—¿Joey?—gritó aterrada.
Un miedo glacial serpenteó por su columna vertebral. Sabía que él no había apretado el interruptor. Ni siquiera llegó a tocarlo.
Joey volvió rápidamente a su lado. Se puso los tejanos y le lanzó sus ropas sobre la cama.
—Vístete—ordenó.
Ella se apresuró a salir de la cama y se sacó la camisola de satén. Buscó la ropa interior y empezó a meter una pierna en ella.
—Ven conmigo—dijo Joey, haciendo su brazo.
Él la empujó por el pasillo, el brazo curvado protectoramente a su alrededor.
—¿Será a causa del tiempo?—preguntó ella cuando entraron en la sala de estar.
Joey se inclinó sobre el escritorio y agarró una linterna.
—No, no creo que sea por eso—
El miedo formó una bola dura en su estómago.
— ¿Qué es, entonces?—
Se volvió a ella, su rostro apenas visible en la oscuridad.
—Escúchame. Quiero que entres en el baño de visitas y te encierres con llave. Allí no hay ventanas. Quédate hasta que yo vaya a buscarte—
El terror la invadió.
—¿Joey, qué está pasando?—
Él se inclinó y la besó con firmeza, quitándole el aliento.
—Vete—
Ella corrió. Pasó por el comedor y se lanzó por el pasillo donde estaban situadas las habitaciones para huéspedes. Buscó el camino en la oscuridad, deslizando las manos por las paredes. Abrió la puerta del baño y apresuradamente entró, trancó la cerradura y luego tanteó alrededor en la oscuridad. El lavabo, el borde del inodoro. Bajó silenciosamente la tapa del asiento y luego se sentó, encorvándose se abrazó las rodillas junto al pecho.
¿Pasaron horas o apenas minutos? Sentía que era una eternidad. ¿Dónde estaba Joey? No oía ningún sonido, sólo la capa sofocante de oscuridad.
Entonces oyó pasos. Pasos lentos, cautelosos. Más cerca, hasta que se detuvieron del lado exterior de la puerta. Contuvo la respiración y luchó contra el pánico que amenazaba adueñarse de ella.
—Drew, soy yo. Abre la puerta—
Se levantó como resorte del asiento, abrió la puerta de un tirón y se lanzó en los brazos de Joey.
—¿Qué está pasando?—susurró.
—No estoy seguro. Verifiqué la casa, y los alrededores. Los fusibles están bien, ningún alambre cortado. Debe ser un problema en la línea—
Suspiró aliviada.
—Estaba asustada—
—Lo sé. Lo siento. Vamos a la sala de estar. Quiero que estés donde pueda verte. Voy a encender el fuego—
Ella lo siguió por el pasillo, su mano prendida con firmeza en la de él. Cuando entraron en la sala de estar, una sombra surgió en su línea de visión. Antes de que pudiera reaccionar, sonó un disparo y Joey fue abatido. Cayó en el suelo, a sus pies.
Drew gritó. ¡Oh Dios, Joey había sido alcanzado! Se dejó caer al suelo, indiferente al peligro que corría.
—¡Joey! ¡Joey!—gritó.
Deslizó las manos por su pecho, sintiendo el tacto cálido y pegajoso. Sangre.
El dolor estalló en su cabeza, cuando alguien la obligó a levantarse tirándole de los pelos.
Reaccionó con furia, pateando y revolviéndose. La figura oscura la arrojó lejos de su cuerpo y ella se golpeó contra la pared. Antes de poder correr, estaba sobre ella. Le golpeó la cara con el dorso de la mano, tirándola al suelo.
Se quedó acostada allí, aturdida, el dolor relampagueando en sus ojos. El atacante le empujó las manos a la espalda y se las esposó. Luchó de modo salvaje, pero él la mantenía inmovilizada contra el suelo con la rodilla. Él le dobló las piernas, y poniéndolas juntas también las esposó por los tobillos.
—¡Suéltame, bastardo!—gritó ella.
La golpeó nuevamente, luego metió un trapo en su boca. Después amarró un pañuelo alrededor de su cabeza, asegurando la mordaza. Con la rodilla apretando firmemente en la espalda de ella, rebuscó por un minuto y entonces lo oyó discando en un teléfono. Estaba llamando a alguien. ¿A quién?
—La tengo—dijo—Sí. Ya me hice cargo—escuchó por un minuto—La llevo a la cabaña. Está en un lugar remoto. Nadie la hallará, me aseguraré de atar todos los cabos sueltos—
Cerró el teléfono y la asió por un brazo, poniéndola en pie.
—Tú y yo vamos a dar un paseo, perra—
Él la arrastró en dirección a la puerta, y ella miró intensamente hacia donde había caído Joey, intentando verlo en la escasa luz. Lágrimas anegaron sus ojos. Joey. Oh, Dios. Ese bastardo lo había matado.
Sollozos salían de su garganta, escapando por la mordaza. Sintió el golpe de aire frío en las piernas desnudas cuando el atacante la empujó afuera a la nieve. Su pijama no ofrecía suficiente protección contra el frío.
Como si ella no pesara nada, el hombre la lanzó arriba de su hombro y se dirigió a la carretera. Algunos minutos más tarde, se detuvo y la echó en la cuneta.
Miró hasta ver un vehículo oscuro, algún tipo de camioneta. El hombre abrió la puerta, luego se volvió para levantarla. La lanzó a la parte de atrás, ella aterrizó con un golpe seco que la dejó sin respiración.
Atrancó la puerta, y segundos más tarde, oyó la puerta del conductor abrirse y el motor siendo encendido.
El pesar y la ira la inundaron en remolinos, una tormenta que no podía controlar. Ignoró el frío, sus heridas, sólo podía pensar en Joey inánime tirado en el suelo.
La camioneta tomó una curva, haciéndola rodar. Algo suave y frío se deslizó hacia su barbilla. Le llevó un momento darse cuenta de que era un teléfono celular. Él debía haberlo dejado caer cuando la lanzó atrás.
Su corazón palpitaba furiosamente mientras intentaba encontrar una manera de usar el teléfono. Sus manos estaban amarradas detrás de la espalda, sus piernas también estaban atadas, y su boca estaba amordazada.
Primero necesitaba librarse de la mordaza. Frotó la cabeza repetidamente por el suelo, intentando deslizar el pañuelo hacia abajo. Después de varias y agonizantes tentativas, sintió que el pañuelo se movía y aflojaba. Restregó la mejilla hasta que finalmente logró que el pañuelo bajara alrededor del cuello.
Masticó y trabajó con la lengua, empujando el trapo fuera de su boca. Finalmente cayó y ella respiró en grandes jadeos, intentando calmar su pánico.
Conseguir abrir el teléfono sería otra batalla. Rodó y contorsionó el cuerpo, sacudiéndose. Movió los dedos, buscando, hasta alcanzar el teléfono. Los dedos se deslizaron por la superficie hasta que consiguió abrirlo.
Palpó los botones, intentando descubrir cuál era cual. Con torpeza, apretó uno, después otro, hasta finalmente lograr introducir la secuencia del número del teléfono celular de Jonathan. Luego buscó a tientas y presionó el botón para enviar la llamada, rogando haber adivinado correctamente.
En cuanto apretó el último botón, rodó y se retorció, girando hasta que su boca y oreja quedaron cerca del receptor.
Que atienda, rezó ella. Por favor, que atienda.
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Enamorada de Tres Hermanos [NKOTB]
FanfictionEsta chica oculta algo, y estos tres chicos anhelan tenerla en su vida, como su mujer. {Drew Barrymore, Jordan Knight, Jonathan Knight, Joey Mcintyre} -Adap-