28 de febrero

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Me siento apartada, marginada, me siento un cero a la izquierda y la miga que siempre queda en el final de la bolsa y que nadie quiere. Me siento un desecho social, opino que me crearon para hacer bulto y para completar el espacio aquí. Me siento el agujerito que se ha quedado sin color en un cuadro de Picasso y la última nota que nadie entona de la canción más repetitiva en la verbena.

Me siento una más, cuando yo no quiero ser eso; Quiero destacar y tener un talento. Quiero cantar sin que me digan que parezco un gato pariendo. Quiero correr sin fatigarme, bailar sin imitar a los patos y levantarme sin ser una don nadie. Quiero sonreír sin motivos y gritar al mundo sin miedo a que me mire mal, quiero sentirme apoyada y no sentirme siempre en la cuerda floja. Deseo viajar y sentirme libre en este mundo de normas. Amaría servir para algo útil y no ser la persona a la que todos recurren cuando hay problemas. Me gustaría ponerme a pie del cañón sin temores a que dispare en mi dirección. Quiero sacar mi yo interior, la que está tan asustada, y decirle que adelante, que no hay nada perdido. Quiero confiar en mí misma y hacer que los demás me vean fuerte. Me encantaría no tenerle miedo a los comentarios ajenos, que tanto me destruyen.

Derrocharía hasta mi último aliento riendo. Exploraría lo peligroso. Escalaría montañas y, al llegar a la cima, colocaría la bandera de la victoria. Abrazaría sin miedo a ser rechazada.

Me atrevería a sentir algo corriendo por mis venas.

Pero no puedo hacerlo, no tengo fuerzas.

Diario de una escritora sin vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora