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—No quiero, gracias.

Katsuki se rió imperceptiblemente, una risita burlona que sólo su pequeño esposo logró escuchar y que con la mirada le reprochó silenciosamente. El rubio rodó los ojos.

—¿No quieres mejor tomar algo con nosotros, Monoma? Vayamos a la sala, podremos platicar más cómodamente ahí.

Izuku y Monoma se adelantaron a Katsuki, el rubio se había quedado atrás con el pequeño Katsuo, de quien estaba bastante orgulloso por varias razones, claro que sí. La visita del rubio fue inesperada y una sorpresa para la pareja, una incómoda sorpresa, Katsuki no se sentía a gusto con él alrededor, pero que su hijo mayor se hubiera negado tan abiertamente a no llamarlo Tío como él le pidió le pareció bastante divertido. Sus hijos no lo conocían bien, y sabiendo cómo eran sus pequeños, esperaba suficiente entretenimiento.

—¿Quién es él, papá? —Katsuo se acercó a su rubio padre, sosteniendo su camiseta en un inconsciente gesto de protección.

—Un conocido de la escuela. Aunque él y yo no nos llevamos tan bien. —Katsuki recordó como un flash las pequeñas escenas de discusión que siempre existían entre él y el otro rubio, de hace varios años atrás.—Mejor dime dónde están tus hermanos. ¿Qué estaban haciendo que necesitabas correr a la cocina, niño?

—¡Ah, es cierto! —recordó en voz alta Katsuo, yendo apresurado a la cocina con Katsuki detrás siguiéndolo por curiosidad.—Tani quería jugar a la fiesta de té, me pidió que buscara jugo de naranja y galletas de mantequilla porque esas son sus favoritas. Ella y Kenji están decorando la casita en la sala.

Katsuki asintió aunque estaba siendo ignorado. El pequeño peliverde brincaba buscando las galletas favoritas de su hermana y los vasitos para tomar el jugo, tomó los que sabía a Tani le encantaban porque parecían copas pequeñas que sí podía sostener. Por último sacó el jugo, y de no ser por su padre, el niño habría hecho un desastre por tratar de llevar todo junto entre sus pequeñas manos.

—Yo llevaré el jugo y las galletas.

Katsuo sonrió inocente.

—Sí, mejor.

En la sala Izuku y Monoma parecían platicar cómodamente, el rubio era quien en realidad estaba hablando con mucha gesticulación y el peliverde sólo lo escuchaba. Katsuki agradeció que Izuku había elegido sentarse en el sofá individual en lugar del grande, donde estaba Monoma, o el mediano, que quedaba más cerca a él. El individual era especial para ambos, pues aunque se suponía que sólo era para uno, era suficientemente grande para que ellos dos se acurrucaran un poco ajustados pero aún así cómodos. Katsuki sonrió una vez más como sólo él sabía hacerlo.

—¿Tani? —el rubio tocó en el techo de la casita y la pequeña rubia se asomó por una ventana, la sonrisa que le dedicó a las cosas que llevaba en las manos le recordaron a su pequeño esposo viendo su platillo favorito.—Entrega especial para la hora del té.

—¡Gracias, Papi!

—También trajimos los vasos que te gustan, Tani. Mira. —Katsuo entró a la casita sin problemas, Katsuki sintió un poco de envidia porque él tuvo que esperar a que la pequeña saliera para recibir su entrega.

—Oye, Papá. ¿Podrías traernos los platitos de Tani? —una cabeza de cabellos rubios y destellos verdosos conocidos se asomó por una ventana cuando ya iba en camino a sentarse con su esposo. Kenji apenas cabía por ahí a diferencia de su hermana.

—¿Por qué, niño?

Por favor. Ándale, papá, el té ya está listo.

—Está bien. Voy por–

I don't want to go (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora