Un resplandor seguido de un fuerte estruendo me despertó bruscamente, sacándome de un sueño intranquilo plagado de figuras inmóviles y sin rostro en callejones iluminados con parpadeantes luces rojas. Me incorporé y miré en torno mío, sin saber por unos segundos en dónde me encontraba ni por qué me dolía hasta el último músculo de mi cuerpo por solo respirar. Estaba en una cama, en un pequeño y pasado de moda dormitorio, iluminado únicamente por la luz que emitían los neones de los edificios cercanos y que entraba por una ventana a mi izquierda.
Me dejé caer de nuevo en la cama, cubriéndome los ojos con uno de mis brazos. Suspiré, algo más aliviado. Estábamos seguros, por lo menos de momento.
Según nos íbamos alejando del local en mi coche fui sopesando las opciones que teníamos y cuáles eran los pasos más inteligentes a seguir. Lo más sensato y primordial era ocultarnos. Estaba herido, cansado y no tenía información a la que aferrarme. Y luego estaba Alec. Busqué hoteles cercanos, de calidad media y en zona transitada y turística, en los que pudiésemos pasar desapercibidos. Supe que había hecho una buena elección cuando, tras registrarnos a altas horas de la madrugada, no recibí ni una mirada de curiosidad por parte del recepcionista de noche al verme cargar el cuerpo de un joven claramente borracho y medio inconsciente hasta el maltrecho ascensor.
Después de instalar a Alec en la habitación volví a mi coche. Conduje algunas manzanas, hasta un aparcamiento público algo alejado de nuestro alojamiento donde, con bastante pesar, dejé mi coche sin saber cuánto tiempo ni qué pasaría hasta que lo pudiese volver a ver. Rescaté del maletero una bolsa de viaje que siempre llevo con algo de ropa y cosas de aseo, y metí dentro el estuche de piel con mis herramientas, que no había sacado de mi último trabajo, y la pistola que aún llevaba oculta en el interior de mi abrigo. Tras un paseo de cuarto de hora bajo una fría y persistente lluvia llegué de nuevo al hotel y, sin hacer ruido, me encerré en el cuarto de baño para no molestar a Alec, donde me sequé y di un rápido repaso a mis heridas —las nuevas y las viejas—. Antes de salir me puse uno gastados pantalones de algodón de la bolsa y colapsé rendido en la cama junto al cuerpo inmóvil de mi inesperado compañero, cayendo inmediatamente en un sueño profundo...
Hasta el instante en que la tormenta del siglo había decidido descargar justo encima de nuestras cabezas.
Con un cuidadoso movimiento alcé el edredón y pude distinguir la figura dormida de Alec pegada a mi costado. No alcanzaba a ver su rostro en la semioscuridad de la habitación, pero el sonido de su pesada respiración y la relajación con la que sujetaba parte de la sábana entre sus manos me indicaron que dormía profundamente. Me levanté sin hacer ruido y me acerqué a la ventana.
Se acercaba el amanecer. Fuera la lluvia caía con fuerza, enormes gotas rompiendo contra los cristales, creando en el grueso vidrio un extraño mapa cósmico formado por pequeñas estrellas de colores. Me asomé un poco más, escaneando la transitada calle que se abría varios pisos por debajo nuestro. A pesar de las horas, había bastante gente, un mar de paraguas de diferentes tamaños y colores. Personas que volvían a sus hogares y hoteles tras una larga noche de fiesta o trabajo cruzándose sin levantar la vista con los que empezaban su propia jornada. Nada fuera de lugar. Aun así, me quedé en el mismo lugar, sin moverme, con la vista y la mente perdida en las húmedas calles.
Un movimiento en la cama me sacó al poco de mis pensamientos, relegándolos al olvido. Me volví para ver a Alec sentándose torpemente en la cama, despeinado y restregándose los ojos con la mirada perdida, confuso, la viva imagen de un niño pequeño que acaba de despertar de una larga siesta.
—¿Cómo te encuentras? —pregunté acercándome a él, la gruesa moqueta tragándose el sonido de mis pasos.
—Tengo sed —dijo con voz baja y ronca.

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La curiosidad mató al gato
Misterio / SuspensoJacob es el mejor en su trabajo, y sus clientes lo saben y pagan por ello, pero todo cambia con su último encargo. Demasiado dinero, nula información y un objetivo por el que desde el primer momento siente una fuerte atracción y curiosidad .