Capítulo 37

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Unas semanas más tarde.

Jonathan tocó un mechón del ligero pelo marrón de Drew mientras esta dormía. La espalda estaba anidada contra su pecho, el trasero contra su ingle.

Dejó que su mano se deslizara desde el pelo hasta el hombro, luego por su costado hasta el hinchado vientre. Bajo sus dedos, el bebé se movió, y su pecho se tensó con la violenta satisfacción que lo inundó.

Ella se removió inquieta y apartó la mano, no queriendo perturbar su sueño. Se cansaba fácilmente estos días, con el bebé saliendo de cuantas en dos cortas semanas desde ahora.

Con desgana, presionó un beso en su cabeza y salió cuidadosamente de la cama. Se vistió y fue en busca de sus hermanos.

Encontró a Jordan y Joey en la cocina desayunando. Alzaron la mirada cuando Jonathan entró, sus miradas interrogantes.

—¿Drew todavía duerme? —preguntó Jordan.

Jonathan cabeceó.

—Ni siquiera se ha movido cuando salí de la cama. —

—Últimamente ha estado terriblemente cansada —Joey habló más alto, la preocupación teñía su voz.

—Quería hablar con ustedes mientras duerme —dijo Jonathan mientras tomaba asiento en la barra junto a sus hermanos.

La frente de Jordan se arrugó.

—¿Es algo malo? —

—No. Solo me preguntaba si no deberíamos llevar a Drew hacia Denver antes de que salga de cuentas. Estaba pensando en por lo menos dos semanas. No me gusta la idea de que se ponga de parto antes y nos quedemos atascados en la montaña.—

—Creo que es una buena idea —dijo Joey—La idea de que se ponga de parto me asusta a muerte —

Jordan cabeceó su acuerdo.

—Si quieres puedo llamar y reservar un piso.—

—Hazlo —dijo Jonathan—Haré los arreglos con Maura, para que cuide de los caballos mientras estemos fuera—

Un ligero sonido de arrastrar los pies, hizo que Jonathan y los otros se dieran la vuelta. Drew estaba de pie en la puerta, el pelo desaliñado y con oscuros círculos bajo los ojos.

—Buenos días —murmuró, mientras entraba.

Se deslizó entre los brazos de Jonathan y alzó la cara por un beso. El cubrió la boca, gozando del sabor de sus dulces labios. Después de un momento, se liberó de sus brazos y se giró hacia Joey. Este la apretó entre sus brazos y la abrazó fuerte, su mano bajando tiernamente para acuñar su vientre.

—Buenos días —murmuró él mientras le daba un beso suave.

Descansó un momento en los brazos de Joey, antes de ir hacia Jordan.

— ¿Cómo te sientes, muñeca? —preguntó Jordan, mientras deslizaba los brazos a su alrededor.

—Cansada —admitió—. El pequeño tiene los días y las noches un poco mezcladas y tengo miedo.—

—Mantén el ritmo —dijo Jordan dijo compasivo—. Siéntate y te haré algo de comer.—

Ella sacudió la cabeza.

—No tengo hambre. Aunque tomaría algo de zumo y me sentaría en el porche delantero durante un rato.—

Jonathan cambió miradas preocupadas con sus hermanos, mientras ella se dirigía a la nevera para servirse un vaso de zumo. Salió de la cocina andando como un pato y pocos segundos más tarde, oyeron que la puerta principal se abría y se cerraba.

—Reserva ese piso —dijo Jonathan sombrío—. Nos iremos después de su siguiente reconocimiento con la comadrona.—

Drew dio un paso fuera de la puerta principal y cerró los ojos, mientras la brisa fresca de septiembre soplaba sobre su cara. Dejó caer la mano libre sobre el vientre y se lo masajeó distraídamente, mientras avanzaba a la gran silla cómoda, que los chicos le habían conseguido.

Se hundió en el cojín rellenito y suspiro de alivio, mientras subía los pies en el sofá. Solo había estado de pie unos pocos minutos y ya chillaban, protestando.

Quien quiera que dijo que el embarazo era todo melocotón y sol, claramente, nunca lo había experimentado.

Sorbió el zumo y frotó la mano sobre la hinchada montaña de su estómago. En respuesta, el bebé pateó y giró, trayendo una sonrisa a la cara de Drew.

No había sido totalmente sincera con los chicos. El bebé la mantenía despierta de vez en cuando, pero últimamente su sueño había estado plagado de pesadillas. Desde que volvió con los hombres a los que amaba más que nada, había tenido miedo de que algo sucediera y los separara otra vez.

Había noches cuando despertaba, bañada en sudor que se estiraba para asegurarse de que todavía estaban allí. Especialmente Joey. Ya no se levantaba para volver a su cuarto. Él parecía tan ansioso como ella de asegurarse de que nada se interpusiera entre ellos otra vez.

Ella le tocaba a menudo, asegurándose, combatiendo las imágenes de él recibiendo un disparo. Tan pronto como parecía que Jonathan y Jordan se estiraban por ella, el miedo a perderla era frecuente.

Todos luchaban contra sus demonios de maneras diferentes, y francamente, Drew estaba preparada para ir más allá del temor paralizador. Preparada para asentarse con los hombres que amaba y vivir la vida juntos.

La puerta se abrió y miró de reojo para ver a Jordan mirándola con preocupación. Se acercó y se sentó en la ancha silla a su lado, pasando un brazo alrededor de hombros.

Se inclinó para besar su sien y ella cerró sus ojos con placer.

— ¿Cómo vas, muñeca? —preguntó con voz tierna.

Colocó la mano libre sobre el vientre y lo acarició de arriba y abajo, con un movimiento consolador.

Ella suspiró y se inclinó más adentro en su abrazo. Él le besó la cima de la cabeza, mientras la atraía a descansar contra su pecho. Empezó a frotarle la espalda, masajeando y amasando los músculos.

Un bajo gemido del placer se formó en la garganta de Drew.

— ¿Se siente bien? —preguntó.

—Aja. —La lengua se sentía demasiado gruesa como para formar palabras. Los ojos se cerraron con cansancio contra su pecho, mientras continuaba frotando. Las noches en blanco se absorbían, mientras Jordan hacía magia con sus manos. Las pestañas revolotearon y luchó por intentar permanecer despierta.

Jordan miró hacia abajo, mientras los ojos de Drew se cerraban en su batalla por mantenerse despierta. Continuó acariciándole la espalda, disfrutando de la sensación de ella en sus brazos. El silencio la instaba a someterse al deseo de dormir. Dios sabía que lo necesitaba.

Odiaba que todavía luchara contra las pesadillas. Oh, ella nunca lo admitiría, pero oía sus callados quejidos, sentía sus estremecimientos y temblores en su sueño. Los otros estaban igual de conscientes.

La sostenían, asegurándose de que nunca estuviera sola durante la noche. Cuando empezaban las pesadillas, la sostenían, la consolaban, pero se sentían impotentes, mientras su terror continuaba.

Enamorada de Tres Hermanos [NKOTB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora