Capítulo 20

85 20 6
                                    

Brianna

Y pensar que cuando deje mi tierra ilusionada y en busca de mi sueño me iba a encontrar con tantos problemas, quien diría que tendría en mi mochila cargas que no eran mías. En estos momentos recuerdo lo que me dijeron mis padres antes de partir, "figlia la vita non è facile" (hija la vida no es fácil), encontraras muchos obstáculos, pero eres fuerte e inteligente y sabrás salir de ellos... si ellos supieran... aquí estoy en otro continente superando toda la mierda que me está pasando.

Es temprano y la enfermera llega a checar a Rob, después de hablar con el de todo lo que ha pasado en su estadía en el hospital, no le ha quedado más escuchar lo que tengo para decirle, en cuanto pueda ya moverse quiero que se regrese a Italia, por mucho que ame a mi hermano, no pienso permitir que intervenga más en mi vida, estoy decidida a ya no dejarme pisotear y en este punto mi hermano es muy culpable de todo.

Exactamente como dijo ayer Alejandro, llega temprano por mí, y aunque parte de mi está más tranquila, la otra parte quiere dar pelea, me despido de Rob y le digo que me llame por cualquier cosa que necesite, que no tardare para la hora que le den el alta.

Salgo con Alejandro atrás de él, camina relajado, tranquilo, va vestido en unos jeans ajustados, su camisa se adhiere a su cuerpo y como yo, me doy cuenta de que atrae muchas miradas al pasar, me da por sonreír al notar a la enfermera salivando por él, es el efecto Alejandro James, voltea al ver que no me le he emparejado y me da esa sonrisa de lado como si supiera que me lo he estado comiendo con la mirada. Toma mi mano y entrelaza sus dedos a los míos, animándome a caminar más rápido, acerca su boca a mi oído y dice "ya rojita, no estés enojado conmigo" pone un beso en mi cuello y eriza todo mi cuerpo, mi resolución de pelea está tambaleándose.

Ya en su auto no dirigimos a mi casa, yo he ido la mayor parte del tiempo en silencio, observando los grandes edificios, admirando todas las bellas postales que hicieron que yo quisiera venir aquí, él ha entendido que aún no quiero hablar así que tampoco habla mucho, solo hace comentarios en los que me pregunta si estoy bien, si tengo hambre a los que yo contesto con monosílabos, ya en cuanto estemos en casa va a ser tiempo de hablar y de aclarar todo lo que pasa por mi cabeza.

Entramos en mi departamento y automáticamente ambos nos dirigimos al sofá, veo como él toma asiento frente a mí y nos miramos mutuamente, esperando quien comenzara el dialogo, tal parece que él le mi mente porque empieza a hablar.

– Antes de que digas nada, solo quiero que sepas que no me arrepiento de nada de lo he hecho hasta este momento... – se recargo en el asiento y cruzo su pierna, dándome esa mirada de autosuficiencia.

Su sinceridad es apabullante, ya no sé cómo sentirme al respecto, toda la furia y el enojo que sentía el día de ayer ha disminuido, y aunque ayer quería matarlo y desahogue toda mi rabia con él, sé que era mi única oportunidad de arreglar esto, de poder tener tranquilidad al menos por ahora, así que, si, me sentía mal por haber actuado de la forma que hice por haberme enfrentado a él, cuando lo único que hizo fue ayudarme.

– Alejandro, primero que nada, quiero ofrecerte una disculpa por ayer y quiero darte las gracias...

– Interesante – se enderezo y puso sus codos en sus piernas juntando las manos, escuchándome atentamente. – continua...

– Que no se te suba a la cabeza chef... – le sonreí–. Vale, que lo lamento y ahora hay que hablar de cómo te voy a pagar ese dinero, sabes que no cuento con esa cantidad, pero...

– Rojita, para, que no te estoy cobrando...

– Lo sé, pero si realmente quieres que deje pasar el hecho de que actuaste a mis espaldas y decidiste algo que solo me concernía a mí y a mi hermano, tenemos que llegar a un acuerdo... me lo debes Alejandro – exhalo y se pasó las manos por su cabello despeinando esos mechones que solo me provocaban enredarlos en mis manos.

Gastronomía del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora