Capítulo 20. Marvin/Jesper.

22 0 0
                                    

Era una revolución. Lo importante se lo explicaron bien clarito y el resto lofue entendiendo él solo. Era un plan que el chico del anillo había ideadodurante meses, desde la primera vez que vio a un kentuki en una vidriera. Marvin no había sido raptado, sino liberado, lo supo al día siguiente, luego depasar toda la noche en vela mordiéndose las uñas en su cama. Cuando al finregresó del colegio, corrió al estudio y prendió la tablet. Despertó al kentukirezando bajito el padre nuestro, y entonces Dios, que ya empezaba a revelarqué era bueno y qué era malo para Marvin, iluminó la pantalla. El salón debaile brilló en cada pixel y cada pixel se reflejó en sus ojos. Estaba sobre uncargador. ¡Estaba vivo! Tuvo que moverse un poco, salir de lo que parecía seruna caja, para alejarse y descubrir dónde estaba. Contra una de las paredesdel salón de baile, doce casilleros de madera se alineaban justo debajo delespejo. Dos estaban ocupados: un topo en uno y un panda en otro, casi en laotra punta. Los kentukis esperaban dentro de su puesto con los ojos cerrados.¿Su dragón cerraría los ojos cuando él no estaba?El chico del anillo lo vio moverse y se acercó. Tenía unos cartones en la mano,se agachó frente a él y le mostró uno. Era un cartel del tamaño de un libro.Arriba llevaba el número 1. Abajo, en inglés, decía:«Manda un mail a esta dirección».El chico dio vuelta el cartel, del otro lado había una dirección de correo. Sequedó estudiándola y se dio cuenta de que el chico podría bajar el cartel encualquier momento, así que soltó la tablet y revolvió sus cuadernos como unloco, buscando con qué anotar. Tomó nota de la dirección de mail, abrió sucasilla, escribió «Hello» y mandó el mensaje. Al terminar dio un paso brevehacia atrás con el kentuki. El chico bajó el cartel y subió otro. Este llevaba elnúmero 2. Evidentemente, todo estaba pensado y preparado, quizá otroskentukis de la sala habrían pasado antes por eso. El segundo cartel decía:«Espera».Marvin esperó. El chico se alejó escribiendo en su teléfono, un kentuki conejole seguía el paso a cada movimiento. Enseguida Marvin recibió un segundomensaje en su casilla.«Instala este programa».Venía adjunta una aplicación. Marvin miró la puerta cerrada del escritorio yno lo pensó dos veces. En menos de un minuto la instalación estaba enproceso. El controlador se cerró y cuando volvió a abrirse tenía una ventanade chat a la derecha de la pantalla. Había mensajes en idiomas extrañísimos.No había ninguno en español, pero entendía los que estaban en inglés.Kitty03= en knysna 24o, me debes 2 $kingkko= y por último: las sardinas. Eso sí que noElCoyyote= acá -5o. Entrando akingkko= para eso me fui de casa de mi madre, no?ElCoyyote= cirugía. Saco un riñón y los veo más tardeKitty03= :-)Marvin oyó otro mensaje entrar a su casilla. Era una confirmación de ingresoal Club de Liberación. «Aquí estás ahora», decía más abajo, con un link aGoogle Maps. Estaba en la calle Prestevannsveien 39, de Honningsvåg.¡Honningsvåg! ¿Dónde quedaría eso? Abrió un mapa en la tablet y lo localizó.Era lo más al norte que se podía estar en Europa. Estaba rodeado de nieve.En la pantalla, el chico volvía a levantar un cartel. El número 3 decía:«Elige un apodo y mándalo al correo».Marvin lo pensó un momento. Tomó su decisión, la escribió y la mandó.«Bienvenido» decía la tarjeta número 4.Y luego el chico le dio vuelta:«Tu kentuki ha sido liberado».Kingko y Kitty03 lo saludaron en el chat. Su nickname parpadeaba esperandouna respuesta. Se animó:SnowDragon= hello!Kitty03= Me encanta tu nick SnowDragon!El resto también festejó. Un tal Tunumma83 se sumó a la conversación y unacascada de preguntas mantuvo a Marvin ocupado un buen rato. Nadie sabíadónde quedaba Antigua ni dónde quedaba Guatemala, así que mandó un link.Dijo su edad y el nombre de su colegio, y aclaró que no tenía madre, nihermanos, ni perro.Tunumma83= pero esto vale x3 ¡estás en el club de liberación! hay usuarios qmorirían x estar en tu lugar.Marvin no terminaba de entender de qué se trataba ese club. Al día siguiente,en el primer recreo del colegio, lo googleó con sus amigos. Su club no estabapor ningún lado. Había otros, todos pequeños e improvisados, parecía algoque se hubiera inventado la semana anterior. A alguien se le había ocurridoque maltratar un kentuki era tan cruel como tener un perro atado el díaentero bajo el sol, incluso más cruel si se consideraba que, del otro lado,había un ser humano, y algunos usuarios habían intentado fundar sus propiosclubs y liberar kentukis que consideraban maltratados. Pero ¿por qué querríaun kentuki que lo liberaran? ¿No bastaba con desconectarse uno mismo ylisto? Sabía que la libertad en el mundo kentuki no era la misma que en elmundo real, aunque esto tampoco ordenaba las cosas si se caía en la cuentade que el mundo kentuki también era real. Y tuvo que recordarse que élmismo había ansiado su libertad sin pensar ni una sola vez en la posibilidadde apagarse. Había clubes como el suyo incluso en Guatemala, listaban todotipo de abusos, abusos en los que Marvin nunca hubiera pensado. Y sesorprendió cuando sus amigos le señalaron el ítem de «encierro o exposiciónpara promociones comerciales», y todavía tuvieron que explicarle que eso eslo que había pasado con la vidriera en la que había vivido casi dos meses.¿Había vivido casi dos meses dentro de una vidriera? Pensó en todas las vecesque el chico le había golpeado el vidrio y había escrito los mensajes deliberación. Y aun así, la mujer seguía pareciéndole alguien confiable, alguienque nunca hubiera querido hacerle daño.Los días siguientes los pasó investigando el lugar y conociendo a suscompañeros. Había cargadores en cada rincón. Había un agujero que el chicohabía hecho en la puerta de entrada al salón, con una cortina de plástico paraque la calefacción no se escapara cuando los kentukis entraban o salían. Másde una vez alguno quedaba trabado y chillaba para que alguien fuera hastaahí y le diera un empujón.A veces SnowDragon salía de excursión. Daba vueltas a la casa y se movía enla «zona segura», que era un radio de dos kilómetros que el chico le habíaenviado marcado en un mapa, dos kilómetros que básicamente consistían ensalir al otro lado del pueblo, donde los pocos habitantes que circulaban a esahora de la noche sabían de los kentukis -aunque Marvin no creía quesupieran sobre el Club de Liberación-, y se cuidaban de no pisarlos con loscoches ni pretendían ya llevárselos a las casas.El chico se llamaba Jesper y era hacker, DJ y bailarín. Siempre lo acompañabaalguna chica. Ellas iban y venían, entraban hechas una bola de abrigo, perodentro esquivaban los kentukis con ropa suelta y liviana, y Marvin se quedabamirándolas, encantado. Si les golpeaba los pies, a veces se agachaban frente aél y le rascaban la cabeza. Tenían los ojos claros y la piel muy blanca. Jesperno les prestaba demasiada atención, iba y venía constantemente ocupado,tenía muchas cosas que hacer. Si le depositaban 45 euros en su cuenta,pegaba a la espalda de los kentukis una alarma que podía activarse desde elcontrolador. Entonces, si el kentuki estaba en peligro y la alarma se activaba,una sirena sonaba dentro de la carcasa del kentuki para llamar la atenciónsobre lo que fuera que estuviera pasando. Y mientras, lo más importante, unlocalizador se activaba y marcaba en el mapa de Jesper dónde estaba elkentuki en apuros. Un par de días antes, a las tres de mañana, un tal ZO2xxxse había quedado trabado en un charco de hielo. Si no hubiera sido por laalarma no le habría alcanzado la batería mucho más tiempo y lo habríanperdido. Jesper lo sacó del hielo solo siete minutos después de activada laalarma, lo que confirmaba su lema de que el servicio que ofrecía él era másrápido que el de una ambulancia.Marvin le transfirió los 45 euros para una alarma. No era tanto dinero paralas ventajas que obtenía y todavía quedaban ahorros en la cuenta de sumadre. Kitty03 y ElgauchoRABIOSO tenían una cámara sobre la cabeza queles permitía grabar la experiencia las veinticuatro horas del día, los videosiban directo a los discos de sus casas. Jesper trabajaba ahora en un dronepara Kitty03. Kitty03 tenía dinero y quería comprarlo todo, Jesper estaba,básicamente, a su servicio.En Antigua, sus amigos habían localizado a Jesper y lo seguían desde susredes sociales. Muchos de sus inventos y aplicaciones eran ideas que secompartían entre clubes, y Jesper había subido un video de su salón de bailecuando, unos días atrás, seis de sus kentukis habían estado jugando un juegode pelota. Era precioso ver al fin ese mundo que Marvin siempre recorría denoche y que parecía tanto más amplio y cálido con luz natural. En el minuto2:19 se veía a su kentuki dentro de uno de los casilleros para dormir. Loschicos le mandaron el link y Marvin se pasó la tarde viéndolo una y otra vez.Aparecía con los ojos cerrados y Marvin creía que era algo tan dulce, quehubiera pagado todo el dinero que quedaba en la cuenta de su madre paraque Jesper se lo mandara por correo a Antigua y poder abrazarlo.En las noches siguientes había vuelto a nevar y SnowDragon había salido a lazona segura para ver el espectáculo bien de cerca. En realidad, lo que queríaMarvin -aún más que abrazar a su dragón- era estar muy cerca de la nieve,hundir al kentuki en un tumulto bien blanco y espumoso. Era una desilusiónver cuán rápido se derretían los copos apenas tocaban el piso.En el chat del controlador, Kitty03 quiso saber si su obsesión con la nieve eraalgo que tenía que ver con su madre. Él había contado muchas cosas, y ahoraellos sabían más de Marvin que su padre, o que la señora que cuidaba su casaen Antigua. Sus nuevos amigos eran gente grande que vivía en ciudades queél nunca había oído nombrar, pero que había buscado y encontrado, ymarcado en su mapa de geografía para que sus amigos del colegio pudieranentender de un vistazo el tipo de amistades que él tenía.Una noche salió con Kitty03 a dar una vuelta alrededor del salón. Había unchancho en la casa de atrás del salón de Jesper, y cuando los veía, el chanchosiempre gritaba. A Kitty03 le encantaba, salía a verlo cada día y le habíaofrecido a Jesper 300 euros para que lo comprara, lo mantuviera en suterreno y se asegurara de que nadie lo hiciera al horno. Kitty03 se habíainformado bien y decía que 150 euros era lo que te pagaban por un chanchode esos en un matadero, ella ofrecía exactamente el doble. Pero Jesper decíaque sus negocios solo incluían cuestiones con kentukis, para la compra yventa de animales de granja tendría que buscarse a otro empleado.SnowDragon charlaba mucho con Kitty03. Aunque el chat era abierto losmensajes no tenían historial, así que si ellos eran los únicos conectados teníancierta intimidad para hablar de sus cosas. Marvin le contó más sobre sumadre y Kitty03 dijo que era la historia más triste que había escuchado en suvida.Kitty03= del 1 al 10 cuánto qrés tocar la nieve?SnowDragon= 10Kitty03= es lo q yo quiero al chancho. habla con Jesper. paga x lo q quierespara eso es el $$$SnowDragon= pagar p/q?Kitty03 dijo que Jesper podría construir lo que fuera que él necesitara. Conuna extensión de batería y algo para andar en la nieve podría llegar acualquier lado, quien sabe, quizá era cuestión de preguntar. Así que Marvin lepidió a Jesper un presupuesto. Le explicó lo que necesitaba. Dos horas mástarde tuvo una respuesta. Por 310 euros podía colgarle en la espalda unaextensión de la batería y calzar sus pequeñas ruedas en una base todo terreno -le mandó un link para que viera de qué estaba hablando-. Pensó que elkentuki, con tantos accesorios, se parecería más a un astronauta que a undragón, y que con poco dinero más podía comprarse un kentuki en Antigua yconvertirse él mismo en amo. Aunque tener un kentuki implicaría para élseguir enclaustrado en su casa, y en cambio él era un kentuki liberado. Conlos accesorios de Jesper podría salir a donde fuera que se le diera la gana,hacer largas excursiones por un mundo en el que se podía vivir sin bajar niuna sola vez a cenar, de hecho, podría vivir sin comer en absoluto, y tocar lanieve el día entero, cuando al fin la encontrara.Salvando unas monedas, 310 euros era casi todo lo que quedaba en la cuentade su madre. Aceptó. Transfirió inmediatamente el dinero y una media horamás tarde le escribió otra vez diciendo que todavía tenía 47 euros más -elsaldo exacto que quedaba en la cuenta-, y que se los transferiría también sienviaba un ramo de flores a la casa de electrodomésticos. Tenía que ser unramo de flores muy grande. A Jesper le pareció bien. Dijo que estaba conmuchos pedidos, que le tomaría al menos una semana y que lo mantendría altanto. Marvin le escribió agradecido, los tiempos le parecieron bien. Solotenía un pedido extra. ¿Podría agregar al ramo una tarjeta? El mensaje teníaque decir: «Querida ama: quise ir todavía más lejos. Gracias, SnowDragon».

KentukisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora