Capítulo 27: El regalo más grande

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—¡No quiero sopa de pollo!

—¡Tienes que tomarte esta maldita sopa!

—¡No, no quiero!

—¡Solo debes meterte la maldita cuchara a la boca y tragar!

—¡No quiero, no quiero!

—¡Agg! —gritó Jay completamente exasperado.

Me pasé las manos por el rostro en señal de frustración.

Lo que él no entendía es que estaba muy hastiada de las sopas de pollo. Es decir, eran deliciosas las sopas de Audrey, pero durante toda la semana lo único que había comido era sopa de pollo. Sopa de pollo al desayuno, sopa de pollo al almuerzo, sopa de pollo a la cena.

El doctor me había dicho que debía comer adecuadamente, mas ¿quién dio esa norma general que cuando uno está enfermo debía alimentarse con sopa de pollo a toda hora? No entendía por qué me estaban obligando a hacerlo. Al principio fue pasable, pero después de dos día me provocaba nauseas el ver esa sopa de pollo.

—Jay, todos estos días he comido sopa de pollo. Ya estoy cansada de eso. —Suspiré recostándome en la cama.

Jay me miró desde arriba con el plato en la mano, y un segundo después se marchó refunfuñando. Él tenía buenas intenciones, pero de verdad estaba harta de tomar sopa.

Cuando regresó, yo estaba sentada en la cama.

—Lo siento —me disculpé—. Sé que me estás cuidando, aunque ya estoy mejor. Fue solo un ataque de pánico, no me estoy murien...

—No digas esa palabra —gruñó mientras se sentaba a mi lado. Pasó un brazo por mis hombros y me atrajo hacia él—. Tal vez estoy exagerando, pero al recordar lo que te pasó me dan ganas de tenerte aquí encerrada para que no te pase nada.

Me reí suavemente y apoyé mi cabeza en su pecho. De alguna manera, sus latidos me hacían relajar y eso era lo que necesitaba en estos momentos.

—Sería un placer ser tu prisionera, mi amado príncipe —bromeé con una sonrisa.

Empezó a acariciarme el cuello por encima de mi cabello con una de sus manos. Él sabía cómo hacerme sentir cómoda. Amaba la sensación de los mechones de mi cabello haciéndome cosquillas en aquella zona y él se había dado cuenta de ello.

—Oh, sí que lo serás. —Suspiró con una sonrisa, pero noté que algo lo inquietaba. Lo percibí en sus labios titubeantes, no sonreía por completo.

—¿Qué pasa? —pregunté apartándome de él para verlo a los ojos. Jay agachó la mirada y la posó en el suelo. Lanzó otro suspiro largo y sentimental.

—He pensado en lo que estamos haciendo... —comentó mirándome de reojo.

—¿Qué estamos haciendo? —inquirí frunciendo el ceño.

—Lo del matrimonio falso. —Se aclaró la garganta y alzó la vista—. Con tantas cosas que han pasado, no creo que sea buena idea seguir con esto.

¿Qué?

—¿Qué? —demandé estupefacta.

—Lo que escuchaste —dijo totalmente serio.

—Jay, le hemos mentido ya a todos, ¿y de repente me dices que no quieres seguir con esto?

—Por eso precisamente no quiero seguir, porque le hemos mentido, y al continuar estaremos mintiéndoles cada vez más. —Negó con la cabeza como si tan solo la imagen de eso fuera descabellada.

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora