Vuelta a la realidad (Alejandra)

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Los chicos nos dejaron en casa a medio día para irse ellos a devolver la camper. Me preocupé porque Darío y Martín no tuviesen como volver, porque fueron los únicos que se llevaron la camper, pero me aseguraron de que los traerían de vuelta unos chicos del trabajo porque debían llegar al rodaje de las 4.

Almudena y yo nos tiramos cada una en un sofá, en silencio y mirando el techo.

—Que puta pasada de fin de semana, Alejandra Moreno Ruiz. Me cago en mi puta raza, como folla Raúl, ya te digo yo que ni mis padres me hicieron con tantas ganas —Estaba extasiada. Lo ha gozado como una perra—. Tú tampoco te lo has pasado mal, ¿verdad?

—No... pero ahora me pega el golpe de realidad y no quiero —Admito.

—Cuanto antes te lo quites de encima, menos tiempo sufrirás. No lo alargues de más, bebé.

Ese día tomé al pie de la letra lo que me dijo Almudena. No salí de mi dormitorio y redacté en notas qué necesitaba decirle a Hugo y pensé largo y tendido que suponía cortar con él. Perder nuestra historia juntos, porque era ficticia, no había nada tangible, nada real. Liberar unas emociones que no quería que afloraran porque al cabo del tiempo me arrepentiría. Confesar que he hecho cosas de las que en circunstancias normales no estaría orgullosa, pero que en estas circunstancias, no me parecían tan malas.

Aquella misma noche, a las cuatro de la mañana cuando no podía más, se lo mandé. Y como esperaba, él me leyó. Tardó más de una hora en responder, pero no fue una respuesta que yo esperaba. Era un texto que no llegaba a ser la mitad del mío, en el que le sentía tranquilo y me hablaba como si me entendiese. Sentí una punzada de dolor en el corazón que me robó el aire durante unos segundos, haciendo que me irguiese en la cama.

La rabia se apoderó de mí y le insulté, le regañé, le eché en cara todo lo que siempre tragué y le recriminé muchas más cosas que no debí sacar porque estaban enterradas. Pero él solo me respondía que estaba de acuerdo y que se merecía lo que decía. Me volví a enfadar, porque sentí que su forma de salir de esto era hacerse la víctima, así que me di por vencida y con los primeros rayos de sol que se colaron por mi ventana me despedí para siempre de Hugo Torres García y me quedé dormida sin más fuerzas para llorar.

Durante la semana que corrió siguiente le fui borrando de mi vida. Las redes sociales, su número, quemé sus cosas en plena carretera y tiré las cenizas al contenedor, me hice un ovillo en la cama y no volví a salir, aunque Almudena me dijeses que Darío y Raúl habían venido cada día a verme y empezaban a estar preocupados por mí, que los demás chicos también preguntaban por mí, pero nadie que no fuese Almudena se atrevía a entrar.

Sé que me oían llorar y gritar aunque lo hiciese contra la almohada. Golpeaba las almohadas, en un intento de no volver a coger el teléfono y llamarle, pidiéndole que volviese. Me dio todo un mes en aquella maldita casa para que pudiese encontrar otra cosa y me dolió porque aun así, sentí que había pensado en mí después de tener saldadas nuestras cuentas.

Almudena se había encargado de poner en situación a mis padres, que no habían perdido oportunidad para pedirme que volviese a casa, pero Almudena les dijo más adelante decidiría. Tenía muchas llamadas perdidas, muchos mensajes pendientes e incluso SMS, pero ninguno de Hugo. Eso era lo que más me dolía.

Hasta hoy. Una dos semanas después de romper. Oigo la puerta de la casa. Sé que Almudena ha salido, supongo que a comprar. Le oigo trastear en la cocina con las cacerolas y el ruido parece sacarme más de mi trance. Voy al baño en-suite que tengo en mi dormitorio y me miro en el espejo. Me da igual tener los ojos tan hinchados que mis párpados parecen que acaban de salir de un ring de boxeo. Están rojos, con rozaduras que parecen un poco quemaduras, de tanto llorar. Mi pelo no sé si tiene salvación, no lo he peinado en días y si se ha peinado, es gracias a Almudena. Tengo los labios cortados y secos. No me veo ojeras porque solo he dormido y tengo los ojos tan hinchados que no se puede ver nada. He perdido bastante peso, el pantalón de pijama que llevo se me cae y la camiseta ancha de mi padre con la que dormí la primera noche se me resbala el cuello por un hombro, nunca me había quedado tan grande.

Catfish [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora