo habló.
-Creo que podría acostumbrarme a desayunar contigo cada día de mi vida- su frente se apoyó sobre la frente del rubio.

Jimin se tensó de inmediato, cerró sus ojos, sentía una revolución dentro de su estómago y pensó en miles de cosas que podían salir mal si se enamoraba perdidamente y también pensó en que jamás había estado tan dispuesto a dejarse llevar por sus sentimientos.
Sonrió y se acercó más al otro, besó suavemente sus labios y se giró para seguir cocinando.

Yoongi sintió una punzada en su pecho, había metido la pata, si, lo había hecho con Jimin debía ir despacio, paso a paso y él había puesto quinta a fondo y había chocado contra un paredón. Se mordió su propio labio y lo soltó para seguir sirviendo el café y acomodar la mesa.

-También podría- soltó de pronto Jimin sin mirarlo y en un tono sumamente bajo, pero Yoongi lo oyó y no pudo evitar dibujar una sonrisa embobada al escuchar aquel susurro.

Ninguno dijo nada, sonrieron y se sentaron a comer, charlando de tonterías, riendo por alguna aventura vivida de niños, y sin dejar de mirarse y suspirar uno por el otro.






Durante la tarde pasearon por la zona, el calor era abrasador así que Yoongi no dudó en meterse al lago, Jimin lo siguió sonriente. Le encantaba aquel lugar, le traía recuerdos de su niñez y su adolescencia, cuando su primo lo visitaba en vacaciones y juntos pasaban el día allí explorando todo, nadando y riendo. Era un buen lugar para él.
-Sabes, una vez pensé en vivir aqui, me parecía el lugar perfecto para mi-

-¿Y por qué no lo has hecho?- indagó Yoongi, mientras ambos estaban recostados en el pasto a orillas del lago.

-Te vas a burlar si te lo digo- respondió algo sonrojado.

-Prometo no hacerlo, solo reírme un poco si es muy cursi- bromeó mientras le daba un golpecito con su propio hombro al del otro.

-Bueno una vez creí en tener una familia, ya sabes enamorarme y después de un tiempo adoptar un niño o una niña que pudiera disfrutar este lugar como lo hice yo siempre, ya ves muy cursi- respondió sonriente y mirando el cielo.

-No creo que sea cursi, creo que cuando llega la persona indicada es inevitable pensar en una vida así juntos-

-Puede ser, pero como te habrás dado cuenta ya tengo una linda casa junto al mar es lo mínimo que pude conseguir para equilibrar la balanza-

-No deberías renunciar a tu idea de vivir aquí, debe ser lindo amanecer cada día en este lugar- dijo mirándolo con una linda sonrisa.

Jimin se acercó y besó dulcemente sus labios.
-Volvamos, ya tengo algo de frio- exclamó cubriendo sus propios brazos cuando la brisa suave chocaba su piel.

-Vamos- dijo Yoongi poniéndose de pie y entrelazando sus manos.

Volvieron a la cabaña hablando de todo un poco, sonriendo uno con el otro y Jimin no pudo evitar pensar que podría cumplir su deseo de vivir allí con él.




Un verano para recordar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora