Capítulo 8.Que comience el juego.

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Esa mañana Cloe fue a ver a su madre, bajo aún la intensa lluvia que no cesaba pero amaneció con una nueva esperanza, después de todo la vida le tenía preparado aún muchas cosas buenas ¿No? No se acaba el mundo por dormir un día, una semana o un mes en la calle, había cosas peores, y eso sería perder a su madre.

Inventó la excusa de que durmió en la casa de una amiga después de que María le reclamó que haya pasado sola en la noche con este temporal, por su puesto no le diría bajo ningún termino que dormía en la calle.

Se despidió de su madre con un gran beso en la frente y un afectuoso abrazo a María quien era su ángel guardián, a pesar de no tener dinero ella no la abandonó y tampoco lo haría, personas como ella son las que debería abundar en este mundo, harían un mundo mejor.

María era de México, pero desde hace 10 años que vive en California, y desde hace 8 años que trabaja para la madre de Cloe limpiando la casa en los tiempos que la señora Sara estaba bien de salud y estaban bien económicamente, pues la madre de Cloe trabajaba como administradora en una tienda importante, pero eso ya quedó en el pasado, cuando Sara enfermó lo poco que le habían dado de indemnización Cloe lo gastó en su tratamiento.

Cloe se cambió de ropa, se puso una ropa más formal y elegante, guardó otro cambio para la noche para ir al club por supuesto no dejaría de trabajar ahí, pero ahora tenía algo más importante que hacer y estaba muy decidida.

Por el momento había dejado de lado la Universidad ya que no tenía dinero para pagar, lastimosamente su beca no se le renovó este año y ella debía ocuparse de su madre, eso era lo que más le ponía triste ya le faltaba poco para terminar su carrera no quería dejarlo sin culminar.

Cloe caminó por largos kilómetros hasta llegar al lugar donde había ido, al estar enfrente al impresionante edificio De Luca Company su corazón se aceleró, de nuevo vería a ese hombre, pero Cloe tenía claro sus convicciones, aquí la única que importaba era su madre.

Ingresó al edificio, habló a la recepcionista muy amable en el primer piso, le otorgó un carnet de visitante ya que nuevamente ahí era una desconocida.

Subió al último piso de presidencia, sus manos sudaban, se miraba en el espejo del ascensor arreglándose su camisa en color rojo y su falda tubo en color gris oscuro, su pelo alto en una cola, sus mejillas no perdían ese rubor que siempre la caracterizaba, y más aún que estaba muerta de nervios, pero eso no se lo demostraría, no ahora, necesitaba esa seguridad.

Se abanicó con ambas manos tratando de calmar su ansiedad cuando se le cayó el bolso en el piso y maldijo por ello, sus manos temblaban, sus piernas también.

El sonido del ascensor anunciando su llegada al último piso hizo que su pulso se acelerara aún mas, finalmente salió del ascensor y se dirigió a la secretaria de Giancarlo, firme y con la cara en alto llegó hasta ahí.

—Buenos días, quisiera hablar con el señor De Luca por favor.

La mujer que se encontraba sentada en su escritorio la observo de pies a cabeza, recelosa de ella, al mirar su impresionante vestimenta y su belleza rara y única, levantando una ceja.

—¿Tiene una cita previa? — indagó la mujer de mala forma.

—No, solo dígale que Cloe Adams está aquí, él me recibirá —contestó ella segura de que Giancarlo la recibiría y no la echaría a patadas de ahí, o eso era lo que esperaba, como ese hombre era tan bipolar ya no sabía que esperar.

—Ya le dije señorita que si no tiene una cita no la puede recibir así que por favor retírese.
Cloe refunfuñó, estaba cansada de esa clase de personas tan desagradables. —Mire señorita yo no me iré sin... —y cuando seguía la discusión acalorada con la secretaria escuchó dos voces, rápidamente giró su cabeza hacia la dirección de donde provenía para ver a nada más y nada menos que Giancarlo y a su ex jefe Rodrigo Miller salir de la oficina.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora