Capítulo 1. ¿Destino o Casualidad?

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—Mamá tienes que comer, mamita anda —suplicaba Cloe intentando dar de comer a su madre quien sufría de parálisis a causa de una enfermedad cerebro vascular.

—Te lo dije Cloe, hoy tu madre no quiso comer —Cloe observaba a María preocupada. María era la enfermera de la madre de Cloe. Su madre había sufrido hace un año atrás un ACV y quedó con secuelas graves, de ahí Cloe a su corta edad es la que cuidaba de su madre sola, ya que de su padre nunca supo nada, ni siquiera lo llegó a conocer, su madre le dijo que él la abandonó antes de saber que ella estaba embarazada después de que le había jurado amor, nunca más volvió a verlo.

—Creo que debo sacar una cita nuevamente con el especialista para llevarla.

—Sería lo mejor Cloe.— ella bajó la comida en el mesón, y se acercó a dejar un beso en la frente de su madre.

—Debo irme mamá hoy trabajo hasta tarde en el restaurante, vuelvo a la noche, debes comer mamita.— le acarició suavemente su rostro.
—Nos vemos en la noche mi amor — dijo dejando otro suave beso en la frente de su amada madre, despidiéndose también de María y luego salir presurosa para no llegar tarde a su trabajo.

Llegó cinco minutos antes de su hora, gracias a Dios ya que la dueña era muy cascarrabias.

—¡Cloe!...exclamó Samanta, quien la esperaba con los brazos cruzados.

—Buenas tardes señora — saludó presurosa y amable.

—A mi oficina — es todo lo que había dicho la mujer para voltearse y caminar con pasos seguros y soberbios hacia su oficina.

Cloe observó a algunos de sus compañeros, saludó sonriendo apenas, agachando la cabeza para caminar detrás de su jefa ingresando al despacho —Siéntate Cloe —exigió Samanta.

—¿Qué ocurre señora? —preguntó ella temerosa y preocupada. Su jefa le extendió un papel que ella lo tomó con sus temblorosas manos.

—¿Mi liquidación? Pe... pero ¿por qué? ¿Qué fue lo que hice mal? —Parpadeó repetidas veces evitando derramar una lágrima, pero se le formó un gran nudo en su garganta.

—Disminución de personal —es todo lo que contestó la mujer.

La verdad era otra, la verdad era que el novio de su jefa, Eduardo, siempre la observaba con curiosidad, Samanta lo había pillado varias veces mirándola embobado, ya que Cloe se caracterizaba por una belleza inigualable.

Su pelo, sus ojos, sus labios todo en ella eran perfectos, como si alguien la hubiera hecho a mano sin prisa y con una exactitud plena. Ella era la belleza en su máxima expresión. Su motivo eran celos, celos de Cloe.

Cloe comenzó a llorar secándose sus lágrimas de mala gana, ni siquiera le pagaba lo que correspondía, pero no estaba ella como para iniciar una demanda, no tenía los recursos necesarios para hacerlo y ella necesitaba el dinero.

—Esto es tuyo. — Samanta extendió el cheque frente a sus ojos. Ella no dudó en tomarlos.

—Puedes irte.— es todo lo que le dijo, ni siquiera le agradeció por sus servicios por estos dos años.
Sin embargo ella si exclamó un "Gracias" antes de retirarse de la oficina.

¿Qué es lo que haré ahora? —se preguntó en voz alta mientras caminaba saliendo del restaurante. No podía contárselo a su madre, ella no estaba bien y una preocupación más podría empeorar su situación.

Al día siguiente Cloe se levantó sin muchos ánimos, con un fuerte dolor de cabeza por haber llorado tanto.

Se vistió y bajó, saludando a María y dejando un cariñoso beso en la mejilla de su madre, la amaba, la amaba con todas sus fuerzas, recordaba las veces en que ella la cuidaba, le hacía la comida, la esperaba fuera de la escuela con los brazos abiertos, cuando de niña la llevaba al parque para jugar a pesar de que ella volvía cansada de su trabajo, su madre era el amor de su vida y ahora ella debía cuidar de ella.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora