Capítulo 9. Échale más aerosol.

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Cloe llegó corriendo a la casa de María, lloraba de felicidad, no cabía en su pecho tanta felicidad. Tanta fue su dicha que al cruzar la pequeña placita cerca de la casa de María, se sacó los tacones y comenzó a correr saltando los charcos de agua que se habían formado por la intensa lluvia que cayó y que ya había cesado, pero el cielo aún estaba gris pero para Cloe era como si un sol radiante resplandecía en el cielo con una inmenso arcoíris, así se sentía.

Al llegar a la casa de María lo primero que hizo fue abrazarla muy fuerte.

—Niña, niña que te sucede, ¿Por qué llegas así?

—María, María estoy feliz —comenzó a dar brincos llevándola con ella y terminaron riendo.

—¿Y mi madre?

—En la cocina, estábamos cocinando, bueno yo, ella solo me hace compañía —María sonrío y ella corrió junto a su madre, al verla no dudó en enrollar sus brazos al cuello de su madre y la llenó de besos.

—¿Ahora sí me dirás porqué tan feliz? ¿Ganaste la lotería o algo?—preguntó María al entrar secándose la mano con el delantal.

—Algo así María, recuperé la casa ¿Puedes creerlo?

—¡Oh por Dios! —la mujer cubrió su boca con ambas manos.

—¿Pero cómo Cloe, que hiciste?

Cloe suspiró hondo y comenzó a relatarle parte de lo que había sucedido, pero no podía contarle toda la verdad.

Cloe sabía que su madre la escuchaba y sabía que estaba muy contenta de volver a su casa...—Así que María volveremos hoy mismo a casa.

—Que alegría mi niña, pues vamos a empacar, y cuando venga mi esposo le pediré que nos lleve en su camión las maletas.

—Oh gracias, eres un sol, que haría sin ti mujer.

—No tienes nada que agradecer Cloe, tu madre y tu han sido muy buenas personas conmigo y mi familia, ustedes hicieron lo que nadie quiso hacer por nosotros, darnos cobija y trabajo siendo extranjeros. Y esa gratitud siempre estará presente. Cloe comenzó a derramar algunas lágrimas y volvió a abrazar a María.

Esa tarde estuvieron llevando las maletas nuevamente en su casa, Cloe no dejaba de sonreír y agradecer a Dios por que le había devuelto todo en muy poco tiempo.

No podía negar que todo fue gracias a ese hombre tan bipolar, en quién ella no dejaba de pensar ni un segundo.

Ese roce de sus labios la noche anterior, esa cercanía que tuvieron hizo que algo dentro de ella se encendiera como una llama ardiente.

Hacía tanto tiempo no sentía tal sensación por nadie, desde su ex novio Josué, pero su ex no se comparaba en nada a ese enigmático hombre, Giancarlo De Luca era la tentación en persona, era el deseo y la lujuria mezclados, era mejor mantenerse al margen, evitar a toda costa un nuevo contacto con él, ya que con una sola mirada podría despertar mil cosas en ella, cosas que no debería sentir, su voz tan ronca y particular, que erizaba la piel de cualquiera, y esa sonrisa lobuna que había visto ya varias veces en sus labios desde que lo conoció.

Era lo que Cloe se temía cuando vio por primera vez su foto en internet. Y de pronto solo acarició sus labios y se estremeció al recordarlo, finalmente sacudió su cabeza para seguir arreglando sus cosas nuevamente en su habitación.

De pronto volvió a sonreír y gritar como loca para después lanzarse en su cama con los brazos abiertos, dormiría nuevamente en su cómoda cama.

Sin embargo miró la hora en su reloj y vio que ya se hacía tarde debía caminar hasta el club, porque sí, no dejaría ese trabajo, trabajaría en ambos lugares, la universidad esperaría, ahora lo más importante era terminar de pagar a ese hombre la hipoteca de la casa y que le alcance el dinero para dar una buena vida a su madre, así trabajara 24 horas sin descanso.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora