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—No me quiero ir, papi. Por favor no.

—Katsuo...

—No quiero, papi.

Con un suspiro Izuku soltó la rápida maleta que le había hecho a su hijo.

Para mala suerte del peliverde mayor, su pequeño de siete años había amanecido con varicela y mucha fiebre. Llamó a Katsuki y a Iida porque no tenía idea de qué debía hacer. Iida le dijo que lo más seguro sería llevarlo con un doctor. Katsuki no le dio opciones, sólo le dijo que trataría de llegar lo más pronto posible y colgó. Katsuo escuchó la respuesta de su padre y por ello no quería ir a ningún otro lado que estuviera fuera de su hogar, y a pesar de que trató de razonar con el pequeño, su hijo resultó ser tan terco como Kacchan.

—Mi amor, tu papá llegará a donde sea que estés. Anda, vamos al hospital.—Izuku intentó tomar la mano de su pequeño, pero Katsuo las escondió bajo la sabana frunciendo el ceño.

—Esperaré. Vendrá primero a casa, sabe que estamos aquí.

—Y también sabrá si vamos allá. Yo le avisaré, vamos.

Katsuo negó una vez más, con un puchero de molestia en sus pequeños y rosados labios. En definitiva él no se iría de casa, quería esperar a su padre y se mantendría firme hasta que estuviera con él. E Izuku sabía, sabía que mientras Katsuki no estuviera con ellos, su hijo no se movería de donde estaba. Así era, y así sería siempre.

—¿Y si llamo a tu padre para decirle que vamos al hospital mientras escuchas? —a pesar de todo, Izuku lo intentó una vez más.

—¡No! No lo molestes más, él ya viene para acá. Si lo distraes tal vez no llegue.—el lindo puchero de Katsuo se volvió uno triste, e Izuku casi le da la razón de no ser porque ya conocía sus chantajes.

El alboroto de Izuku y Katsuo podía escucharse en casi todo el piso y atraer miradas curiosas e indiscretas, o a Kenji parado detrás del marco de la puerta con su peluche de Red Riot para ser más exactos. El pequeño rubio sólo veía a su padre y hermano discutir de manera muy infantil por ambas partes, pero no parecía sorprendido.

—¿Papá Kacchan vendrá?—interrumpió Kenji.

—¡Sí! Y papi quiere impedir que llegue a salvo.

—¡Katsuo! Eso no es verdad, cariño.—Izuku le dijo a Kenji con suavidad, rápidamente volviendo su mirada a Katsuo.—Sólo quiero llevarlo con un doctor para que me diga qué hacer con lo que tiene.

Katsuo agitó su cabeza con fuerza negando cualquier cosa, Izuku resoplando en desesperación, tal vez arrepintiéndose de querer ser padre junto a Katsuki... Uhm, no realmente.

El celular de Izuku sonando con el tono de llamada especial para su esposo interrumpió toda la situación, esta vez Katsuo fue más rápido y lo tomó en sus manos para contestarle a su padre, poniendo el altavoz por accidente pero dejándolo así.

—¡Papá!

—Katsuo, hijo. ¿Cómo te sientes? Llevo unas cuantas medicinas que me dijeron son perfectas para esta situación. También algo para tu fiebre.

—Gracias, papá. Me siento un poco mejor pero todo me pica aún. ¿No puedo rascarme?—Katsuo hizo un puchero hacia el celular, no tomando en cuenta que su padre no lo veía.

—No, eso sólo empeoraría todo. Ya llevo algo para que no te moleste tanto, espera por mí, hijo.

—¡Claro que sí, papá!

—¡Kacchan!—Izuku tomó el celular antes de que su hijo colgara la llamada, quitando el altavoz y saliendo de la habitación con un suspiro de total alivio.

Kenji entró por completo en la habitación cuando su padre iba saliendo, se acercó a la cama de Katsuo y logró subirse con bastante dificultad. Usualmente alguno de sus padres lo dejaban sobre ella sin ningún problema.

—¿Qué es esto en tu piel, Katsuo?—el pequeño rubio fue acariciando las partes rojizas en la piel del rostro y brazos de su hermano mayor, con genuina curiosidad, tal vez sólo un poco de desagrado.

—No lo sé, papi parecía muy alarmado cuando me vio hace un rato. Me dijo que no las tocara.—Katsuo movió sus manos como tamborcitos en un acto de distracción para la picazón, aguantando por sus dos padres.

Los dos hermanitos cambiaron de tema muy rápidamente, haciendo lo mismo en varias ocasiones mientras esperaban que alguno de sus padres hiciera algo significativo. Izuku parecía dar vueltas y vueltas sin sentido ante sus inocentes ojos, unos ojos que brillaron de emoción cuando su padre Katsuki entró apresurado aún usando su traje de héroe.

—¡Papá!—ambos niños brincaron en la cama cuando lo vieron, Katsuki llegando a ellos para apretarlos en un abrazo.

—Ya estoy aquí, mis niños. Katsuo, traje esto para tus ronchas.—una bolsa de farmacia se alzó frente a ellos con varias cajas de diferentes tamaños, ninguno las vio con real importancia.

—Kacchan. Ve a quitarte el traje, no ensucies a mis niños con lo que sea que traigas encima.—Izuku entró corriendo detrás con ropa de su esposo en las manos, el rubio rodó los ojos, aún así acercándose a él.

—Claro. Gracias, amor.—Katsuki tomó el conjunto y dejó varios besos en su frente antes de entrar al baño de la habitación de su hijo para cambiarse.—Traje las cosas para la varicela de Katsuo, él las tiene.

—Gracias, cariño. Siempre me salvas de todas.

El alivio ya se sentía en el aire, al final no fue necesario llevar a Katsuo a ningún lado e Izuku sólo ocupó las instrucciones de cada cosa que su esposo había traído para administrárselas a su hijo, quien ya estaba bastante tranquilo y no replicaba ni un poco sobre lo que su padre le ponía encima.

El resto del día estuvo bien para los cuatro, Katsuo y Kenji veían la TV mientras comían algo y sus padres descansaban abrazados en el otro extremo del sofá donde estaban.

Lo complicado sería unos cuantos días después, cuando el pequeño rubio despertara con la misma situación alarmante que su hermano. La ventaja era que ambos padres estaban presentes y sabían qué hacer con lo que tenían. Fue entonces cuando los mimos a los hermanitos se duplicaron y las visitas de sus tíos con regalos comestibles eran muy esperadas y bien recibidas.














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I don't want to go (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora