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—No me quiero ir.

—Ya no puedes estar aquí, perdón, Katsuo.

—No quiero, no quiero.

—Katsuo...

Con ojos llorosos el pequeño peliverde con destellos rubios miró a su padre Izuku, quien lo miraba de vuelta casi queriendo llorar con él. Pero no podía hacer que Katsuo se quedara aunque quisiera, incluso él no quería irse, pero debían.

—Quiero a Papá.

—Bebé, tu papá está ocupado con Aizawa. Debemos volver a casa.

Izuku miraba fijamente a su pequeño hijo de dos años, una copia casi exacta de él mismo, ojos grandes, piel lechosa, cabello rizado, y por si fuera poco, una inteligencia vasta para su corta edad. Aún así, seguía siendo un niño inocente que no quería separarse de su padre, de Kacchan.

—¡Papá, no!

—¡Katsuo! No hagas esto, bebé. Debemos ir a casa, tu padre debe trabajar. Sólo... vamos.

—Pero él debe ir con nosotros, Papi. Tú quieres que esté con nosotros.—Katsuo fijó sus ojos con los de su padre, las lágrimas ya salían sin intenciones de detenerse.

Izuku detuvo el tiempo a su alrededor cuando escuchó a su pequeño, porque tenía razón, muchísima. Él no quería a Katsuki lejos otra vez, no quería que las posibilidades de perderlo fueran tantas que llegaran al límite, y no poder verlo de nuevo.

—Katsuo, tú... Tienes razón, bebé. Y vamos a hacer algo al respecto.—con decisión, Izuku tomó a Katsuo en brazos, y caminó lo más veloz que sus piernas le permitían. Dirigiéndose a la oficina de Aizawa.

En los brazos de su padre, Katsuo portaba una enorme sonrisa, pero no cualquier sonrisa, una sonrisa feliz y al mismo tiempo, malévola. Por supuesto que quería que su padre pasara todo el tiempo del mundo a su lado y con Izuku, lo que más deseaba en todo el universo, era que Katsuki ya no pasara meses lejos de ellos, con la posibilidad de dos llamadas en el mejor de los casos y tener que ver a su otro padre tan preocupado que si no estaba con él viendo caricaturas o jugando, se encerraba en su oficina durmiendo casi nada o nada, hasta que llegaba Katsuki. Y cuando Katsuki por fin estaba en casa, eso significaba que estaba bien, que estaba vivo, e Izuku se deshacía mágicamente de todo tipo de estrés y ansiedad, porque ya estaban juntos.

Katsuo ya no quería eso. Pero debía soportarlo.

—¡Bakugo!—azotando la puerta Izuku entró a la oficina de Aizawa, importándole nada que los demás héroes y sus amigos estuvieran presentes.—¡Nos vamos! Lo siento por el planeta, pero no voy a seguir soportando la desesperación que me causa el hecho de que en una de todas esas misiones ultra peligrosas pueda perderte. Ni una más, Bakugo.

—¡Pero, Deku...!

—¡Nada de Deku! Adiós, vámonos.—con toda su fuerza Izuku jaló a su esposo por la muñeca, dispuesto a llevarselo y básicamente, a todo.—Katsuo y yo te necesitamos vivo y en casa.

—¡Midoriya! ¿Qué crees que estás haciendo? No puedes sólo entrar y llevarte a Bakugo, hay trabajo que hacer.

—¡Y no me importa! No me importa ni un comino, Aizawa. Es mi esposo y el padre de mi hijo, nada más importante que eso. ¡Así que lo llevaré conmigo! —Izuku volvió a jalar de Katsuki, pero esta vez, él no se movió ni un poco.

—Deku...

—¡Papá!—Katsuo pidió a Izuku que lo soltara de inmediato, y cuando lo hizo sólo corrió a abrazarce de las piernas de Katsuki, con las lágrimas cayendo de sus ojos una vez más.—Vamos a casa, por favor.

I don't want to go (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora