El compromiso (Alejandra)

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No pensé que dejar esta casa me dolería, de hecho, creía llevarlo bien hasta que me vi poniendo las maletas en la puerta esperando a Marc, el marido de Adela (aunque no estén casados, les sigo llamando así), para que nos ayude a llevarlo todo a la casa nueva.

Miré a Almudena que estaba apoyada en la ventada de la entrada, en la misma que le esperé el día que ella vino. Parece que me siente y me mira, ambas con lágrimas en los ojos y nos abrazamos.

—Por Dios, qué estúpidas —Dice con una risa triste.

—Lo sé, lo sé —Me separo y me seco las lágrimas—. Es que ha sido todo tan intenso.

—Ya... Nunca pensé que sería así un viaje para ver a mi amiga en una isla diminuta. De hecho, ni siquiera pensé en que me quedaría hasta nuevo aviso, solo quería desconectar y hacerte compañía y ahora...

—Has conocido a alguien especial y has descubierto que esta isla es mágica —Le miro con ternura—. Te entiendo.

Ambas nos miramos aguantando las lágrimas y negamos con una sonrisa en la cara. Oigo el claxon de Marc y sé que tenemos que salir, Marc le dará las llaves a Adela de la casa y ella se las dará a Hugo si es que se digna a aparecer por el pueblo. En las últimas semanas mi odio por Hugo se ha visto incrementado de manera que a mi misma me sorprende. Sé que tengo motivos, pero digamos que le puse los cuernos a él y se podría sentir igual, aunque cada vez creo menos que alguien a quien jamás besé y que me hizo tal cosa fuese alguien con quien tuviese una relación.

Cargamos las maletas en el coche y nos pusimos rumbo a la nueva casa. Nuestras miradas se quedaron clavadas en la casa de los chicos, quienes no estaban porque se habían ido al otro lado de la isla a grabar durante unos días, lo que nos daría espacio para acomodarnos más tranquilas.

La descarga de las maletas fue rápida y fácil gracias a Marc. Le di las llaves para que se las diese a Adela y sin decir una palabra, como desde que le conocí, se fue diciéndonos adiós con la mano y perdiéndose por los callejones del pueblo para volver a casa. ¿Qué pintaría este hombre?

Subí a la cual era ya mi habitación y me dejé caer en la cama. Tantas emociones en tan solo mes... ¿Quién lo diría?

Recuerdo mi primer día en la isla. Perdida, pero no por estar en un lugar que no conozco, sino por ver que alguien a quien quería tanto y confiaba tanto en él me había hecho tal cosa, me sentía abandonada. Si no hubiese ido a aquella fiesta, ¿qué habría sido de mí? ¿Habría conocido a Darío? ¿Me hubiese vuelto a la semana? Está claro que no solo Almudena me ha dado el apoyo que necesitaba, sino que Darío ha sido un pilar fundamental en ello. Parece tan perfecto que me da miedo. ¿Y si es todo fachada? ¿Y si ha visto algo de lo que aprovecharse?

Sacudo la cabeza. Pensamientos autodestructivos vuelven a mí. ¿Por qué yo por encima de Carlota? No tengo pecho, no soy fea, pero tampoco se puede decir que sea deslumbrante. Sé que está mal hacerse así daño, pero no puedo evitarlo. Él tan inalcanzable y yo tan fácil lo consigo. Resoplo.

—Dios, para ya de pensar —Me ruego a mi misma.

Decido levantarme y empezar a colocar cosas. Los chicos tienen un compromiso esta noche y vamos a ir de parejas y no quiero llegar con esta mentalidad, Darío ve todo dentro de mí y eso es algo que también me asusta. Parece haber conectado tanto conmigo en tan poco tiempo que me siento desnuda, aunque no me incomoda, sino que me hace sentirme libre.

—Ale —Oigo la voz de Almudena al otro lado de la puerta, no respondo, espero que siga—. ¿Quieres que salgamos a cenar antes de la fiesta? No creo que podamos hacer nada hoy.

—Vale, me arreglo y bajo —Respondo.

—¿Estás bien? —Oigo el temor en su voz.

—Sí —No sé ni yo misma si estoy mintiendo—, pasa.

Catfish [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora