Capítulo especial #6

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Algo que le gustaba a Kim de su apartamento, donde vivía con Jay y Manchas, su perrito, era el balcón. Le encantaba sentarse allí, observar el atardecer mientras tomaba una deliciosa taza de chocolate caliente y Manchas dormía en su regazo.

En aquellos momentos siempre se preguntaba cómo es que su vida había cambiado tanto durante todo ese tiempo. De llevar una monótona y aburrida existencia pasó a cumplir todo lo que siempre quiso.

Se había casado con su amor platónico.

Finalmente estaba estudiando algo que le apasionaba.

Y aunque había perdido a muchas personas, después de tantos años había recuperado a otra. Su padre ahora estaba presente en su vida y eso la motivaba mucho.

Sin embargo, recordar a su madre aún seguía doliendo. El dolor estaba presente en ella cada vez que veía a su padre. No lo culpaba de nada porque él también seguía muy afectado, pero de alguna manera, que su padre estuviera en su vida, le recordaba una y otra vez aquella madre que había perdido.

Así mismo pasó con su segunda madre.

La Sra. Foster fue más que una simple ancianita con la que compartía té y galletas. Se convirtió en su amiga, su confidente y su familia. Lamentablemente, ella ya no estaba allí, pero Kim siempre la recordaría. Nunca se olvidaría de la persona que estuvo para ella en momentos tan difíciles.

Y dos personas muy importantes para ella estuvieron apoyándola cuando su segunda madre falleció.

Diane y Ulises tenían personalidades particulares y diferían tanto entre sí; sin embargo, eso parecía unirlos. Peleaban y se golpeaban, pero Kim sabía que se querían. Y ella los quería a ellos. Su amistad se había ido fortaleciendo con el paso de los años y Kim le agradeció a la vida, a Dios, a aquel que todo lo ve, por dejarlos permanecer dentro de la de ella. ¿Cómo sobreviviría ella sin esos locos presentes? No podría hacerlo, eran demasiado importantes.

Además de eso, tenía a Audrey, otra persona especial y que la había apoyado cuando más lo necesitaba.

Matt, su hermano, aquel que siempre había estado con ella... Dios, Kim no podría vivir sin Matt. Era su compañero de niñez, su mejor amigo, su hombro en el cual llorar, el hermano idiota y sobreprotector. Kim no se podía imaginar una vida sin Matt y una vida sin él tampoco tendría mucho sentido. Tenía mucho por agradecerle; sin él, ella no sería nada.

Kim sabía que, después de tanto tiempo, finalmente había encontrado la tranquilidad que necesitaba. No podía afirmar que estaba completa porque no era así, pero lo importante era que se sentía satisfecha. Y feliz, muy feliz. Con Jay a su lado, ¿cómo no estarlo? Se amaban a pesar de haber pasado por tantas dificultades. Eso era lo único que importaba.

El sol de la tarde recaía en Kim y Manchas, provocando que sus ojos azules se entrecerraran y que el perrito, el cual ya no era un simple cachorro, gimiera y se acomodara mejor en su regazo. Ella sonrió y le acarició la cabecita peluda.

En ese momento se imaginó a sí misma unos veinte años más adelante. Posiblemente, durante todo ese proceso, más personas llegarían a su vida, ya fuera de manera positiva o negativa. Pero lo fundamental era mantener a los suyos por el tiempo que fuera necesario. Y no solo eso, también quererlos y apoyarlos. Porque todos, sin falta alguna, eran su familia.

—¿En qué piensas? —Se sobresaltó al sentir una voz gruesa en su oído, mas luego escuchó la risa de Jay y sonrió.

—Me asustaste. —Jay se sentó en el apoyabrazos del pequeño sofá y rodeó a Kim con un brazo.

—Lo sé —contestó y ella le lanzó una mala mirada. Él se sonrió—. Pero, hablando en serio, ¿en qué pensabas? Te noté algo ida.

Ella suspiró.

—En que el bebé me ha estado pateando mucho.

Jay palideció.

—¿B-ebé...?

Ella se lanzó a reír, ocasionando que Manchas empezara a ladrar, y Jay luego se dio cuenta de que todo era broma. Afortunadamente lo era.

—Diablos, Kim, esas cosas no se dicen. —Soltó un suspiro—. Lo que menos quiero pensar ahora es en niños.

Ella asintió estando de acuerdo.

—Sí, con esta bolita de pelos tenemos suficiente. —Agarró a Manchas y le hizo pucheros. El perro, feliz por la atención que se le brindaba, sacó su lengua y comenzó a mover la cola de un lado a otro.

—Pero... —Jay se detuvo. Kim dejó de prestarle atención al animal y lo observó—. ¿Tú quieres tener hijos, Kimmy?

Esa pregunta provocó que ella frunciera el ceño.

—Podría ser más adelante, no sé. ¿Por qué?

Él sonrió y se acercó a su oído. Las siguientes palabras las pronunció lenta y de manera clara, y ella se erizó al escucharlas.

—Pues deberíamos empezar a hacerlos, ¿no crees?




Primer comentario se lleva dedicación♥

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora