Capítulo 25. Marvin.

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A veces, en el chat, aparecían usuarios que Marvin nunca había visto en elsalón. ElgauchoRABIOSO le explicó que eran usuarios que habían pasadoalguna vez por el club, pero que, tras haber sido liberados, prefirieron irse yelegir por sí mismos dónde vivirían. Su amigo Dein8Öko, por ejemplo, habíalogrado subirse a un barco y cruzar a Suecia, donde vivía una de sus hijas. Lachica hacía tres años que no le hablaba a su padre, pero tenía dos kentukis enel patio y, cuando vio al topo de peluche parado en la puerta de su casa yempapado por la lluvia, lo había adoptado de inmediato.Una vez, uno que nunca antes Marvin había visto, se sumó de pronto a laconversación:Mac.SaPoNJa= m qdan 5 min max batería. Perro arrancó rastreador x favrcreo estoy n sótano n.o 2 calle Presteheia.ZO2xxx y Kingko también estaban conectados. Mandaron mensajes a Jesperpero no pudieron contactarlo. Aunque la calle Presteheia era en la otra puntadel pueblo, intentaron ayudar. Kingko buscó teléfonos de las casas de la zonae hizo llamadas al azar. «¿Vive en la calle Presteheia? ¿Tiene sótano?Creemos que hay un kentuki agonizando, ¿podría bajar y revisar?». Habíagente que todavía no sabía lo que era un kentuki. Siete minutos más tardeperdieron la conexión. Más tarde, cuando Jesper intentó localizarlo siguiendolas pistas del rastreador, nada lo condujo al número 2 de Presteheia, sino queterminó agachado debajo de la camioneta de la pescadería donde, junto a unabolsa robada de basura, un perro callejero masticaba tranquilamente elrastreador de Mac.SaPoNJa. Cosas así pasaban cada tanto. La muerte deotros kentukis siempre los unía. Los ponía a todos a pensar. Y a Marvin lehacía olvidar por un rato lo único que le preocupaba de ese otro mundo quese había vuelto demasiado aburrido: que pronto llegarían las notas, y tendríaque mostrárselas a su padre.Una noche, tras una larga jornada de paseo con Kitty03, recibió en su tabletun correo de Jesper: sus accesorios estaban terminados, se los colocaría esamisma tarde, y al otro día, apenas él despertara en Antigua, su kentuki estaríalisto.-Voy a tocar la nieve -anunció a la mañana siguiente en el recreo delcolegio-, cuando regrese a casa, en Honningsvåg estará todo instalado.Sus amigos ya no hablaban de culos ni de Dubai. Lo escuchaban y tomabannota con los ojos, inquietos de envidia. El de Dubai había intentado escaparcon su kentuki, quería «autoliberarse». Lo había intentado tres veces ya, perocada vez lo encontraban. Le habían armado un pequeño cerco alrededor delliving que lo había dejado completamente fuera de juego.-¿Hay un plan? -preguntaron-. ¿Sabes cómo llegar desde el salón a lanieve?Lo tenía anotado. Tenía un plan listo, al menos hasta la salida del pueblo.SnowDragon= me voy de excursión esta tardeKitty03= salud p/los valientes :-)Lo anunció en el chat apenas encendió al kentuki. Hubo un gran revueloseguido de consejos del grupo entero. No fue hasta que salió de su casillero yse vio en el espejo del salón que entendió cuánto había cambiado su kentukicon los nuevos accesorios. Jesper le explicó cómo funcionaban. Con laextensión de la batería tenía autonomía para casi dos días, aunque esto, claro,dependía de cuánto uso se le diera al kentuki. Jesper se acercó un poco más yle habló casi en susurros.-Mirá el correo, acabo de mandarte algo.Era un mapa de Honningsvåg. Había siete puntos rojos marcados y el correoexplicaba que eran bases de carga. Era como si te mandaran un mapa de sietetesoros enterrados. Jesper le explicó que no compartía esa información con lamayoría de sus kentukis, porque a la larga sería exponerlos a una libertadpeligrosa. Pero cuando alguien tenía misiones importantes, las bases podíanayudarlos si estaban en peligro. Marvin sonrió, sacudió las piernas debajo delescritorio. Eso haría el viaje mucho más fácil. En la pantalla, Jesper ledevolvió la sonrisa.-Ahora prestá atención, SnowDragon.Le mostró cómo se activaban las ruedas de nieve. Eran altas como un terciodel kentuki y eso hacía que la cámara tuviera una perspectiva bastante másamplia. Era como si hubiese crecido.Kitty03= oye q guapazo estamos hoy, ah...Z02xxx y Kingko también circulaban por ahí cuando SnowDragon decidiópartir. Kitty03 propuso que se acercara hasta la cortina plástica y los tres loempujaran suavemente hacia afuera, dijo que eso le daría buena suerte.Jesper lo estaba esperando en la calle. Una de sus chicas se colgaba de subrazo izquierdo sin saber muy bien qué estaba pasando. Jesper se agachófrente a él.-Si algo pasa activa la alarma y ahí estaré -dijo, mostrándole sus puños conlos pulgares hacia arriba.SnowDragon gruñó de felicidad. Bajó la pendiente y dobló hacia la derecha.Kitty03= ¡toca la nieve por todos!Z02xxx= te seguimos por acá, campeónkingkko= <3<3<3<3<3Antes de emprender su aventura hacia la nieve, Marvin pasó frente a lavidriera del negocio de electrodomésticos. Aunque todas las veredas teníanaccesos para discapacitados y era fácil cruzar, subir y bajar, le costó un buenrato llegar. Iba bien pegado a la pared, para evitar ser visto por algúnborracho nocturno. Encontró el negocio más pequeño y lúgubre de lo quehabía imaginado desde la vidriera. Entre las aspiradoras, en un preciosojarrón turquesa, estaba su ramo de flores. Se veía ya gris y decaído, pero senotaba que había sido un ramo espectacular, y le alegró que la mujer, como silo hubiese estado esperando, aún no lo hubiera reemplazado. En Antigua, aMarvin se le hizo un nudo en la garganta y se preguntó si acaso no habríaabandonado a la única ama que había tenido.Bajó hacia el terraplén del puerto, camino a la zona en la que Jesper le habíamarcado la nieve. Dos perros lo siguieron, olisqueándolo. Intentaron morderlelas ruedas, gruñendo y empujándolo hacia delante con los hocicos, y Marvinse acordó de Dein8Öko y temió que la aventura resultara más corta de loesperado. Al final se alejaron. No era tan fácil ni rápido cruzar el pueblo, perole gustaba pensar que, incluso ahora que en la cuenta de su madre noquedaba ni un euro, podría vivir como un kentuki un siglo sin preocuparse porel dinero. Podía comer y dormir en Antigua atendiendo cada tanto su cuerpo, mientras en Noruega los días pasarían tranquilamente, cargándose de baseen base, sin añorar ni un pedazo de chocolate, ni una manta para pasar lanoche. No necesitar nada de eso para vivir tenía algo de superhéroe, y si al finlograba encontrar la nieve, podía vivir el resto de su vida en ella sin quesiquiera le diera un poquito de frío.En algún momento perdió el equilibrio y rodó por el ripio hacia la playa. Sedetuvo unos metros más abajo. Había quedado trabado entre las piedras,acostado, y aunque las ruedas eran grandes parecía imposible ponerse de pie.Oyó pasos a sus espaldas, un hombre se acercaba. Hizo gruñir al dragón, y elhombre lo vio y se desvió hasta él. Lo levantó y estuvo un rato mirándolo,girando sus ruedas para un lado y para el otro, sacudiéndolo como si setratara de una caja de nueces. Marvin se preguntó si todavía llevaría entresus ruedas la etiqueta de la casa de electrodomésticos. Al fin el hombre seaburrió de él y volvió a dejarlo sobre el piso. Marvin se alejó enseguida,temeroso de que volviera a levantarlo. Pero el hombre ni se movió, se quedóen su sitio un buen rato, viéndolo alejarse con curiosidad.Marvin siempre había pensado que, para su dragón, los humanos serían elmayor peligro. Nunca se le hubiera ocurrido que los pozos, las piedras y elhielo serían los más empecinados en retenerlo. No le extrañó terminaratascado debajo de una camioneta. Con las ruedas nuevas era difícil calcularla altura del dragón y a medianoche, tras haber cruzado todo Honningsvåg y acuadras del camino que subía hacia la nieve, optó por un atajo y quedótrabado entre el piso y un tanque de nafta.Kitty03= q tal va la vida SnowDragon?Era una situación demasiado frustrante como para además comentarla. Ydesde que había abandonado el club no había vuelto a participar en el chat.Se entretenía a veces leyendo, pero no participaba. Vio su nombre una vez,preguntaban por él. Le alegró leer que Kitty03 y Z02xxx estabanpreocupados. En cuanto tuviera buenas noticias, se comunicaría.Pero ahora estaba atrapado, y aunque hizo todo lo posible por salirse, sucabeza parecía haberse pegado a ese odioso tanque de nafta. Cuando el padrelo llamó a cenar, no le quedó otro remedio que rezar por la vida y la bateríadel kentuki y abandonarlo a su suerte.Al otro día, en cuanto encendió la tablet, vio que la camioneta ya no estaba.Alguien lo había colocado junto a la puerta trasera de la pescadería. Sepreguntó si lo habrían visto a tiempo o si habría rodado bajo la camionetacuando esta arrancó. ¿Qué tan rayado estaría? Sin embargo, el kentukiparecía funcionar bien. La batería era el único problema: quedaba solo un 4%.Revisó el mapa que le había mandado Jesper, había una base de carga a doscuadras y fue directo hacia ella. Según las indicaciones había una solaestación de servicio en el pueblo y no estaba muy lejos. Cruzó las calles sindistraerse, concentrado en la optimización de su energía. Detrás de laestación de servicio había una pequeña plazoleta, y detrás, escondido trassiete tachos de basura de distintos colores, un cobertizo para leña. Alguienhabía serruchado desprolijamente una pequeña abertura. Dentro estaba vacíoy algunas líneas de luz se filtraban por las maderas que hacían de techo; elcargador estaba colocado en una esquina. Se veía sucio y húmedo. Su bateríamarcaba solo un 2% de carga. Se acercó sin acelerar demasiado. Si poralguna razón la base no funcionaba, estaba perdido: incluso si activaba laalarma Jesper difícilmente podría llegar a tiempo. Trepó y se calzó. En sucontrolador la batería roja cambió a su estado amarillo, de recarga. Frente aél, sobre la madera y en aerosol, alguien había escrito: «Respira, estás enzona liberada». Respiró. Dejaría al kentuki ahí toda la noche, era un sitioseguro, y partiría al día siguiente completamente cargado, hacia la nieve. Serecostó al fin en la silla de su padre. Solo entonces se dio cuenta de quetodavía llevaba la mochila colgada en la espalda.

KentukisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora