Menorca (Alejandra)

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No conozco a nadie que haya dicho nunca que haya tenido una despedida fácil. Tampoco esperaba que despedirme de mis padres hasta nuevo aviso fuese algo sencillo, pero sí que no esperaba haber llegado al punto de dejar de llorar porque me duelen los ojos y porque estoy pasando vergüenza en el avión. La azafata me ha preguntado dos veces si quiero agua o si necesito algo.

Estoy en el segundo vuelo, es un Madrid-Menorca y no dura más de una hora y media. Estoy algo asustada porque dicen que la pista es algo corta y mis padres, en un intento fallido de que no me fuese, me han dicho que es muy peligroso. Pero aquí estoy... de camino a Menorca.

Miro por la ventana y solo veo mar. El vuelo se ha pasado muy rápido. Estaremos a punto de dar la vuelta para aterrizar. Hugo ya me ha dicho que no puede recogerme, posiblemente nos habremos cruzado en el cielo. ¿Cómo? Yo os lo explico, no os preocupéis... A Hugo le ha salido trabajo en Madrid. Por lo visto, un amigo con el que aprendió a pinchar se ha roto una pierna y se tiene que operar, por lo que le deja un mes en cama, como mínimo. En principio Hugo me ha dicho que estará dos semanas, hasta que encuentren a alguien... pero que es una oportunidad que no puede desaprovechar.

Me ha dejado un mensaje a última hora, y cuando digo última hora, es última hora. Diez minutos antes de darle el DNI a la azafata para meterme en el avión. ¿Podría no haberme subido al avión? Claro que sí. ¿Pero dónde coño me meto?  Su mensaje decía que tenía que estar allí esta noche, como iban a organizarse y la dirección de su casa. Vive en un pueblo con muy pocos habitantes, pero una vecina tiene la llave y me la dará. Me ha dejado otro mensaje pidiéndome disculpas y dándome ideas de qué puedo hacer mientras él no está, pero no he querido ni leerlo ni responder. Llevo un año esperando a esto y, ¿veis dónde me veo?

Cojo un carro antes de ir a por las maletas, porque llevo casi toda mi vida en cuatro maletas enormes. Claramente, me tengo que dejar un dinero que no esperaba dejarme en un taxi hasta un pueblo perdido de la mano de Dios. Cuando llego a por las maletas solo quedan las mías dando vueltas. ¿Quién querría llevarse mis maletas? Solo van a encontrar ropa y no muy buena. Mi economía no es que sea de las mejores. Dejo a tres hermanos y mis padres en una casa pequeña de tres dormitorios, donde mis dos hermanos comparten dormitorio y yo compartía con mi hermana pequeña. Ocho años tiene la mocosa y ya tiene dormitorio propio, cuando yo en mis 22 años de vida jamás he dormido sola, si no era uno, era otro.

Una vez dentro del taxi y de enterarme de que tengo 40 minutos por delante de camino, saco el libro que he traído en el bolso y me pongo a leerlo, pero no me concentro nada. Miro por la ventana y solo veo verde y algunas casas sueltas en el horizonte. ¿Qué vida es esta? No parece la de un DJ, aunque claro, si gana bastante y le pagan la gasolina para ir a la ciudadela a trabajar...

Después de pagar el sablazo del taxi, me quedo en la puerta de la dirección que mandó Hugo con cuatro maletas gigantes y mi bolso encima de una de ellas. Estoy sudando como una cerda y el sol pega fuerte. Realmente pega tan fuerte como debe pegar el sol en pleno junio a las 12 de la mañana en Menorca.

Levanto los brazos y me huelo las axilas. Dios santo, voy a matar a la vecina por envenenamiento. Toco la puerta y oigo como unas zapatillas de andar por casa empiezan a sonar a paso lento. Me alejo un poco de la puerta y observo la casa. Es una casa mata, con una puerta de madera vieja y bastante débil pero reforzada con una reja por fuera. Abre la puerta una mujer mayor, debe rondar los 70 años, es muy delgada y lleva un camisón azul marino con flores blancas pequeñas.

—Deus esser s'al·lota de sa clau.

Me quedo muda y noto como la sangre huye de mi cara para dejarme una sensación de frío extremo y volverme consciente de que estoy blanca como la cal.

—No hablas mallorquín.

Niego con la cabeza. No tengo ni idea de lo que me ha dicho.

—Cambia esa cara, parece que hayas visto un fantasma —La mujer mayor se da la vuelta y le pierdo en la penumbra de su casa, oigo como trastea y me abanico un poco para que toda mi sangre se vuelva a repartir por el cuerpo—. ¿Tienes coche?

Catfish [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora