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Atenas (Darío)

Sé que Alejandra no está muy cómoda con el viaje, pero necesito hacerlo. Quiero contarle allí la verdad. Sí, es una encerrona, no me voy a esconder. Pero todo el mundo debe saber a estas altura que no sé hacer las cosas bien. Podría intentarlo, pero a mi parecer decirle la verdad en Menorca sería tirar por tierra todos los buenos recuerdos que hemos creado como Darío y Alejandra.

Decirle que soy Hugo tendrá consecuencias, de hecho, tendré que explicar muchas cosas más y me apuesto lo que sea a que habrá visto cosas en mí que le recuerdan a él, pero lo ha mantenido en silencio por el hecho de no ponerme incómodo con un recuerdo así.

Durante estos días he decidido no vernos, aunque ella no ha dicho nada tampoco de vernos, pero supongo que no me equivoqué cuando pensé que necesitaría su espacio. Cuando nos recogen para ir al Aeropuerto de Menorca para ir a Barcelona, desde donde cogeremos el vuelo a Atenas.

—¿Estás nerviosa? —Pregunto al ver que su rodilla no para de subir y bajar mientras hacemos tiempo en el Aeropuerto de Barcelona. Sé que tiene algo de miedo a volar, pero me limito a hablar sobre lo que veo.

—Me dan un poco de miedo los aviones —Reconoce con una risa nerviosa.

—¿Y cómo es que viniste sola a Menorca? —Me gusta indagar un poco más en su cabeza, aunque sepa que no sea lo que le guste hablar en el momento.

—Las tonterías que hace uno por amor... —Niega con la cabeza, como reprochándose que así lo hiciese.

—Espero que este viaje sea por amor también —Digo sacando una botella de agua de la mochila del equipaje de mano. Se la ofrezco, pero cuando va a cogerla, la quito del medio y le pongo morros. ¿El precio? Un beso.

—¿Estaría aquí si no fuese así? —Responde con una ceja alzada y dándome el beso. Se bebe lo que quedaba de agua, que era más de media botella. Los nervios secan la boca y me espero lo que viene—. Voy a comprar más agua para el vuelo. Me da tiempo, no tardo.

No me molesto en responder porque cuando me lo estaba diciendo ya se estaba levantando del asiento. Cuando le pierdo de vista me paso la mano por el pelo, intentando que por ahí se escapen mis nervios. Sí, claro que estoy nervioso. Mi vida tal y como la conozco se puede acabar en este viaje o puede volverse mejor. A veces me pregunto si de enamorado soy estúpido o mala persona, pero prefiero no responder, porque ambas respuestas no me gustarían.

Me apoyo con ambos brazos en los respaldos de los asientos. Estamos en una sala vip y hemos cogido un sofá pequeño para no estar rodeados de gente. Cuando Alejandra ha visto que íbamos a ir en primera clase de Barcelona a Atenas casi le da un pequeño infarto.

No es solo que le den miedo los aviones, sino que se ha montado poco. Cuando viaja por España dice que le gusta ir en coche o en tren, pero para salir es otro tema. Aun así solo ha estado en Londres, Roma y París, lo que ella llama la Santísima Trinidad de Europa y que no es necesario nada más porque es más que suficiente representación de esta.

Yo he tenido la suerte de caer en una familia a la que le gusta viajar y encima se lo podía permitir, por lo que he recorrido bastante más mundo. He cruzado el charco, tanto por disfrute como por trabajo. He estado en Seúl, Tokio y Hong Kong, pasando de vuelta por Bali. He recorrido Marruecos al completo y me he despertado con las pirámides de El Cairo como vistas de la habitación de hotel. Sin duda he tenido mucha suerte.

Elegí precisamente Grecia porque nunca he estado, no tengo recuerdos que mezclar en un futuro o que pisotear con otros nuevos. Quería que fuese especial y cercano para que no me diese un no rotundo. Me he preparado mucha información para contarle cuando veamos los monumentos, por sorprenderle y que no crea que soy un simple actor de cabeza hueca, aunque realmente me conozca por Hugo y sepa, sin ella misma saberlo, que no lo soy.