Capítulo 7: Destemplada confesión

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Abrió la puerta y vi sus botas de piel oscuras entrar a la casa. Alcé la vista y lo vi parado frente a mí. Traía puesto un pantalón oscuro, una camisa de color crudo y un chaleco de piel color negro. Se veía realmente apuesto.

—¿Qué haces tirada en el suelo? —me preguntó, e instantáneamente me ayudó a ponerme de pie.

Los ojos se me pusieron acuosos.

Cuando lo tuve frente a mí, lo abracé fuertemente rodeando mis brazos por su cintura.

—¡Me siguieron hasta aquí! —exclamé alarmada.

—¿Qué dices? Cálmate para que pueda entenderte, Eyalín —me sugirió.

—Desperté por la noche porque tuve una pesadilla, y después escuché un sonido extraño proveniente del exterior, lo que hizo que sintiera curiosidad. Así que me paré para investigar qué era ese ruido. Me asomé por la ventana y vi dos diefskiës... bueno los contornos de sus enormes cuerpos y sus ojos rojos refulgiendo en la oscuridad. Ambos no dejaban de correr alrededor de la casa. Querían entrar. ¡Me quieren comer! —alcé la voz.

—No podrán traspasar la abundante barrera de sangres sagradas —me dijo.

—Me sentí morir. Deseé tanto que hubieras estado aquí —murmuré en su pecho.

—Lamento mucho no haber estado —deslizó sus brazos en mi espalda con sutileza.

Me encantaba su delicioso aroma a bosque. Ese perfume natural de madera, ceniza, avellanas y pino me hacía sentir reconfortada.

—¡KEYNAR!

Se escuchó una voz femenina demasiado delicada en el exterior que aclamaba por mi acompañante.

—Aguarda aquí y no salgas por nada del mundo, Eyalín. Y ésta vez hazme caso, por favor.—espetó con seriedad, pero pude notar el nerviosísimo en su aterciopelada voz.

—¿A dónde vas? —le pregunté.

Se separó de mí con delicadeza.

—Espérame aquí —me miró directo a los ojos—. Iré a ver quién me busca.

Se alejó dejándome ahí de pie y salió fuera de la casa. Cerró la puerta.

Pensé por un momento.

Ésta era la primera vez que alguien venía a buscarlo. Caminé hacia la ventana y disimuladamente observé hacia el exterior, cubriéndome entre el muro de madera. Ahí estaba él, parado cerca del pino hablando con la misma chica de aquella tarde en Ragnãr. Hylldå. Ella parecía tímida, pero buscaba con insistencia las manos de Keynar y él no hacía ni el menor intento de querer impedirlo. Su cabello color chocolate se movía por el gélido viento y el de ella no era la excepción. Las hebras de su pelo extra rubio se zarandeaban, arremolinándose en su blanco y perfecto rostro.

Por segunda vez me sentí celosa y ahora pudiera ser que mis sospechas fueran ciertas.

¿Ellos tenían una relación...?

... y yo la envidiaba.

Hylldå lucia una sonrisa excepcional en sus rosados labios y lo miraba con ternura. La chica deslizó su mano hacia la frente de Keynar y con sus dedos impacientes retiró varios mechones de cabello color chocolate que le cubrían los ojos. Parecía que se conocían desde hace mucho tiempo y que se llevaban de maravilla. Y la verdad es que hacían una bonita pareja.

No pude dejar de sentir tristeza. Algo se me comprimió en el pecho. Apreté los labios y me retiré momentáneamente de aquella ventana. Inhalé hondo y expulsé el aire pausadamente. Volví a asomarme por el cristal. Me lastimaba el verlos juntos pero mi curiosidad era tan grande que soportaba el dolor inmenso. Ahora las manos de la chica sujetaban juguetonamente las de Keynar. Continuaban hablando. Él le sonreía y ella le devolvía la sonrisa.

Amarga Aurora © [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora