La curiosidad mató al gato 6

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Al abrir la puerta fui golpeado bruscamente por el sonido de la música y un calor pegajoso me cubrió de arriba abajo, todo en contraste con la silenciosa y fría noche de la que venía. Los bajos retumbaban en mi pecho al son del ritmo, aunque pasado un rato llegué a dudar si la sensación se debía a la música o a los fuertes latidos de mi corazón, amenazando con abandonar su lugar. Tenía los nervios a flor de piel, esquivando torpemente a la gente, buscando cada vez más frenético entre los diferentes rostros uno que conocía ya bien.

Entonces, al fin, le vi al fondo de la barra bebiendo chupitos con un par de amigos.

Me acerqué rápidamente a él, empujando a varias personas a mi paso y obviando sus quejas. Cuando llegué a su lado le tomé del brazo y le volteé. Se tambaleó bajo mi agarre, con la mirada perdida y pude ver claramente cómo su rostro pasaba de la sorpresa al enfado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sacudiendo bruscamente su brazo para librarse de mi mano—. ¿Has vuelto para terminar alguna de las cosas que dejaste a medias? ¿Para terminar tu trabajo?

—Estás borracho.

—¿Y qué si lo estoy? No es algo que deba importarte ...

Me dio la espalda, volviendo la atención a sus amigos que habían observado nuestra discusión apoyados en la barra con indiferencia. Tomó un nuevo chupito, pero, antes de que el vidrio rozase sus labios, se lo arrebaté de la mano y me lo bebí yo.

—Tenemos que irnos —sentencié dejando con un golpe el vaso sobre la pringosa superficie.

—¿Por qué? —rugió de repente enfrentándose a mí, con fuego en los ojos. Estaba tan cerca que podía oler el alcohol en su aliento y notar, por primera vez, la diferencia de altura, superándome por algunos centímetros. Sus fosas nasales se dilataron y su labio superior se alzó, dejando a la vista uno de sus caninos—. ¿Por qué debería irme contigo? —preguntó de nuevo bajando la voz, más una amenaza que un intento de quitar tensión al momento—. No fuiste capaz de follarme en aquel baño a pesar de que te lo rogué. ¿Por qué debería irme contigo ahora solo porque tú me lo pides?

—Alec ... —imploré tomándolo de la muñeca. Suavicé mis movimientos, como si me enfrentara a un animal del que quisiese ganarme la confianza—. Podemos hablar todo lo que quieras ...todo. Pero más tarde.

Escaneó mi rostro con atención durante un rato, aún con el ceño fruncido.

—No.

Se volvió, intentando darme la espalda de nuevo y otra vez lo volteé, tomándolo del rostro entre mis manos antes de que se escapase de nuevo, obligándole a mirarme.

—Por favor—, le supliqué, acariciando sus mejillas con mis pulgares. Noté como su cuerpo se relajaba poco a poco bajo mis toques—. Ven conmigo. Te lo explicaré todo más adelante.

Un infantil puchero apareció en su semblante, muy en contraste con su cara ira de hacía solo unos instantes.

—Vale —susurró a regañadientes, rindiéndose.

Sin soltarle, y tras unas palabras de tranquilidad a sus acompañantes, cogí su cazadora y lo arrastré hasta la puerta del local. Antes de salir me volví y se la puse, mientras él se balanceaba intentando mantener el equilibrio.

—Ahora vamos a ir hasta mi coche —le dije al oído tras subirle la cremallera—. Y no quiero que te separes de mí, ¿de acuerdo?

—Mmm —asintió de mala gana. Evitó hacer contacto visual conmigo en todo momento, con el rostro girado hacia un lado y un dulce puchero todavía en sus labios, pero cuando mi mano se cerró de nuevo en torno a la suya pude notar como sus dedos se aferraron fuertemente a los míos.

La curiosidad mató al gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora