Capítulo 3. Sin descaro

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Después de comprar un delicioso café de esos que te alegran el día, te levantan el ánimo y te ayudan a tener un excelente día, Giancarlo llegó a la empresa, al entrar saludó a todos desde el portero hasta el personal de limpieza, atrayendo la mirada de todas las féminas que se encontraban en la recepción, sacando y robando suspiros a su paso, con ese porte elegante, atractivo con su imponente altura y su físico que hace caer las bragas de quién lo mire al pasar, adentrándose en su elevador para jefes hasta llegar al último piso que da a presidencia.

—Buenos días— saludó con seriedad a su secretaria a quién un día atrás había follado en el baño de su oficina con total descaro.

Quien coqueta y divertida caminó resonando sus tacones en el piso de mármol detrás de él. Giancarlo ingresó a su oficina sin cerrar su puerta, sabiendo que su secretaria venía detrás.

—Buenos días jefe— saludó con una sonrisa y jugando con el escote de su camisa que dejaba ver gran parte de sus grandes senos.
—¿Qué tenemos para hoy? —preguntó él tomando asiento, no sin antes quitarse su chaqueta y colocarla en el respaldar de su cómoda y acolchonada silla.

Su sexy secretaria no dejaba de coquetear ni un segundo y a él ya comenzaba a fastidiarlo, lo que antes le parecía excitante y jocoso ahora le fastidiaba en exceso.

Ahora estaba más seguro que nunca de cambiarla lo más rápido posible, necesitaba una diversión nueva, un culo nuevo con quien divertirse.
Sheila comenzó a citarle sus deberes mientras él solo escuchaba encendiendo el ordenador.

—Bien, puedes retirarte —dijo con voz poco divertida, Sheila sin embargo no borraba la sonrisa de su rostro, esperando que su apuesto jefe la volviera a tomar como lo hizo ayer, sin permiso y con premura.

Giancarlo levantó la vista frunciendo el ceño para posarla en ella.
—¿Sucede algo? —inquirió levantando una ceja un poco hastiado.

—¿No necesita nada más señor? —preguntó Sheila en tono seductor, o bueno lo que al menos ella creía.

—¿Qué parte de retírate no entendiste? —dijo molesto. Su secretaria lo observó sorprendida. Asintió dando media vuelta un poco confundida para salir de la oficina.

—¡Joder! Que mujer más intensa.— gruñó. Rápidamente marcó el Interno de su jefe de Recursos Humanos.
—De Luca —contestó rápidamente Arón.

—Necesito con suma urgencia una nueva secretaria, para mañana Arón ni un día más ni un día menos— su jefe de Recursos Humanos soltó una sonora carcajada.

—Eres intenso sabías, deberían darte el premio Nobel del año por el mujeriego más grande de la historia.

—No fastidies —espetó Giancarlo.

—Bien, tengo dos candidatas, posiblemente ya tengo la indicada, mañana mismo tendrás una nueva víctima, digo secretaria.

—¿Esta buena? —preguntó Giancarlo en tono burlón, coqueto y sinvergüenza.

—Es mi abuela, y la respetas —bromeó Arón.

—¿Tomamos un trago hoy? —fue Arón quien pregunto ahora, poniendo a pensar a Giancarlo, la verdad hace unos días que no iba al club, necesitaba una distracción.

—Por supuesto. Nos vemos en el club de siempre, adiós. —sin más cortó la llamada para sumergirse en su cansador trabajo, revisando cada documento punto por punto que le entregaban los departamentos. Era tan meticuloso en todo, una pequeña falla era una catástrofe para él.

Tuvo una reunión con nuevos inversionistas y una vídeo llamada con su hermano Dante desde Italia, ya que nada hacia sin consultarle.

Al terminar la llamada con su hermano, Rodrigo Miller su jefe de informática y amigo entró en su oficina no sin antes dar dos toques en su puerta.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora