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En apenas diez minutos llegaron los países que faltaban. Tampoco eran demasiados, pero con su llegada el grupo era aún más grande, y atraía la atención del resto de personas que estaban por ahí alrededor.

Rusia no supo qué decirle a Alemania cuando Polonia le llamó, así que se dedicó a despedirse y marcharse. Ya encontraría otro momento para preguntarle.

Extendió su toalla cerca de la del polaco y el alemán y se sentó sobre ella, mientras observaba con aburrimiento cómo otros países le imitaban, y otros incluso iban a bañarse ya.

El ruso no tenía ganas de meterse en el agua todavía, así que dirigió su mirada hacia Italia, para preguntarle si tenía alguna idea sobre qué hacer, o para que se sentara a su lado y hablar un rato sobre cualquier estupidez.

Gruñó cuando vio que el italiano todavía estaba con España sentado sobre la toalla. Buscó alguien más que pudiera estar dispuesto a pasar el rato con él, a pesar de que la mayoría de países ya estaban en el mar.

Los únicos que todavía estaban en la arena eran USA, Canadá y China. Descartando, obviamente, a Italia y España y a Alemania y Polonia.

Observó cómo Canadá recreaba la Gran Muralla China en la arena basándose en una foto, y la asiática le ayudaba y juzgaba para mejorar su creación.

USA, en cambio, estaba sentado en una de las toallas, solo y sin hablar con nadie, mientras observaba a su hermano y a China construir en la arena como si fueran niños pequeños.

Rusia no se planteó ni un sólo segundo el hecho de ir con el estadounidense. Y este tampoco parecía sentirse muy cómodo en su presencia. Incluso el ruso juraría que lo miraba con odio.

(...)

URSS estaba solo en casa, lo cual le daba mucha paz. Bueno, no lo estaba del todo, pues Bielorrusia no había ido a la playa, y Prusia estaba encerrado en su habitación, como de costumbre, pero todo estaba en silencio y eso era lo que importaba.

Su paz se vio interrumpida cuando sintió un peso sobre su regazo. Miró con odio a Alfredito mientras este se sentaba encima suyo. Tras unos segundos mirando al ruso con curiosidad y ternura, se tumbó encima de él.

URSS no pudo hacer nada por apartarlo de allí. Resopló. Ahora ni siquiera podía levantarse del sofá para ir a algún otro sitio por culpa de ese maldito oso.

Así que cerró los ojos y trató de ignorar que tenía un oso encima suyo, para dormir aunque fuera un poco.

Estaba ya a punto de caer dormido (a pesar de tener a Alfredito encima), cuando oyó un maullido adorable muy cerca de él.

URSS abrió los ojos, algo molesto. Sonrió en cuanto vio a uno de sus tres gatos acercarse a él. Le acarició mientras la gata ronroneaba.

—Ven, Pelusa. Vamos, bonita, siéntate al lado mío, cosa hermosa—le dijo al animal como si este fuera un bebé. Pelusa maulló y se acercó a URSS.—¡NO, PELUSA, BÁJATE DE AHÍ! ¡PELUSA, HE DICHO QUE TE QUITES! Maldita, me vas a aplastar, gata.

Ahora tenía a un oso y a un gato tumbados sobre su regazo y durmiendo.

Resopló, con paciencia. Sólo faltaba que Tortita también se tumbara encima suyo.

En ese momento, recibió un mensaje. Bufó. ¿No le podían dejar en paz dos segundos? Leyó el mensaje. Lo que le faltaba.

Third Reich: Estoy en la puerta de tu casa. Ábreme o te tiro la puerta abajo.

URSS resopló por decimoquinta vez. Lo que más necesitaba en ese momento era que su peor enemigo se plantara en su puerta con ganas de pelea.

URSS: Y si llamas a la puerta como una persona normal?

Dejó el móvil de lado, suponiendo que en realidad el alemán no estaría en la puerta de su casa, ya que, ¿Para qué iba a ir a visitarle precisamente él?

Sin embargo, se sorprendió al oír, segundos después, unos golpes sorprendentemente tranquilos en su puerta principal. Se puso pálido unas milésimas de segundo.

Vale, aquello era verdad.

Quería levantarse y caminar hasta la puerta, pero había un pequeño problema.

Alfredito y Pelusa.

—Quitarse ya, mimados—Dijo URSS, mientras trataba de levantarse. Al final lo hizo, medio tirando al suelo al oso y a la gata. Ambos le miraron con cara de pena, y Alfredito emitió un lloro parecido al de los perros cuando cayó al suelo.

Se dirigió hasta la puerta y la abrió con cara de querer matar a alguien. En efecto, allí fuera se encontraba Third Reich.

Sonreía como si fueran amigos de toda la vida, y no llevaba armas. Al menos no en las manos ni tampoco en los bolsillos.

—¿Qué quieres?—Preguntó el ruso, Third Reich sonrió aún más. Aquello no era normal.

—Vengo a traerte un regalito para ti—lo dijo con cierto tono burlón, que molestó a URSS. A continuación, el alemán se agachó y agarró una caja de cartón ligeramente grande que se hallaba al lado suyo. Se la tendió.—Toma.

—No pienso abrirla, siendo tú me podrías haber metido una bomba dentro.—Dijo URSS, agarrando la caja, sin mucha confianza.

Third Reich le miró como si fuera el más inútil de todo el planeta.

—No hay ninguna bomba dentro. Yo no soy como ese imbécil al que tú llamas "USA"—le dijo.

—¿Qué es entonces?—Preguntó el ruso, con desconfianza. Third Reich volvió a sonreír.

—Descúbrelo tú. Sólamente digo que te va a encantar—dijo el alemán. Mientras esperaba a que el soviético abriera la caja de cartón. Este último no se fiaba en absoluto de eso de "te va a encantar".

Con miedo a lo que pudiera haber dentro de aquella caja (la cual pensaba bastante), quitó la tapa y lo que vio allí le hizo resoplar, enfadado. No se lo podía creer. No se lo quería creer.

Vio cómo Third Reich retrocedía lentamente nada más ver la cara de URSS. En cierto momento, se despidió con una sonrisa y un gesto con la mano, y salió corriendo hacia otro lado.

—¡TE VOY A MATAR!—Le gritó el ruso al alemán mientras este último se alejaba.

Observó el interior de la caja, preguntándose qué hacer ahora con el "regalo" de Third Reich.

No tuvo más remedio que cerrar la puerta y dejar la caja en el suelo. No sabía por qué se le había ocurrido decirle a Third Reich que tenía un oso.

El animal, de color blanco, salió de la caja y miró a URSS con curiosidad. Luego se tumbó en sus pies. URSS no tuvo más remedio que acariciarle.

Alfredito fue hacia el animal y lo miró, curioso. Lo olisqueó y, tras varios segundos de duda, se tumbó junto a él.

Le retiró el lazo rosa que Third Reich le había atado a su "nueva mascota" en la cabeza, el cual tenía pegado un trozo de papel pequeño. Leyó lo que ponía.

Odiado trozo de carbón ruso:

Tú sabes que te mataría, te cortaría el cuello y te torturaría de 53 formas distintas, pero hoy me levanté con ganas de hacerte un regalo >:3

Me puse a pensar y entonces me acordé de que me dijiste que tu hijo Rusia te había obligado a comprar un oso.

Sinceramente, me dio pena que el pobre animal tuviera que estar rodeado de imbéciles como tú y tus hijos, así que decidí hacerte un regalo para que tu oso no se sienta solo.

Toma este regalo como muestra de mi amor por ti (khe?) y por los osos :]

Líder supremo alemán/Third Reich

URSS resopló y cerró los ojos, con paciencia. Todavía no se lo quería creer.

Third Reich le había regalado un oso.

Rusia y sus cinco pretendientes ❀ ~ Rusia x Alemania ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora