A la mañana siguiente me levanté muy temprano, para ser precisos, mucho antes de que los rayos del sol invadieran el lugar y calenté agua para darme un baño. Ya que el agua dio su primer hervor, vertí con sumo cuidado el líquido caliente en la tina. Me encerré en el baño, me desvestí y metí primero en la tina una pierna, luego la otra y por último me sumergí dentro del agua. Mi cabello se mojó por completo y se apelmazó a mi pecho. Tomé el jabón con olor a flores y me lo tallé en todo el cuerpo.
Inesperadamente comencé a pensar en esos ojos plateados que me recordaban el fulgor de la luna llena. Había algo dentro de esa mirada que me hacia querer saber más de él... pero eso sería imposible... hasta que él por su propia boca y sin cuestionamientos quisiera decírmelo.
Me enjuagué y al terminar de asearme, salí de la bañera, tomé la toalla y me sequé el cuerpo y el cabello. Inmediatamente me vestí con aquel vestido azul cielo que Keynar me había traído y me miré por un momento en el viejo espejo colgado en una de las paredes del baño mientras me peinaba el cabello húmedo. Mis ojos verdes estaban despiertos y se veían completamente esperanzadores y más todavía cuando veían a Keynar. Respiré profundo. Dejé de admirarme en el espejo y colgué la toalla mojada en un pequeño perchero. Abrí la puerta del baño y me dirigí hacia el pequeño comedor, justamente en una de las sillas en donde mi abrigo estaba colgado y me lo puse. A través de la ventana ya se percibían los rayos del tenue sol de la mañana y Keynar hacia su aparición en la entrada. Abrió la puerta y se recargó en el marco con las manos metidas en los bolsillos delanteros de sus pantalones de pana.
—¡Hey, tu! —le sonreí.
—Hola, veo que estás lista para ir a Ragnãr. Madrugaste, ¿no es así?
—Muy lista. Creo que un empleo me vendría bien.
—Entonces, ¿quieres irte ya? —me preguntó.
—Sí, cuanto antes, mejor —espeté.
—Bueno, si eso es lo que quieres, no perdamos más tiempo. Supongo que querrás llegar temprano.
—Me leíste el pensamiento —le dije.
Ambos salimos de mi casa temporal y de su refugio. Mis pies se hundían en la nieve, pero Keynar parecía flotar en ella. Su cuerpo y sus pisadas eran ligeros... tanto que no le costaba trabajo caminar entre la nieve. El frio viento jugaba con mis cabellos y hacia que me golpearan en el rostro. Miré por el rabillo de mi ojo a Keynar. Estaba callado, como normalmente lo estaba. Su cabello se movía con gracia haciendo que se le cubriera la frente y algunas veces los ojos. Me percaté de que tenía un perfecto perfil y de que llevaba las manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón. Caminamos 2 kilómetros entre silencios y charlas cortas y al fin el poblado se dejó ver. En la entrada había un gran letrero de madera que decía con letras pintadas de color cobre: Ragnãr. Población: 204 habitantes. Curiosamente rodeando aquel lugar estaban las mismas flores purpuras que en casa, lo que me causó interes y curiosidad, pero no pregunté acerca de ese detalle. Cruzamos un amplio puente de madera pintado de rojo, que estaba sobre un gran lago congelado. Al final del puente había varios pinos y troncos de árboles secos y un enorme portón hecho de troncos de madera que estaba abierto de par en par. Una alta torre pintada de blanco mostraba un gigantesco reloj dorado de manecillas y también tenía en su punta una campana de hierro que supongo era tocada cuando las 12:00 de la mañana y las 12:00 de la tarde llegaba. Era un poblado colorido, con faroles rústicos de bronce. Sus calles eran empedradas y estaban cubiertas de nieve y la gente iba y venia en la avenida principal como hormigas en su nido. Las casas, que no eran muchas, eran de madera y combinaban demasiado bien con el pequeño pueblito y sus tejados eran blancos a causa de la nieve. A lo lejos las grandes y amplias montañas escarchadas se dejaban ver como un gran escenario. Keynar y yo nos introdujimos entre toda esa gente. Yo estaba admirando cada detalle del poblado. Veía de un lado y luego del otro, observaba a la gente, a los niños, los perros, patos y las múltiples tiendas y comercios de comida. Estaba maravillada. Continuamos caminado. Al fondo de la avenida había un amplio mercado y por último una panadería que llevaba el nombre del poblado: Panadería de Ragnãr.
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Amarga Aurora © [COMPLETO]
ParanormalLa frialdad de la nieve traspasaba como eco sonoro por mi piel, desgarrándome la garganta y haciendo estragos en mi débil cuerpo. Una mancha de sangre se expandía considerablemente sobre aquella superficie nevada, brillantemente roja como el fulgor...