La curiosidad mató al gato 3

115 13 0
                                    

En ese momento la lluvia había dado una tregua a la ciudad por lo que pudimos andar tranquilamente por las calles sin carreras ni temor a golpes de paraguas ni salpicaduras. Fue un paseo corto, solo un par de manzanas, en el que mayormente reinó el silencio. Alec fumó todo el camino, nervioso, con una mano metida en el bolsillo del elegante abrigo de Armani que vestía y cuando llegamos al local se disculpó rápidamente para ir al lavabo.     

Era un local elegante y discreto, con luces tenues, música suave y rincones acogedores en los que esconderse. Tras pedir un ron con tónica elegí una mesa con cómodos sillones en uno de esos rincones poco visibles. Alec volvió en seguida, justo cuando me servían y ordenó una Redstar con soda para él. Le observé mientras pedía, dando un trago a mi copa y el suave sabor a cítricos, mezclados a la perfección con la ginebra, inundaba mis papilas gustativas. En su viaje al baño se había soltado el pelo y dos de los aros en su oreja izquierda habían vuelto a su lugar.  

Cuando el camarero nos dejó solos me miró un instante, con intensidad, antes de bajar la mirada y sonreír. 

—Pensarás que estoy loco. 

—No —«soy yo el que está cometiendo una locura»—, simplemente creo que no es adecuado... 

—Lo sé, lo sé —susurró reclinándose en el sofá y pasándose la mano por la cara—. Quizás solo quería una noche diferente, algo real por una vez ... 

—No nos conocemos —dije—. No me conoces … 

Esa media sonrisa de nuevo. Pero esta vez iba acompañada de una mirada triste, cansada. 

—Ya te dije que me daba igual … 

—Pero las cosas en la vida real no funcionan así. 

—Quizá quiero arriesgar. 

—Bueno, no creo que seas de los que pierden —contesté con sinceridad alzándole una ceja—. Me da la sensación de que lo que quieres lo consigues. 

Se rio sonoramente, con esa voz ronca que tan poco le pegaba. 

—Lo dices como si fuese un “niño rico” que lo tiene todo. 

—¿No es así?  

—No ... ¡sí! ... Quiero decir ... —se detuvo. Bajó la mirada, con el ceño fruncido, como si estuviese poniendo en orden sus ideas. Tuve que contener la risa. Era un gesto entrañable en un rostro tan joven—. Lo tengo todo —dijo al fin—. Todo lo que desee, puedo hacerme con ello, pero aun así me siento vacío, como si tuviese un agujero que nada puede llenar. Entonces te vi ... 

El camarero llegó en ese momento con el pedido de Alec, interrumpiendo la conversación. Sirvió la bebida con indiferencia y con un suave gesto de cabeza volvió a alejarse. Alec tomó su vaso veloz, y, como si fuese un hombre sediento en medio del desierto, se bebió media bebida de golpe. 

—Bueno —dijo al fin, volviéndose hacia mí otra vez, su antigua mirada arrogante de nuevo en el rostro—. Si queremos que esta no sea una situación tan incómoda deberíamos conocernos un poco más, ¿no crees? Háblame de ti. 

No pude evitar reír ante esta salida mientras en mi interior daba gracias por el cambio de tema. Tenía miedo de lo que pudiese haber dicho. Un pánico real que iba inundando cada célula de mi cuerpo muy lentamente. 

La curiosidad mató al gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora