Capítulo 10

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Louis miraba su celular leyendo el mensaje una y otra vez. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y sintió una mano en su hombro.

—¿Todo bien, ojitos?— Harry se puso frente a él pero no pudo levantar la vista.

Sus ojos no se podían apartar del mensaje.

—Lindo, ¿qué tienes? Me estás preocupando— lo tomó el rostro  —Estás pálido.

—No quiero ir...— susurró.

Harry frunció el ceño —¿Eh?

—No quiero hacerlo, Harry, no me siento listo.

—No te estoy entendiendo, ¿dónde no quieres ir?

—Al gimnasio— se mordió el labio —Mira...— le enseñó el celular.

Harry leyó el mensaje y luego lo miró —¿Ese es el nombre del lugar donde entrenabas?

Asintió —No quiero ir.

—Louis, estás temblando— lo abrazó por la cintura —Solo quiere que vayas a saludar... no es nada malo.

—Bueno pero, no quiero hacerlo— frunció el ceño.

—Tal vez sea una buena idea, lindo...

Lo miró —No entiendo, ¿qué le ves de bueno a eso?

—Un cambio, nunca se me cruzó por la cabeza ir al gimnasio. Estamos en tu casa, en el parque o metidos aquí por la fisioterapia— le acarició el ceño arrugado —Vamos, saludas, hablas un rato y podemos irnos.

—¿Vamos?

—Si quieres te puedo acompañar o si prefieres entrar solo está bien— negó.

—No quiero hacerlo solo, acompáñame— lo miró a los ojos.

—Bien, dile a tu madre que si iremos entonces— le entregó el celular.

—No hace falta, me iba a llevar así me negará— se encogió de hombros.

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Sara's Gymnastic, era lo que estaba escrito en lo alto del establecimiento, en letras grandes y de color azul.

—Voy a buscar un lugar para estacionar.. ¿quieren entrar para mientras?— Amy miró a su hijo.

Louis miraba por la ventana mientras temblaba.

—Lindo... ¿vamos?— volvió en sí cuando Harry le tomó la mano.

Miró a su madre y al rizado antes de asentir.

—Bien, nos vemos dentro— la mujer le sonrió a ambos.

Harry le abrió la puerta a Louis y lo ayudo a bajar para luego tomar sus muletas. Volvió a cerrar y ambos caminaron hasta la entrada del gimnasio.

—Tal vez pueda saludar en otro momento— hablo el castaño una vez estuvieron dentro y en la zona de los gimnastas.

—Ya estamos acá, lindo... hagamos esto, ¿sí?

—¡Louis!— giraron su cabeza hacia la izquierda al escuchar un grito.

—Sara...— habló  con una sonrisa, Louis.

Harry se colocó detrás de él y le colocó una mano en la espalda, dándole una caricia por encima de la ropa.

—Creí que no vendrías...— la mujer se acercó —¿Puedo abrazarte?

—Claro que sí— mantuvo su peso en una sola pierna y dejó las muletas a un costado abriendo sus brazos.

Los ojos se le habían aguado inevitablemente cuando su entrenadora lo abrazó con fuerza.

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