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Despertaba con una hermosa vista, Wooyoung estaba completamente dormido, no entendía la belleza de este, recordaba la forma en la que lo conoció.

Se daba cuenta de lo mucho que se había ablandado por él, en unas horas estarían yendo a que este cumpliera nuevamente un capricho suyo, tatuarse el nombre de alguien, jamás pensó en hacer algo así.

Recordaba lo sanguinario que era, el modo en el que actuaba cuando alguien no quería darle algo de inmediato, Wooyoung fue la única persona a la que le aguanto esos caprichos.

Empezó a besar su hombro, lo tomó de la cintura y lo pegó a él, Wooyoung se acurrucaba en su pecho, soltó una corta risa, de esas que sólo le podían salir con él, miraba su cuello orgulloso, amaba tanto dejarle marcas, no importaba cuántas, todas indicaban que este era suyo, la piel tan suave y deliciosa de este, empezaba a endurecer y Wooyoung parecía aún sumido en sueños.

Tocaba por dónde quería, un beso tras otro se le empezaba a escapar hasta empezar a dejar mordidas, una tras otra sobre su hombro y pecho.

  - San... Mghmm... No - Decía al sentir los dientes de este morder sin compasión.

  - Mierda Wooyoung - lo tomó del rostro - ¿Qué dices si te quedas aquí siempre? ¿Si no te dejo salir a ningún lado y sólo me esperas aquí con las piernas abiertas? - Soltaba sobre sus labios con una sonrisa, de esas que lo derretían, porque cuando se trataba de él no había nada que no sonara tan sensual.

Soltó una risa. Sabía que bromeaba, dentro de toda aquella personalidad egocéntrica sabía que en el fondo jamás podía imponerle nada.

  - No está muy lejos de como estamos - Le dijo tomándolo del rostro - Vamos por tu tatuaje.

San sonrió.

  - Claro, aunque sabes que si lo hago no puedes terminar nunca con esto, tu vida me pertenece Wooyoung - pese a las palabras que salían de sus labios, el tono que usaba era bastante dulce.

  - Y la tuya a mi San - Le respondió el coqueto divertido.

  - Por supuesto que sí - dejaba un suave beso sobre sus labios.

San realmente siempre fue conocido por no tener nunca a nadie a su lado, trabaja sólo, eso era básicamente lo que a muchos hacia temer, San mataba sin compasión, es más, se divertía muchas veces mientras lo hacía, no había algo tras suyo que lo hiciera preocuparse ya que incluso muchas veces su propia vida no parecía importarle mucho.

Ahora era distinto, desde que Wooyoung apareció vivía con constante miedo, siempre le huyó a las relaciones, a la idea de amar por esa misma razón, ahora observandolo se daba cuenta que todo eso sólo lo volvía vulnerable, pero no podía hacer nada, había caído por él.

Ambos se cambiaban para poder dirigirse a hacer el tatuaje, se preguntaba cómo diablos llegó a eso, tatuarse el nombre de alguien era demasiado, lo observaba con detenimiento, era su rey, nunca podía negarle nada.

  - Quiero que esté en todo su pecho - Soltaba Wooyoung emocionado cuál niño, en letras negras, y quiero este tipo de letra.

San se quitaba el polo. Uno de los que también trabajaba haciendo tatuajes miraba a Wooyoung interesado, este ni siquiera lo notó.

Aquel chico empezaba a hacer el tatuaje, Wooyoung sonreía emocionado, miraba como su nombre era dejado en todo su pecho, San siempre le hacía caso así lo que le pudiese fuera totalmente estúpido.

  - Deja de mirarlo así - Soltó irritado San mientras sentía el fuerte dolor de aquella aguja.

  - Sólo hago mi trabajo - Decía limpiando un poco el lugar.

Mio - Sanwoo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora