mis memorias

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Tengo vagos recuerdos de mi infancia. Sé que nací llorando, probablemente porque el exterior era frío, o porque sabía que el mundo estaba lleno de inseguridades. Di mis primeros pasos en un hospital, demasiado tarde para mi edad, y crecí creyendo ciegamente en los Reyes Magos y en el Ratoncito Pérez. Mi época favorita era la Navidad, porque me regalaban cientos de juguetes de los cuales me cansaría a las dos semanas. Cuando íbamos a celebrarlo con la familia materna, comía tanto como pudiera imaginar. En cambio, con la familia de mi padre, disfrutaba del calor de la brasa y de muchísima compañía familiar.

Dicen que a medida que creces vas perdiendo la fe en el mundo y tal vez así sea. Comencé a descubrir todos los secretos que de niña me parecían juegos, me vi obligada a madurar y a aprender que si quieres que alguien te recuerde tienes que dejarle una huella enorme en su vida, porque incluso si es de tu familia, olvidará tu nombre. También entendí el significado de complejo a base de golpes, y es que es mejor halagar o callar que ir a matar escupiendo dardos venenosos. Después de todos los problemas viene la cura, y es una espera de años que todavía sigue martilleándome con sus cambios.

Desde siempre los años han ido cambiando, empieza uno y estás en la cima del mundo y al siguiente estás construyendo la escalera para empezar a subir de nuevo, a veces no puedes ni fiarte de que el sol esté fuera porque puede empezar a llover y al final acabarás empapado con un resfriado de cuatro días.

Los juegos en cambio siempre son los mismos a cualquier edad, solo cambian los jugadores. Sigo escondiéndome, pero ya no de mis amigos, ahora de demonios. Corro detrás de sueños solo para pillarlos y a veces me toca saltarme un par de números para no verme tan hundida.

En realidad cada año que pasa es el mismo que el anterior pero con más responsabilidades, y si sois como yo, incapaz de organizarme y una cabezota, os compadezco, porque sé lo que cuesta ordenar una vida cuando llevas tanto tiempo sin hacerle caso.


Y sí, he aprovechado este espacio que me brindan para escribir acerca de mi vida, y he dicho cosas que jamás me había atrevido a gritar.

Diario de una escritora sin vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora