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— ¡Miren nada más! La pequeña Rin ya no es tan pequeña...estás preciosa.— Naraku sonrió, abrazando a su sobrina.

— Tío, que bueno es verte otra vez.— la joven correspondió a su abrazo— Tía, estás bellísima.— tomó la mano de Anne Hudson, y ésta sonrió de lado. Lo cierto era que la rubia despampanante no estaba de acuerdo con el estilo de vida que Rin llevaba lejos de su familia. Por eso, además de la atención que se estaba robando esta noche, la mujer de Naraku Hudson se mostró poco amistosa con la azabache.

— Tú también, sobrina. Estás espléndida, ese vestido te queda pintado.— y no mentía, hasta podría decir que la envidiaba terriblemente.

Rin le agradeció y soltó su mano, sabiendo que la estaba haciendo sentir incómoda con su presencia. Realmente no le importaba, después de todo...siempre fue más cercana a Naraku.

Rin Hudson solo pudo atinar a tomar una copa de champagne que uno de los mozos le ofrecía, también recibiendo una sonrisa coqueta de su parte. La muchacha asintió en su dirección pasando a ignorarlo por completo mientras analizaba a los invitados: algunas de sus primas se encontraban en una esquina cuchicheando entre sí, sus tías ya la habían visto y estaba segura que hablaban de ella porque la estaban mirando con poco disimulo lejos de de esposos, quienes se paseaban por todo el salón saludando a colegas y demás gente de la alta sociedad. Por la puerta principal se podían ver algunos fotógrafos bloqueando la entrada, parecían estar atolondrados amontonándose como si quisieran ser los primeros en atrapar a su presa. Minutos después, y como si estuviesen sincronizados, dieron
paso a dos parejas.

Los primeros parecían ser los padres del futuro novio, ambos espléndidos en sus mejores ropas, les sonreían a todas las personas que se acercaban a saludarlos. El hombre era apuesto y tenía el mismo color de cabello que Sesshomaru, sin embargo, a simple vista se notaba más simpático que su hijo, más sonriente y parecía que estaba disfrutando estar allí. La mujer a su lado era una pelinegra totalmente hermosa que llevaba un vestido color durazno muy delicado. Sus ojos eran negros como la noche, pero al mismo tiempo irradiaban un brillo excepcional...eran atrayentes.

Rin sonrió de lado, tomando un sorbo de su champagne y se dedicó a observar a la pareja que venía detrás: otro muchacho peliblanco pero más joven que el hombre, y una castaña demasiado alegre y bonita colgando de su brazo. Parecía que ambos se sentían en él mismísimo Hollywood por la forma en que hondeaban sus manos al saludar. Sin embargo, y notando que también eran familiares del prometido, todos parecían ser agradables y cálidos.

— Bueno, bueno...Que tal, señorita.— un muchacho la interceptó por la izquierda haciendo que diera un pequeño salto.

— Uh, hola.— sonrió, algo incómoda.

— Bendita sea la mujer que trajo al mundo semejante preciosidad.—

— Uhm...yo...—

— ¡Miroku! ¡Si serás mujeriego, hijo de...!—

— Hermosa Sango, no te enojes por favor. Solo fue un pequeño halago a la muchacha.— él sonrió nervioso y Rin miró a la chica.

— Lo siento, no sabe medirse.— le sonrió, apenada— No recuerdo haberte visto antes...me llamo Sango, soy amiga de la familia Taisho. Es un gusto.— extendió su mano.

— Rin Hudson, prima de Kagura. El gusto es mío, Sango.—

La chica que acompañaba al pervertido con pinta de monje sonrió, no obstante, pudo notar cómo la miraba...con curiosidad. No la culpaba para nada, las mujeres Hudson no eran muy simpáticas debido a que se sentían superiores a las demás, por lo tanto, tal vez Sango buscaba en ella algún indicio de prepotencia o soberbia, rasgos que no tenía en lo absoluto.

Hilo Rojo. [+18] PAUSADA TEMPORALMENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora