Despertó con una sensación extraña, aquella que solo las grandes historias provocan, el cosquilleo de las ganas de empezar aunque no sepas cómo. Sonrió ante las posibilidades de ese proyecto y se estiró, quizás no sería un verano tan malo al final.
– Me apetece desayunar fuera. – dijo al entrar en la cocina donde su madre leía el periódico.
– Creo que Marilia se muere de ganas de verte. Además. Luca ha venido de visita.
– ¿Ese traidor se ha dignado a pisar California? – Elena puso los ojos en blanco.
– Eres peor que su madre, si ella lo ha perdonado tu también puedes. – Amanda le sacó la lengua cogiendo un vaso de zumo recién hecho – Vístete y vamos. Le podemos decir a Georg y Camile que coman con nosotras, he pensado que podrías enseñarle los alrededores a Camile. – Comentó como si tal cosa, pero Amanda la conocía.
– Madre...
– ¿Qué? Acaba de llegar y no conoce a nadie. – Amanda negó bebiendo su zumo, imposible, Elena y su necesidad de emparejarla, era imposible.
– A todo esto, ¿dónde vais a vivir? – dijo queriendo cambiar de tema.
– Georg alquiló una casa preciosa en el centro, pero...
– Pero tu amas esta casa. – Elena asintió – ¿Se lo has dicho?
– Sí, pero no queríamos que se mudara hasta que no pudiera hablarlo contigo. – Amanda sonrió y besó la mejilla de su madre.
– Por mi esta bien. – Elena sonrió devolviéndole el beso a su hija con algunos más – ¡Basta! – Gritaba entre risas para terminar huyendo de ella rumbo a su habitación – Eso sí, el ático es mío.
– Siempre lo será cariño. – Contestó Elena.
Se sentía la mujer mas afortunada del mundo, no solo por tener la mejor hija que podría soñar, sino porque la vida le había regalado una segunda oportunidad en el amor y eso era algo que no esperaba encontrar a esas alturas de la película. Después de perder a Alberto había cerrado su corazón, su muerte había creado un agujero interno que solo se llenaba a ratitos por la felicidad de tener a Amanda. Y entonces, en el momento más inesperado de su vida, conoció a Georg, con sus hermosos ojos azules, su sonrisa tierna y su manía de limpiarse las gafas incluso cuando no estaban sucias. Se enamoró de cómo la miraba y de las eternas conversaciones entre copas de vino y luces tenues. No fue como la primera vez, el amor arrebatador y apasionado que sintió al conocer a Alberto se había quedado con él, pero era amor también. Uno que se crea de pequeñas cosas, sin pretensiones de grandes gestos, que nace de la experiencia en la pérdida y en el querer apreciar lo bonito. Un amor distinto, pero perfecto para la versión actual de ella misma.
Amanda miró la caja de madera de encima del escritorio mientras se vestía para salir, debía hacerle más preguntas a su madre para poder encontrar el primer hilo del que tirar. Estaba segura que podría contarle mucho más o eso esperaba al menos, pues tenía muchas incógnitas que despejar, comenzando por la más importante. ¿Qué fue de ellas después de 1973?
Salieron de casa rumbo al café de la mejor amiga de su madre. Marilia había heredado la cafetería de sus padres y, aunque no tenía ni idea de cómo llevarla, tuvo la suerte de encontrar a alguien que sí sabía. Se conocieron en uno de los viajes de Marilia para reencontrarse a si misma y terminó por encontrar el amor. Angelo no dudó en dejar su Italia natal para seguir a esa mujer por el mundo hasta acabar en esa pequeña ciudad donde por fin pudieron echar raíces. Nunca se habían casado, no lo necesitaban decían, a pesar de llevar juntos más que la mayoría de matrimonios que Amanda conocía, ni siquiera cuando tuvieron a su único hijo, Luca.
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DIRTY DANCING (ALBALIA)
Fanfiction¿Conocéis la película? Pues eso con Alba y Natalia de protagonistas. Dos personas de mundos distintos, un amor que puede parecer condenado al fracaso y baile, mucho baile. Bienvenidas al mejor verano de vuestras vidas.