Os voy a decir que es lo peor del mundo:
Lo peor es acostumbrarte a sentir dolor, a saber que es tan propio de ti como tus ojos. Es verlo como una característica de tú personalidad.
Si a eso le sumas el querer esconderlo, camuflarlo, y que la única forma posible sea ayudando a los demás, eso ya es insufrible. Pero lo haces por miedo. Te aterra que los demás te conozcan y por eso los pones por encima de ti. Te asusta que te vean hecha añicos y huyes de tú propio cuerpo, estás pero no estás.
Haces lo posible para que no vean que tienes problemas, para que piensen que eres feliz y así conseguir que ni se centren en ti. Y cuando lo consigues, sin saberlo, te hundes más en la tierra. Cavas tú destino. Y solo quieres desaparecer, o saltar. Entonces te das cuenta de que en verdad necesitas ayuda, pero eres tan cobarde que no la pides, además que no quieres dar pena. Así que sigues jugando a dañarte, y lo peor es que sabes como acabará esta partida, pero vuelves a tirar los dados una vez más para ver lejos la casilla de salida sabiendo que cada cuadradito que avanzas, es un paso al final. Y entonces congelas el juego, te preguntas si habrá para ti otra ronda o si serás eliminada, y las dudas se apoderan de ti pero una fuerza hace que sigas jugando. Y ahora sientes más miedo que el de costumbre, acabas ya.
Si total, ya lo decían, 'todos los puentes están enamorados de un suicida', llegará a ser verdad.
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Diario de una escritora sin voz
Teen Fictionsoy la persona en la que nadie piensa cuando escucha una canción