VIII

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— ¡Rin!—

La azabache se volteó inmediatamente al escuchar su nombre a lo lejos. Cerca de la puerta, y sosteniendo un cartel con su nombre encima de su cabeza, una Kagura vestida de traje y más hermosa que nunca la esperaba esbozando una sonrisa que nadie jamás había visto en la vida.

Se apresuró a su encuentro, abrazándola con fuerza y murmurando lo mucho que la había extrañado.

— ¡Pero mírate! Toda hecha una señora millonaria.— bromeó— Oh Kagura, es increíble lo que extrañé este lugar.—

— Prima, estás hermosa. ¡Mira tu bronceado! ¡Mira tu cuerpo! ¿Cómo le haces para estar tan perfecta? Dioses, con razón te acuestas con tantos hombres.—

— Shhh, calla. No es para que lo grites a los cuatro vientos.—

— Lo siento. Nosotros también te hemos extrañado, hasta mi padre...espero que te hospedes en mi casa.—

— Uh, no. Sabes, te quiero mucho y eres mi prima favorita, blah, blah...pero luego de escuchar cómo te trata el imbecil de tu novio, créeme...no querrás que él y yo convivamos bajo el mismo techo. Lo mataré.— negó— Me quedaré en un hotel, ya que mis padres rentaron mi habitación a una pareja de hippies raritos.— rodó sus ojos, Kagura rió.

— ¿Ese humor es típico de los norteamericanos? En fin, vámonos ya. Dejaremos las cosas en tu habitación de hotel y luego iremos a algún Spa, estoy estresada.—

Rin soltó una carcajada y asintió, queriendo evitar usar todo su sarcasmo. Le hubiese encantado preguntar por qué motivo estaría tan cansada ya que, en realidad, no tiene alguna responsabilidad como algún trabajo para estresarse. Sin embargo, ahora sabía que tenía un novio, quien parecía tener un carácter de mil demonios, al cual soportar y todo el peso de una boda por planear, así que prefirió guardar silencio y dejar sus opiniones dentro de su cabeza.

Entre charla y charla sobre sus vidas, pasaron las primera hora desde su llegada yendo de aquí allá, haciendo el check in, acomodando sus pertenencias y tomando el primer champagne en la suite de Rin antes de partir al complejo donde Kagura solía ir para descansar un poco.

Al llegar, la azabache abrió los ojos como platos al ver aquel lugar tan grande y lujoso. Cada detalle, espacio y decoración gritaba LUJO, las personas que se alojaban allí parecían demasiado elegantes, tanto que se sentía algo fuera de lugar. Ahora entendía por qué todas sus familiares femeninas aceptaban vivir bajo la sombra de sus esposos...este tipo de vida fue lo que alguna vez soñó de niña, sin embargo sus valores y su moral siempre estarían primero. Ella solita podía llegar a darse una vida así, lejos de tener que humillarse para poder tener algo de dinero.

Rin Hudson no necesitaba de ningún hombre para llegar a donde quería llegar. Nunca se rebajaría a eso.

— ¿Rin? ¿Vas a bajar del auto o...?—

— Ups, lo siento.— soltó una risita y finalmente bajó del carro, automáticamente llamando la atención de todos allí— Vamos, ya quiero que me masajeen los pies.—

Kagura se carcajeó y la tomó del brazo, prácticamente arrastrándola dentro del spa.

— Señora Taisho, que bueno es tenerla de nuevo por estos lados.— un joven japonés muy atractivo las recibió detrás del mostrador en la entrada, mostrándose simpático.

— Kirito, hola.— Kagura le sonrió algo más coqueta de lo que solía ser. Ese muchacho la hacía suspirar— Muchas gracias, anotame todo lo de siempre pero para dos personas.—

— Veo que está acompañada, bienvenida señorita...—

— Rin Hudson. Es un gusto.— le sonrió y mordió su labio disimuladamente, haciendo que Kirito observara sus labios y lamiera los suyos instintivamente.

Hilo Rojo. [+18] PAUSADA TEMPORALMENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora