La gran oscuridad

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"Entonces la no-luz de Ungoliant subió hasta las raíces de los Árboles,  y Melkor saltó sobre el montículo; y con su lanza negra hirió a cada Árbol hasta la médula, los hirió profundamente, y la sabia manaba como si fuera sangre y se derramó por el suelo. (...) el veneno de Muerte que había en ella penetró en los tejidos y los marchitó: raíz, ramas y hojas; y murieron (...) Así la gran oscuridad descendió sobre Valinor (...) La luz menguó. Pero la Oscuridad que sobrevino no fue tan sólo falta de Luz. Fue una Obscuridad que no parecía una ausencia, sino una cosa con sustancia: pues en verdad había sido hecha maliciosamente con la materia de la Luz, y tenía el poder de herir el ojo y de penetrar el corazón y la mente y de estrangular la voluntad misma."

J.R.R. Tolkien, El Silmarillion, cap. 8

(NOTA: sólo para recordar, ya que es importante en este capítulo, que el hijo primogénito de Fëanor tiene varios nombres: Maedhros (el alto), Nelyafinwë (el tercero en la linea de Finwë), Maitimo (el bien formado), Russandoll (de cabellos rojos). Y de cariño le decimos Nelyo jaja. Puede ser un poco confuso, pero te acostumbras. No es mi culpa, reclámenle a Tolkien :P. Ahora sí, espero lo disfruten!) 


Fëanor disfrutaba de la brisa que entraba por las ventanas de la biblioteca de su palacio en Formenos. Después de su expulsión de Tirion, había construido una fortaleza donde vivía con sus siete hijos y su padre Finwë, que había decidido irse al destierro con su primogénito  antes que mantener el trono. 

Finalmente las palabras de Melkor habían sido ciertas. Los Valar lo habían juzgado y lo habían desterrado, y su medio hermano Fingolfin se había quedado con la corona. Aún así, se sentía más tranquilo en ese nuevo hogar. Sus preciadas joyas estaban más seguras en su nueva fortaleza, en las forjas había creado otras impresionantes joyas y armas dignas para sus hijos y se había desecho de el acoso de Melkor.

Pero  su mente seguía recorriendo los caminos que el Vala oscuro le había marcado. Se preguntaba que sería cuando llegaran al mundo los segundos nacidos, los hombres; Esperaba el momento en el que los Valar llegaran a Formenos a arrebatarle los silmarils; De vez en cuando cabalgaba hacia el mar, y mirando su inmensidad desde la costa, añoraba poder cruzar a la Tierra Media, donde podría librarse del mandato de los Valar y construir nuevos reinos. 


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Miraba por la ventana el brillo de los árboles en el horizonte cuando llamaron a la puerta. Escoltado por un par de sus guardias, entró un mensajero de Manwë.  Fëanor sonrió con burla - ¿Qué quiere el gran rey de toda Arda? ¿Otro juicio, otro importante mandato de gran Vala, señor de los aires?

El mensajero bajó la vista, sintiéndose pequeño ante la potente voz del elfo, pero sobre todo por la corona con los tres silmarils incrustados que lucía en la cabeza. Le extendió un sobre azul, sellado con cera color plateada, grabada con el dibujo de dos alas extendidas. Fëanor le arrebató el sombre con fuerza y lo rompió para sacar la carta. Pasó  la lengua por los dientes y aventó el papel sobre la mesa. - Puedes retirarte. Y ustedes - señaló a los guardias - necesito a mis hijos y a mi padre aquí. Lo más pronto posible. 

El brillo de occidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora