Ídolo

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Tener un ídolo es algo mágico, a mi personalmente me llena. Llevo cuatro años viendo como crecen y la piel se me sigue erizando cada vez que una melodía suya se me cuela dentro. Sigo teniendo esa capacidad de estar horas hablando de lo feliz que me hacen o de como sonrieron frente a la cámara y  pensé que lo hacían para mi. Me paso las horas viendo sus caras a través de una pantalla porque necesito sentirles más cerca solo porque fueron quienes me levantaron cuando nadie me vio en el suelo.
Y lo que más me molesta es que nadie lo entiende, no comprenden como puedo llorar por personas que están a kilómetros y que no saben de mi existencia, ahora no gasto mi tiempo en decirles que esas personas han crecido a mi lado como cualquiera de los que me rodean, tampoco les explico porque el corazón me va cien veces más rápido cuando de ellos se trata o de como daría mucho por ir y decirles lo mucho que me han cambiado y lo agradecida que estoy. Se han sabido hacer un hueco en mi vida y siguen estando ahí, como el primer día.
Me acuerdo que los descubrí porque mi hermana me obligó a ver su primer videoclip, y dejarme deciros, que no me impresionó su pelo o si eran los chicos más guapos del mundo, me impresionó la manera en la que esa canción se metió en la cabeza y me hizo saber que era preciosa.
Tener un ídolo es lo más maravilloso que a alguien le puede ocurrir, porque sabiendo que no conoce ni tu nombre luchas con todas tus fuerzas para decirle que él te salvó de los demonios de la noche.

Diario de una escritora sin vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora