1. Pérdidas

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—¡Atención, última hora! El grandísimo empresario reconocido en el ámbito nacional, José Falcone, quien había sido arrestado hace doce días, fue hallado en los baños de la cárcel con múltiples puñaladas en su cuerpo, a seis horas de su audiencia con el juez. Se presume que el homicidio había sido planificado para impedir que el caso siguiera su rumbo y no se aclarara si el señor Falcone era el verdadero responsable de los delitos que se le imputaban... —informa una periodista en la televisión.

—¡No! ¡Por qué! ¡Padre, tú eras inocente! —exclama llorando un hombre de piel blanca con cabello liso y castaño, de nombre Miguel.

—¡José! Nos has abandonado —dice entre lágrimas y gritando fuertemente la esposa del difunto mientras se pone las manos en la cara—. Algo me decía que no debías hacer negocios con esa gente —añade sujetando su rosario de oro.

—¡Padre! No es justo. Solo faltaba que te presentaras al tribunal y se demostrara tu inocencia con la ayuda de nuestro abogado —se lamenta—. Tú eras inocente, amado padre. Me habías prometido que el 21 de diciembre celebraríamos mis veinticuatro años los tres juntos en la isla de San Andrés —se le quiebra la voz.

—Dios, te pido que el alma de José esté en el cielo, a tu lado —desea la viuda de piel clara y pecas en sus brazos.

—Maldita sea ¡Por qué! ¡Por qué! —Toma un hermoso espejo con marco de madera y lo lanza contra una pared de la amplia sala—. ¡Dios! ¡Por qué permitiste que asesinaran a mí padre! ¡Por qué! —Se sienta en un cómodo y lujoso sillón de cuero, cubriendo su cabeza con sus manos. Sigue en llanto.

—Hijo, no te enojes con Dios. —Se acerca a Miguel y lo abraza—. Padre santo, perdona a mi hijo, él solo está enojado. —Corren lágrimas por sus mejillas.

—¡Ay, padre amado, me harás mucha falta! —exclama y mira hacia un cuadro en el que está junto con él y su madre.

En otras noticias, al sur de la ciudad una familia fue asesinada por unos pandilleros, y dejaron con vida solamente a un joven de diecinueve años de nombre Fabián, quien no estaba en su hogar en el momento de los hechos —continúa informando la reportera.

***

Dos días después. Horas antes del sepelio de José Falcone, Miguel está en su habitación alistándose para darle el último adiós, viste totalmente de negro. Su teléfono comienza a timbrar y nota que es un número extranjero.

—¿Hola?

—Miguel —dice desde el teléfono la suave voz de una mujer—, soy yo...

—Sara —se adelanta Miguel, sus ojos brillan y se le hace imposible contener el llanto—. Mi padre, Sara... mi padre... está muerto, lo asesinaron.

—Lo siento tanto, Miguel. Sé que es muy fuerte por lo que estás pasando, pero te pido que tengas fortaleza. Sé fuerte por tu madre.

—Mi vida se está derrumbando, Sara. Primero lo nuestro se acaba y ahora mi padre se va para siempre —solloza—. Desearía que estuvieras a mi lado ahora.

—Sé fuerte, Miguel. Y por favor no hablemos de nosotros ahora, tú me fallaste.

María toca la puerta de su hijo y con voz afónica por tanto llorar, le dice: —Hijo, ya es hora de irnos.

—Me tengo que ir, ya es hora de darle el último adiós a mi padre —dice Miguel y corta la llamada.

***

Al terminar el sepelio la esposa y la hija del alcalde Ortiz, y la esposa del comandante Garcés, hablan y consuelan a María. El alcalde y el comandante están conversando en uno de los árboles de Olmo que hay en el cementerio, los dos hombres están alejados de la multitud.

Black Hunter: El nacer de Los JusticierosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora