Sal de aquí (Darío)

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De camino a casa llamo a mi representante para que se ponga en contacto con mis abogados, pero dice que no estarán hasta dentro de unas horas aquí porque vienen desde la península. Al llegar a casa creía que podría tumbarme con Alejandra en la cama y dormir un poco, aunque fuese un par de horas, pero los chicos no bombardearon con preguntas. Dejamos claro que no podía salir de aquí y desaparecí en mi dormitorio sin decir nada más, para que pillasen la indirecta.

Me quito la chaqueta y la tiro encima de la silla que tengo al lado de la ventana. No he vuelto al otro dormitorio desde que pasó aquello con Carlota, mi cabeza no me dejaría tranquilo. Me quito los zapatos de vestir, empujando con la punta del pie contrario desde atrás, dándome igual que hayan costado una fortuna y que se puedan marcar. Me saco la camisa de dentro del pantalón y la desabrocho unos cuantos botones, me llevo ahogando desde que decidí hablar con Alejandra. Me aflojo el cinturón, sin volverlo a abrochar y me dejo caer de espaldas en la cama. Esta se queja por el peso unos segundos mientras reboto.

Oigo la puerta abrirse y me invade la colonia de Alejandra. ¿Cómo puede durarle aún?

—He hecho unos bocadillos... No sé si tendrías hambre, pero baja la borrachera y creo que deberías de estar despejado para cuando llegue tu abogado —Dice en voz baja, como si no quisiese molestarme por estar con los ojos cerrados.

—Ven —Musito igual de alto que ella.

—¿Qué? —Susurra confusa, como si no me hubiese oído.

—Ven.

Alejandra se acerca y se coloca al lado de mi pierna izquierda, mirándome. Abro los ojos y le miro. Tan pequeña, pero tan fuerte. Tan silenciosa, pero haciendo tanto ruido por donde pasa. Tan machacada, pero tan valiente.

—Túmbate encima de mí —Casi suplico en un hilo de voz.

—Darío...

—Alejandra, túmbate encima de mí, por favor —Apoyo mi cabeza de nuevo en la cama y cierro los ojos con fuerza al notar como me pican las lágrimas que quieren salir. Cojo aire y lo mantengo con el pecho lleno unos segundos, intentando calmarme, pero no lo consigo. Noto como una lágrima fría cae el rabillo de mi ojo izquierdo y se pierde en mi pelo. Hace unos años leí que cuando lloras, si la primera lágrima sale del ojo izquierdo, es por solo por dolor.

Noto como la cama se hunde entra mis piernas y a los pocos segundos el caliente cuerpo de Alejandra se apoya con cuidado encima de mí. Sus brazos rodean mi torso como puede y esconde la cabeza en mi pecho.

—Quiero que llores para que te desahogues, porque es bueno —Hace una pausa y se le escapa un jadeo—. Pero no quiero que llores porque me duele mucho.

Muerdo mi labio inferior con fuerza mientras sollozo y abrazo con ambos brazos a Alejandra. No sé con cuánto puedo, pero siento el límite cerca. Alejandra empieza a sollozar, algo más controlada, pero acaba siendo un mar de lágrimas a la vez que yo. Se me escapan pequeños gemidos, o más bien quejidos por lo cansado que estoy, y Alejandra acaricia mi cara, empapándose de lágrimas.

—He hecho muchas cosas mal en mi vida, ¿pero me merezco esto? —Pregunto entre sollozos. No me importa sonar frágil, me da igual, quiero llorar como lo hacía de pequeño, sin miedo, sin prejuicios, porque sé que quién tengo al lado me apoya. Precisamente por quien tengo al lado creo que es por lo que estoy pagando.

—No te lo mereces, Darío, no digas eso, por favor —Dice en un hilo de voz, ahogando las lágrimas.

—No sé cuánto más puedo, Ale... No lo sé —Confieso.

—¿Y qué vas a hacer? —Dice separándose de mí rápidamente mirándome a los ojos. Se levanta y tira al suelo su bolso, con rabia. Se quita los accesorios y los tira, aún más enfadada, con el rimel corrido, los ojos hinchados y los labios rotos de tan secos que están por llorar—. ¿Te piensas matar? ¿Vas a ir a la cárcel por algo que no has hecho? ¿Acabar tu carrera? ¿Qué vas a hacer si no puedes más?

Catfish [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora