El peliblanco la observó hacer magia con su cuerpo, cada movimiento era mejor que el anterior y su boca lo tenía al borde del delirio. En sus casi treinta años de edad jamás había tenido la suerte de conectar sexualmente de la manera que conectaba con esta desconocida. Echó su cabeza hacia atrás ante la sensación que lo consumía mientras aquella hermosa azabache lo montaba de manera experta por segunda vez en la noche.
En el poco tiempo que tuvo para pensar las cosas en detalle, descubrió que Rin era una mujer inigualable, segura de sí misma y parecía tener bastante experiencia en el ámbito sexual. Parecía haber encontrado a la compañera sexual idónea.
— ¿Qué tanto piensas?— susurró la muchacha casi sin aire. Sesshomaru abrió los ojos y la miró: parecía que una diosa se encontraba frente a él, con algunos mechones color chocolate cayendo por su cara, labios gruesos entreabiertos y sus ojos brillando de pura excitación.
— Nada.— murmuró a duras penas. La azabache había dejado de moverse en cuanto se dió cuenta que Sesshomaru estaba algo ido, así que no demoró en acostarla bruscamente de espaldas para entrar en ella con necesidad. Se sentía diferente y su deseo sexual cada vez era más grande.
— Oh por...— gimió Rin. Ese hombre entraba en ella tan deliciosamente que no podía procesar tanto placer en cada estocada. Era totalmente maravilloso.
Sesshomaru jaló su cabello con fuerza haciendo que ella gritara, mientras que con su otra mano apretaba su trasero y la nalgueaba.
— Dios...¡Sesshomaru!— exclamó con voz ahogada. Tanto era el placer que sentía que quería satisfacer hasta su más profundo deseo sexual con aquel peliblanco. Logró ponerse de rodillas para así moverse con mayor soltura, haciendo círculos con sus caderas al mismo tiempo que Sesshomaru la penetraba. Lo sentía demasiado profundo en ella, tanto así que por momentos hasta le resultaba mínimamente doloroso.
Luego de algunas estocadas más, Sesshomaru se dejó ir mientras soltaba un gruñido gutural, al igual que la joven Hudson soltaba un gemido suave tan pronto como llegó a su orgasmo.
El peliblanco salió suavemente de ella y caminó tranquilamente hacia el baño para limpiarse y desechar el condón. Lavó su rostro y recogió su largo cabello en una cola alta, intentando calmar sus latidos. Nunca había experimentado ese tipo de sexo y le generaba curiosidad pensar el por qué aquella hermosa desconocida lo descolocaba de aquella manera.
Suspiró y movió su cabeza intentando aclarar sus ideas, no quería comenzar a darle vueltas a un pensamiento tan absurdo como ese: sí, fue distinto y nuevo, pero eso no debía de hacerlo especial.
Momentos después, salió del baño hacia la habitación y se encontró con la joven azabache terminando de alistarse. Sus curvas eran súper visibles si ella lucía ese vestido ajustado, y eso le daban ganas de volver a arrancárselo para llevarla a la cama otra vez.
— Rin. ¿Verdad?— su nombre se sentía tan bien al pronunciarlo...raramente recordaba los nombres de sus compañeras sexuales, pero esta mujer era única. Imposible no recordarla.
— Así es.– sonrió tomando su mini bolso de mano. Se veía tan simpática y dulce como el el día anterior cuando se la encontró en el ascensor, diferente a la Rin que había tenido en su cama minutos atrás. Esa cara angelical te haría pensar que era la mujer más puritana del mundo, escondiendo su verdadera identidad.
— ¿Necesitas un aventón?— preguntó intentando parecer casual. ¿Aventón? ¿De qué demonios hablaba?.
— Oh no, no estoy lejos de mi alojamiento, muchas gracias.— caminó hacia la puerta y tomó el picaporte.
— ¿Tienes hambre? Podemos desayunar algo antes de que te vayas.— insistió.
— Uhm, realmente te agradezco...¿Sesshomaru?— preguntó, y él algo ofendido asintió una sola vez— Pero mi amigo me está esperando y...tengo cosas que hacer. La pasé genial, de todos modos.— le sonrió de lado, haciendo que el miembro del peliblanco responda enseguida— En serio, me has sorprendido.— mordió su labio y se acercó a él, plantando un beso suave en sus labios— Gracias.—
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Hilo Rojo. [+18] PAUSADA TEMPORALMENTE
Любовные романы"Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en...