Capítulo 4

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La escuela no era novedosa, era como cualquier otra, común y corriente, o almenos eso pensó durante sus 17 años de vida, pero ahora que la veía, sólo podía preguntarse, ¿como serían las escuelas en el mundo de jewel?.

Sus aulas eran aburridas, un lugar de cuatro paredes semi grande, con colores neutros y tristes, una que otra ventana, un pizarrón y las butacas individuales de manedera. En el invierno se sentía demaciado frío y en verano era como si fuera un huevo, un huevo hirviendo. Había un total de 10 aulas, la comunidad era principalmente de hombres, pues las mujeres normalmente sólo terminaban la primaria, las muy pocas mujeres que habían eran mal vistas y molestadas por los demás, ya que según las demás personas, las niñas tenían que casarse a eso de los 15 años.

— Timoteo, dime que hisiste la tarea de calculo — se acercó un chico de cabellos rubios y lo tomó de los hombros.

— si — respondió y cerró los ojos. Bien sabía que ahora tendría que pasarle la tarea que tanto esfuerzo le había costado a un compañero suyo, que para empeorar, era de los que no soportaba ya que no se esmeraba en la escuela.

— genial, pasámela— le quito la mochila de su espalda y comenzó a rebuscar hasta dar con aquella libreta, sus ojos le brillaron y comenzó a traspasar todo lo que había escrito.

El de cabello Avellana solo miraba como aquel lápiz apuntaba con una gran rapidez, no tardó más de cinco minutos cuando tuvo sus cosas de vuelta y el rubio le sonrió para dar media vuelta y decir un "gracias amigo".

Timoteo suspiro cansado y guardo de nueva cuenta sus cosas para dirigirse a su salón, hizo puño su mano y apretó los ojos con mucha fuerza. Odiaba no poder decir algo, aquella tarea le había costado hacerla más de una hora, y ahora aquel chico tendría una buena calificación sin averse esforzado.

Al entrar al aula se sentó hasta enfrente, no tardaron mucho en comenzar las claces. La mitad del tiempo fue bien, se dedicaba a prestar atención y anotar, como siempre unos que otros hablaban en la parte de atrás haciendo que la maestra se enojara, lo que los hacía perder tiempo, tiempo que Timoteo aprovechaba para dibujar. Era un gran artista, tomaba el lápiz con mucha dedicación formando trazos, que luego se convertían en hermosos retratos o paisajes. Si alguien pudiera preguntarle, Timoteo no dudaría en decir que su sueño era ser pintor, dibujante, o algo relacionado a lo artístico, pero no pasaba de eso, un sueño., estaba más que seguro que su padre jamás lo dejaría hacer algo así.

Nunca sabía lo que iba a dibujar, solo se dejaba guiar por lo que sentía., varios de sus retratos siempre eran de su madre, principalmente de cuando se veía radiante y feliz. Su favorito era uno de cuando su padre tuvo que salir todo un fin de semana, esa vez fueron a escondidas y salieron a navegar, su madre se veía tan en paz, sonreía mientras la briza le movía sus cabellos y vio algo que nunca se le va a olvidar, sus ojos estaban brillando, como si todo fuera a mejorar en cualquier momento. Ese día al llegar a su casa lo primero que hizo fue empezar a dibujarla, no era más que la parte inferior de su cuerpo, resaltando su rostro, y sus grandes eh iluminados ojos eran los que se robaban la atención.

Alguno que otro retrato eran de personas cualquiera que veía en las calles, aunque de esos sólo tenía unos cuatro, no le gustaba mucho dibujar personas, y todos los demás eran de paisajes. Cuando iba a la mitad de su dibujo se percató que este era de jewel, apenas llevaba la mitad de su cara, pero sabía que era el, se sorprendió un poco al ver como es que tenía muy presente el rostro de aquel chico.

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