Capítulo 2 No todo lo que brilla es oro

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 Nerviosa, ansiosa con el estómago revuelto así despertó Cloe, era el día de su entrevista en De Luca Company, ansiaba ese trabajo, era su más grande oportunidad para hacer lo que le gustaba, le apasionaba pasar horas y horas frente a un ordenador, descifrar códigos y crear nuevos programas, lo que para muchos era agobiante y trabajoso para ella era emocionante.

Se duchó y se vistió con una falda tubo en color gris por debajo de la rodilla y una blusa blanca un poco ajustada, le gustaba vestir bien, le gustaba la elegancia, no sabía de dónde había sacado esos gustos, ya que su madre siempre le inculcó la humildad y se repetía en su cabeza una y otra vez que la ropa o la marca no hacía mejor o peor a una persona, ya que todos terminábamos en el mismo lugar y nos vamos sin nada, así como vinimos al mundo y terminaremos en polvo.

Su madre siempre le enseñó que lo que diferenciaba a las personas era la educación y la bondad que habitaba en los corazones, no lo que uno poseía en bienes, Cloe suspiró mirándose en el espejo.

Su madre era tan sabia, tan hermosa y tan bondadosa, aún no sabía cómo fue que ese hombre que la engendró pudo abandonarla con un hijo en su vientre.

Aun así, Cloe tenía clase, elegancia y belleza, observaba su rostro en el espejo, ladeándolo de un lado a otro, mordiéndose ligeramente el labio inferior, debatiéndose si se maquillaba o iba así natural como a ella le gustaba andar.

Decidió colocarse un poco de delineador y un poco de labial, terminó de peinar su largo pelo castaño y lacio para acomodarse dos pequeñas hebillas a los lados de su cabello recogiéndolo ligeramente.

Miró la hora en su reloj y todavía le quedaba una hora, era una persona muy puntual si debía estar para una hora ella estaba media hora antes de lo establecido. ¿Acaso había algo imperfecto en ella?

Tomó su bolso y bajó a pasos lentos hasta la cocina donde encontró a María leyendo el periódico a su madre.

Sonrío ligeramente al verlas, se acercó a ellas dejando un dulce beso en la cabeza de su madre.

—Buenos días María ¿Cómo han amanecido? ¿Y la reina más hermosa de la casa como amaneció?— Se hincó hasta la altura de la silla de ruedas de su madre sujetando suavemente sus manos juntas. Su madre amagó una pequeña mueca en su rostro, el corazón de Cloe palpitó emocionado, ya que esos pequeños gestos o muecas que su madre lograba hacer la hacían renacer y revivir cada día un poco más.

Cloe aún tenía la esperanza de que su madre pudiera volver a recuperarse con las terapias, los medicamentos y con la ayuda de María y el gran amor que le tenía. No perdía la fé, mucho menos la esperanza.

—Me tengo que ir María — exclamó.

María la observó de pies a cabeza para elevar una de sus cejas.
—¿Y tú mi niña para donde tan elegante?

Ella suspiró mirando brevemente a su madre.

—Tengo una entrevista de trabajo María, en una empresa muy importante.

—Oh vaya mi niña espero que te vaya muy bien.

—Yo también lo espero María, porque estoy realmente nerviosa... —Tonterías Cloe te irá increíble, porque tú lo eres.

Ella observó a María con una sonrisa fugaz y luego a su madre.

—Cuídala te llamaré cualquier cosa y tú también llámame por favor — pidió ella para luego salir de la cocina

—Adiós mamá. Te amo —no había un día, un momento en el que Cloe no se tomará un tiempo, así estaba apurada y con poco, para despedirse de su madre y decirle cuánto la amaba, aún así ella no pudiera responderle ni decirle cuanto también la amaba y la adoraba. Su madre solo se permitió derramar una lágrima cristalina que rodó por su mejilla. Esa lágrima que Cloe ya no alcanzó a ver y que María lo limpió con su pulgar para luego dejar un leve apretón en su mano. Mas que su cuidadora, era su amiga.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora